El despertador sonaba a las 5 de la mañana sin falta.
Adam se levantaba y tomaba su vaso de agua alcalina que su ama de llaves dejaba para el por la noche. Entraba al baño, hacía sus necesidades, se lavaba la cara y los dientes, en ese orden, para después tomar su ropa deportiva que le prepararon desde la tarde del día anterior.
Había ocasiones en las que, si estaba de humor, salía a correr por el vecindario, y en otras, como esa, que no le apetecía salir de casa. Era en esos días cuando utilizaba su gimnasio privado.
Terminando sudado, producto del esfuerzo en la barra de pesas, tomaba la toalla blanca que siempre se encontraba enrollada en la encimera del mueble del baño para proceder a quitarse la ropa y ducharse.
Una vez terminado el ritual de aseo se ponía uno de los 3 conjuntos que le dejaban listos en su gran armario, así como la corbata, los gemelos, el reloj y el pañuelo. Peinado, perfumado y con los zapatos lustrados perfectamente, salía de la habitación y desayunaba algo ligero para estar en el auto justo a las 7:35 para hacer los 25 minutos de su casa a la empresa.
En el camino leía el periódico o repasaba los archivos de alguna de las juntas que tendría en el día, pero en esta ocasión no hizo ninguna de las dos cosas. Su mente lo llevó, sin ningún sentido, a la cena de anoche donde la joven mujer que hacía de su nueva secretaria, escribía furiosamente en su cuaderno. Esperaba que no fuera a traer el mismo conjunto de ropa que la de ayer, porque entonces demostraría su falta de compromiso con la imagen de la empresa.
– Los tacones – murmuró casi ofendido. Recordando que aquellas zapatillas rojo sangre de tacón de aguja parecían más para salir de fiesta que para poder moverse con agilidad y profesionalismo por la oficina.
Al parar el auto en uno de los semáforos, Adam sacó su celular e hizo la llamada.
– ¿Cómo se llama la mujer de ayer?
Sin hola, sin saludos. La información era clave ya que él jugaba en desventaja. Había olvidado que se lo mencionó cuando estaba parada de forma muy torpe en la entrada del restaurante.
– Licenciado Gueller, buenos días ¿ha hecho algo mal?
– Te pedí su nombre
– Ava James señor, trabajó por 3 años con el licenciado César Reg en su microempresa.
– De acuerdo.
Con eso la llamada terminó. Recordaba al señor Reg, un hombre con visión empresarial y buen gusto, las sanguijuelas de su descendencia prefirieron vender todo por lo que él había trabajado yendo por el camino del dinero fácil.
Adam sabía cómo acabaría aquello.
La gente así, acostumbrada a tenerlo todo sin esfuerzo, se toparía con la pared al darse cuenta que ya no ha quedado dinero de la venta y ninguna fuente de ingresos para seguir chupando y poder solventar sus gustos excéntricos.
Haciendo una nota mental de no recibir a ninguno de los hijos de César Reg en su oficina, volvió a los pensamientos que traía entre manos.
– Ava James – murmuró como sopesando el nombre, probándolo.
No quería tener altas expectativas, pero si había servido por tres años al señor Reg ¿podría tener esperanzas?
Llegando a la empresa su chofer le abrió la puerta y el guardia de seguridad la del edificio
– Buenos días señor Gueller.
Asintiendo a modo de saludo, llegó directamente al elevador. Presionando el código para poder subir a su planta, dejó que las puertas se cerraran y se ajustó la corbata que ya estaba perfectamente ajustada
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1) Como Secretaria Para Gruñones
RomanceAva no tiene empleo y sus pagos atrasados la están obligando a ir con un currículum falso a la corporación Gueller a pedir el puesto de secretaria. Sin experiencia y con solo las ganas de trabajar para mantenerse a flote, Ava es sin duda una mala op...