Era viernes por la noche, llevaban en la casa desde el día lunes de esa semana, Muriel estaba en el piso de la habitación que había tomado para si, movió el tapete circular verde y acolchado del centro de la habitación, descubriendo bajo él un dibujo circular con inscripciones que había puesto intencionalmente ahí. Para el ojo humano podían ser trazos de escritura cuneiforme o caracteres revueltos de diferentes culturas, sin sentido, para ella en cambio, decían algo en lenguaje angelical antiguo, un sello celestial. Desde que el Crowley humano estaba a su cargo, ella había seguido al pie de la letra las instrucciones de Azirafell, incluyendo ponerse horarios para fingir dormir, aprender a comer, disimular al hacer algún milagro, mantener una comunicación constante. Tambien fue ascendida, desde que cuidaba la librería respondía a órdenes del arcángel supremo y daba sus informes directamente a él, el lugar mientras tanto seguía fungiendo como embajada celestial. Ella se las había arreglado muy rápido para hacerlo parecer funcional como negocio humano, había libros para vender sin duda, pero continuaba cuidando los más preciados de la colección de Azirafell.
Esa noche, reflexionaba un poco en todo lo que sabía hasta el momento, no llevaba mucho viviendo como humano y se preguntaba ¿Cómo habría sido para Azirafell aquello durante poco más de 6mil años? ¿Habría otros como ella? ¿Estaba sola como ángel en la tierra y así había estado Zira antes? ¿Fue por eso que hizo vínculos con Crowley?
Muriel se había adaptado rápido a vivir en el mundo humano, el desafío de Anthony la había hecho "madurar" de golpe, y había aprendido mucho de todo lo que Azirafell le dijo y el conocimiento que puso en ella, así como de los libros que leía. Desde que empezó en la lectura se volvió en su pasatiempo favorito.
Tenía en su buró al lado de la cama aparte distintos tipos de papel para escribir y una pluma antigua de inmersión con tintero, una taza de té de una mezcla extraña que le habían recomendado unas señoras que una mañana entraron a la librería buscando viejos libros de herbolaria, encontrando un ejemplar con el que salieron encantadas, tanto que volvieron días después a regalarle una caja de madera con distintos sobres de hierbas; ese en específico, con un sabor agridulce bastante suave y agradable se volvió su favorito, los ingredientes los recordaba y recordaba que ella misma se había puesto a hojear los libros buscándolos "rosa de castilla, hoja de higo, hojas de limón, guayaba y jazmín". Esa noche se sentía tranquila y escribió una carta para Azirafell, tocó el suelo con la mano, puso la carta en el centro del dibujo que formaba el sello celestial de comunicación, un breve resplandor y la carta desapareció.
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Imborrable: Una Historia De Good Omens
FantasíaLa realidad se altera esta vez pero por intervención celestial ¿El plan desesperado de un ángel enamorado podrá resultar? Un artista humano con reminiscencias de una presencia que visita sus sueños. Hay cosas que nada puede borrar. "Al final, las a...