10.- Amigos

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Llegó el verano, las ultimas vacaciones de Anthony antes del inicio de la universidad. Henry al fin libre de sus exámenes finales y de sus ocupaciones al menos por un rato, decidió visitarle después de lo que le pareció un largo tiempo. Lo extrañaba demasiado, no tenía muchos amigos y de los pocos que tenía, él era el mejor. Recordaba cuando lo conoció en aquel primer día de inicio de clases de su ultimo grado, ese día estaba molesto porque había escuchado a sus padres discutir en la cocina sobre su decisión de estudiar psicología.

Entrando un poco en detalle de su familia, su madre, Lilian Girelli era una mujer orgullosa y dominante, de presencia imponente aunque físicamente no era más alta de 1.65 m, delgada, esbelta, de melena oscura, lacia, larga y ojos café granate, ella quería que él fuera médico como era la larga tradición de su familia y como ella lo habría continuado siendo si no hubiera sufrido un accidente un par de años atrás que le costó la habilidad de sus manos de cirujana y la sumió en una profunda depresión después de eso; su padre, Marcus Edevane, en cambio solo quería que él eligiera lo que le hiciera feliz. Marcus recordaba con nostalgia cuando conoció a Lilian y se enamoró perdidamente de ella, su historia era algo así como una historia cliché del cine, él era profesor y ella una exitosa cirujana. Lilian era probablemente la mujer más hermosa para él sobre la tierra, jamás agradeció tanto al cielo, no sabía si por haber sido librado al final de lesiones peores o por las circunstancias que lo llevaron a la sala de urgencias aquella tarde de abril en que la vio por primera vez. Hacía ya tantos años de eso, él iba con el fémur fracturado y una herida en la pierna de la que aún conservaba una cicatriz que sin embargo era apenas visible. Odiaba discutir con ella, tanto como había odiado verla sufrir después del accidente que le afectó la motricidad en la mano derecha y la hizo retirarse de su amada profesión. Henry era el único hijo de su matrimonio, era la imagen viva de su padre con los ojos granate de su madre. Marcus amaba profundamente a su familia, la depresión de Lilian fue algo difícil de llevar para todos, incluyendo a su hijo, seguía habiendo estragos de ello aún en su familia pero ya no tanto, por ende, el quería evitar cualquier cosa que pudiera llevar a Henry a algo así, por lo que, realmente él no deseaba que su hijo fuera médico como su madre quería. Podría ser lo que él quisiera y mientras mas le asegurara una vida tranquila y en relativa paz, para él mejor. Cuando Henry le dijo que quería ser psicólogo, se sintió aliviado en parte y le ofreció todo su apoyo, su hijo era tan educado y dulce que él no dudó que podría realmente ser un gran profesionista, terapeuta y ayudar a muchas personas con su trabajo. Esa mañana que iniciaba el último grado de Henry, Lilian se enojó en 30 segundos y dio un manotazo que derramó su taza de café cuando él le dijo que había llenado solicitudes de admisión para Henry en las universidades que ofrecían estudios en psicología. Marcus era paciente y noble, no tomaría a pecho esa acción y sería comprensivo como siempre, ella no podría estar enojada toda la vida y terminaría reflexionando sobre lo que mejor convenía a su hijo, al final de cuentas, le amaba también tanto o más que a él.

Henry salió aquella mañana sin terminar el desayuno.Tenía que ser comprensivo con su madre, era lo que le decía siempre su padre pero a veces se cansaba de eso y ese día tenía agolpado en el pecho una sensación de enojo y unas ganas terribles de llorar. En el camino a la escuela trató de concentrarse en lo que el chofer escuchaba en la radio y buscó distraerse, el día apenas empezaba y este año sería muy importante para él. Llegó temprano como siempre, recogió su nuevo horario aunque ya lo tenía porque previamente lo había descargado de la plataforma en línea y como aún tenia tiempo, se fue caminando hacia el patio principal, se sentaría un rato en una banca cerca de la fuente y luego iría a clases, o tal vez no, igual era el primer día. Pensando en aquello y en que tenía ganas de volver a ver los últimos episodios de star wars y que probablemente lo haría al salir de clases es que de pronto su mirada se detuvo al ver hacia la fuente.

Sentado en la orilla y con el sol iluminándole desde un lateral en la parte posterior, vio la figura enmarcada en un halo de luz de un chico. Si buscaba como describir esa primera impresión al observarle detenidamente y analizar sus rasgos, había sido para él como si hubiera visto a uno de los elfos del señor de los anillos en la vida real.

El cabello rojizo de Anthony, corto y peinado con aire casual enmarcaba bellamente su rostro pálido de rasgos finos, una nariz pequeña, no perfecta si hablamos de cánones de belleza, pero perfecta para su rostro fino, labios delgados, el inferior un poco más grueso que el superior, cejas rojizas y bien dibujadas, pobladas, y que yacían sobre los ojos más bonitos que Henry recordaba haber visto jamás, color miel y tan luminosos que sintió de inmediato deseo de acercarse y conocer a ese individuo tan hermoso y que no había visto nunca. Cuando notó que el chico aparentemente batallaba para encontrar la ubicación de sus clases, tuvo el motivo perfecto para hablar con él. Sus ojos brillaban como ningún otro par que hubiese visto jamás.

Desde ese día, supo en su corazón que todo lo que quería era poder verse en el reflejo de los ojos de Anthony, siempre.

Conforme le fue conociendo con el paso de los días, se dio cuenta que Anthony era como un niño grande, muy educado, muy maduro y en extremo inteligente para cosas de la escuela, pero en cuestiones de relaciones interpersonales, pues... no creía que tuviera muchos amigos y se dio cuenta que le costaba un poco captar algunas cosas en relación a las intenciones de las personas o sus reacciones emocionales. Luego hablaron de su vida, supo que Joshua, como él prefería llamarle, era huérfano desde una corta edad y había crecido con familia de sus padres, a ultimas con su tía, hermana menor de su madre; había sido educado en casa y recién tenia unos 3 años viviendo en Londres.

Conoció la librería tiempo después, conoció a la tía de Anthony que se le hacía tan agradable y como si emanara un aura pura de amor, como tal vez se le figuraba que podía ser un ángel. Conoció el estudio que le había acondicionado para que pintara y cuando vio sus cuadros y bocetos, se determinó a que el talento de Anthony tenía que ser conocido, se propuso en ayudarle con eso tanto como se propuso en quedar en la universidad para estudiar psicología. Tomó fotos de los mejores cuadros y pasó la tarde entera diciéndole a su amigo que podría agregarse el curso extra de artes visuales en el instituto y la clase de dibujo los fines de semana, que si su sueño era ser pintor, tenía que esforzarse al máximo en explotar su talento para que otros lo vieran y creyó que realmente lo entusiasmó. Al volver a casa por la noche, llegó directamente a hablar con su padre y a mostrarle los cuadros de su amigo, de ahí en adelante, dar a conocer el arte de AJ se volvería en algo así como una religión, al menos para él.

Imborrable: Una Historia De Good OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora