18.- Tal vez nada es para siempre

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Después de aquel fin de semana, por insistencia de Henry de hecho fue que Anthony fue casi arrastrado al departamento médico de la universidad y terminó en un hospital donde se le hicieron pruebas, una tomografía, una resonancia y demás. Después de ser valorado y revalorado por al menos un par de médicos, fue diagnosticado al final con migraña y recibió medicación en caso de crisis y para profilaxis. En la universidad le dieron unos días para descansar y recuperarse, en ese tiempo, él insistía que no había porqué preocuparse, ni siquiera se molestó en decirle a Muriel lo que sucedía, prefirió pasar ese tiempo distrayéndose, trabajando en sus pinturas y durmiendo.

Luego de eso, apenas y tenían tiempo con su novio para pasarlo juntos y aunque ahora tenían más contacto físico que antes, el otro chico lo cuidaba demasiado, al menos un par de meses no intentaría nada más para que no sucediera lo de la otra ocasión, él realmente estaba preocupado y sus amigos del área de salud no lo tranquilizaron cuando le compartieron relatos de gente que murió durante actividades simples o incluso durante el sexo por malformaciones arteriovenosas no conocidas que un día simplemente decidieron romperse, inundando los cerebros de sus víctimas en un mar de su propia sangre sin ninguna señal previa mas que cuadros de dolor de cabeza ocasionales. Él sabía que a AJ ya le habían hecho hasta estudios de imagen cerebrales y que ese no era su caso (aparentemente) pero en su mente, cualquier precaución no estaba demás, después de todo, lo amaba demasiado y tendrían ya mucho más tiempo para continuar conociéndose y descubriéndose en esos aspectos, si todo pintaba como hasta ahora, tendrían tal vez el resto de sus vidas para hacerlo.

El tiempo continuo su marcha, en la escuela de artes se hizo eco del nombre de Anthony. Los estudiantes de grados mayores rumoreaban que al parecer había mucho talento en la generación de los novatos y entre ellos, destacaba uno en particular, con una personalidad reservada y enigmática hasta cierto punto. Firmaba sus cuadros como AJ Crowley. Quienes ya le conocían o habían coincidido alguna vez con él, le agregaban a su aura de misterio que el chico en cuestión era sumamente atractivo. Lo que empezó como conversaciones de pasillos, trascendió por los salones y talleres y luego reforzado por el reconocimiento de los profesores de la facultad que hablaban de su talento aparentemente nato y de cómo con el esfuerzo que aplicaba desde su ingreso hacía tan poco, estaba siendo constantemente pulido y refinando sus técnicas, consideraban que realmente podría llegar a ser grande, como pocos. Así, apenas unos meses después del inicio del ciclo, se consiguió un espacio para si mismo en la más reciente exposición de la galería Universitaria, un hecho bastante aislado ya que normalmente eran los alumnos de los últimos años o los de posgrado y los profesores reconocidos quienes exponían ahí.

Con 20 años recién cumplidos, él sería probablemente el más joven de los artistas que hasta ahora habían expuesto en dicho sitio. Sus profesores le decían que era la oportunidad para conocer a otros artistas y personas reconocidas del medio así como abrirse paso a exponer en otras galerías y museos importantes del país y quien sabe, quizás de otras partes del mundo. Su exposición abriría la temporada en diciembre y le habían dado invitaciones para su familia y amigos, le llevó la suya a su tía Muriel, a las tías Maggie, Nina, la señora Cheng y su esposo y otros más. El señor Daniel ayudante de la tienda de instrumentos musicales le entregó una carta del propietario disculpándose ya que se había tomado unas vacaciones por su reciente boda y no estaría de vuelta hasta enero. Otra invitación formal fue para los padres de Henry quienes le felicitaron largamente el día que fue a casa a entregarla directamente y le dijeron que por nada del mundo se lo perderían. Estarían ahí por él pero sobre todo por su hijo que le amaba tanto.

La pieza principal de la exposición era el cuadro enorme que había pintado poco después de la visión de Azirafell en el estudio así como otra que hizo poco después en la que habían un pintor con un cuadro en su caballete, desde donde el retrato de un hombre de largos cabellos rubios le miraba y cuyo rostro parecía salir del lienzo por el efecto de la perspectiva mientras en un intento de ser acariciado en la mejilla por una de las manos del pintor, la propia mano del retrato la detenía con una lagrima apenas escurriendo sobre la misma y la otra mano daba pinceladas suaves coloreando los labios.

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora