8.- Tic-tac-toc, el tiempo en su danza imparable

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Hasta ahora a Azirafell le parecía que el cambio que había hecho con Crowley seguía oculto a los ojos del cielo. No había sido cuestionado por nadie y tampoco era como que eso sucediera mucho. Él era el arcángel supremo y salvo por los otros arcángeles o alguien de jerarquías superiores, el metatrón o el creador directamente, había pocos de sus hermanos que podían cuestionarle.

Su aspecto había cambiado poco, era de esperarse. El cabello rubio era un poco más abundante y lo había dejado crecer al igual que el vello facial que ahora enmarcaba su hermoso rostro, su apariencia, aunque más madura se veía un tanto rejuvenecida. El azul de sus ojos era más intenso que nunca solo que ahora un cierto brillo de nostalgia se escondía en ellos, poco perceptible incluso para quien supiera mirar, pero estaba ahí.

Hacía visitas ocasionales a la librería para ver como seguía todo, mayormente eran durante la noche y siempre se negaba a ver a Anthony alegando que probablemente se encontraba dormido o alegando a lo que fuera, pero no quería o sentía que no podría verlo, no aún.

Siguió de cerca el trabajo de Muriel con él y su educación, pero sin interferir, como sería con cualquier otro humano y así pasaron los años en la tierra. Sin embargo, aunque Azirafell no interviniera, desconocía que en los sueños de Anthony, había una chispa reminiscente de su antigua vida, de su antiguo ser, algo que parecía conectarse en ese mundo onírico al que los humanos acceden al dormir y que aunque al despertar recordaba poco, lo que siempre lograba recordar era una presencia que llevaba años viendo en sueños, algo borrosa siempre y que se alejaba cuando más cerca parecía estar y aunque no sabía su nombre ni de donde era que su mente le evocaba, en ocasiones se le presentaba el recuerdo incluso durante la vigilia y le daba cierta inspiración para su trabajo artístico.

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Anthony fue educado en casa hasta los 15 años y luego de eso la tía Muriel lo había matriculado en una de las mejores escuelas de Londres. Había empezado a incursionar en la pintura y con bastante éxito, era realmente bueno y eso había llamado la atención de sus profesores que lo promovieron para aplicar al examen de bellas artes en la universidad de Oxford. Había crecido siendo un chico muy amado por su tía y por quienes lo conocían. Era inteligente, educado y muy gentil, le gustaban los animales y tenía un gato siamés al que había nombrado mantequilla y que encontró un día mientras caminaba de regreso de la escuela.
Tenía varios amigos, dos sin embargo eran sus amigos más cercanos, Henry y Edward. El primero era mayor que él por dos años, se habían conocido el primer día que ingresó al instituto, él estaba buscando su aula de clases entre los papeles que le habían dado, su horario y un pequeño mapa y por su mal sentido de la orientación y lo grande que era la escuela, estaba casi seguro que llegaría tarde a la primera clase. Se sentó al borde de una fuente en el campus mientras ponía en orden sus cosas y en eso notó que alguien se acercaba a él. Con el rabillo del ojo le miró y por un momento creyó que estaba viendo mal, puesto que lo primero que distinguió era el cabello rubio platinado, ondulado y por un instante se quedó congelado pensando que la imagen de la persona que veía en sueños al fin se había materializado, lo había encontrado o estaba por volverse loco, hasta que reparó en el detalle en que esa figura no se veía como la de alguien mayor y además estaba usando un uniforme igual al suyo. Entonces escuchó su voz.

- ¿Perdido en el primer día? – dijo el chico rubio con un tono amable mientras le mostraba una amplia sonrisa

- Creo que si, estoy casi seguro que voy a llegar tarde, soy pésimo ubicándome – le respondió Anthony al tiempo que resoplaba.

- No es tan difícil, a ver, déjame ver. – Le quitó las hojas que traía en las manos al tiempo que las ordenaba y continuó – Mira, tienes clase de literatura en el salón 3B, está en el 2do piso del edificio azul que está al fondo – le dijo mientras señalaba hacia la derecha cruzando el patio enorme hacia un edifico de color azul oscuro y afuera del que había una estatua de estilo griego de una mujer sosteniendo un cántaro de agua. – Si nos apresuramos no llegaremos tarde, yo tengo historia antigua en el mismo edificio pero en el salón F al fondo.

Anthony empezó a seguirlo, había algo en el chico que le daba confianza aunque no sabía que era y tal vez solo era su apariencia y lo estaba haciendo inconscientemente por asociación.

- Por cierto, me llamo Henry, estoy en ultimo grado. – le hizo plática mientras caminaban rápido.

- Anthony, yo soy Anthony J. Crowley, estoy en el onceavo.

- ¿Qué significa la J? – preguntó con interés.

- Joshua, es mi segundo nombre aunque casi nadie me llama así, solo mi tía cuando se molesta conmigo y dice mi nombre completo. – El pelirrojo sonrió.

- Bien, yo te llamaré así si no te molesta – Sonrió y a él no le desagradó la idea de que lo llamara por su segundo nombre aunque como casi nadie lo usaba, se sintió algo extrañado. - Te dejo aquí en tu salón, si quieres te veo cuando terminemos las clases, en la fuente. – Y sin darle tiempo para responder, Henry se fue andando hacia el fondo del pasillo.

Esa había sido la primera vez que se encontraron y a partir de ahí empezaron a platicar. Coincidían a menudo durante el día al cambiar de salón y empezaron a juntarse durante el almuerzo. No sabía con exactitud qué pero desde el principio Henry le inspiró confianza y poco a poco se volvieron amigos. Había notado en ocasiones que el chico lo miraba por intervalos a veces mientras leía o cuando creía que no se daba cuenta y había tomado la costumbre de revolotearle el cabello un par de veces porque decía que su cabello rojo era tan suave que siempre volvía a su sitio por más que lo alborotara. Fue por Henry que conoció a Edward, este ultimo era de su mismo grado y edad aunque de otra clase, ellos dos eran primos lejanos aunque no se parecían en lo mínimo. Edward tenía el cabello castaño claro y los ojos de color verde olivo, la piel un poco más bronceada y era algo más bajo de estatura y mucho más callado, disfrutaba pasar tiempo con los dos y fue el primero que vio sus dibujos un día que Anthony después de los primeros exámenes se había quedado dormido en la biblioteca sobre su sketchbook mientras garabateaba algo para relajarse. Fue el primero que vio al hombre que visitaba los sueños de este.

Su primer año en el instituto había sido el ultimo grado de su primer amigo, este se iba a la universidad a estudiar psicología y para este punto ya conocía las aptitudes artísticas de nuestro Anthony y como parte de apoyarlo para abrirse paso hacia bellas artes, había hablado con algunos de sus profesores para que conocieran su trabajo. El ultimo día del ciclo escolar y día de la despedida del último grado, Henry le dijo que mas le valía que se esforzara y no desistiera porque esperaba poder encontrarlo en Oxford y que aunque no se verían tanto a partir de ahora, sabía que siempre le podía llamar. Le dio un abrazo fuerte y antes de irse, se miraron largamente a los ojos y el chico Rubio se acercó demasiado a su rostro pero se desvió para volverlo a abrazar, como si en el ultimo segundo hubiera dudado de hacer algo, algo que Anthony no notó en ese momento.

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El tiempo continuó su marcha. El día que Anthony recibió su carta de aceptación a la universidad, era obvio a quienes llamaría primero. Le hubiera gustado verlos pero uno estaba ocupado con sus exámenes finales y el otro preparando maletas para seguir otro camino. Edward planeaba tomarse un descanso antes de continuar su educación, pero descanso no era precisamente la palabra apropiada porque aunque se iba a otro país con un sistema educativo menos estricto no se iba de vacaciones sino a hacer un estudio complementario en lenguas europeas antes de la universidad así que no lo vería por un tiempo. Ambos sin embargo se tomaron el tiempo de conversar con él y de felicitarlo, Henry estaba especialmente feliz porque aunque no lo vería tan a menudo al menos estarían más cerca y coincidirían de cuando en cuando más de lo que lo habían hecho el ultimo año, todo era cuestión de organizarse.

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Nueva actualización, un par de nuevos personajes. No tengo un calendario para actualizaciones, hay días en que siento que puedo escribir y otros que no y episodios de hiperfoco en los que puedo escribir sin detenerme hasta concluir algo, como en la primera historia que escribí aquí. Gracias a quienes leen. 

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora