Capítulo 34

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Adam balanceaba su vaso de whisky ya casi vació mientras esperaba a que Isabel y Ava estuvieran listas para irse a la fiesta.

Odiaba las excusas, y es por ello que admitía para sí mismo que estaba muy nervioso. La carga que representaba la familia Gueller era demasiado abrumadora para alguien como Ava, y su relación apenas tenía una semana de existencia. Era como si pusiera a un recién nacido en una bicicleta, en algún momento esta se iba a estrellar y Adam no quería que eso ocurriera.

Terminando de golpe lo que quedaba de licor se sobó el puente de la nariz cerrando los ojos, intentando calmarse a sí mismo diciendo que aquello era algo que iba a ocurrir tarde o temprano, la extrovertida catarina en algún punto querría conocer a sus padres, y aunque le hubiera gustado que pasaran más tiempo en su propia burbuja, sabía que después de la discusión en la oficina, donde él explotó y la lastimó, no había vuelta atrás.

Iría a la Luna si se lo pedía con tal de que no lo abandonara.

– Se totalmente sincero conmigo Adam – llegó la voz de Isabel por el pasillo – para el lugar que vamos ¿voy bien vestida?

La mujer de los mechones azules traía puesto un vestido al estilo vintage de color vino, la parte del top parecía ser un corsé y la falda era grande y plisada, haciéndola lucir elegante. Sus cabellos caían en rulos por sus hombros, viéndose completamente diferente a como la había conocido. Era otra Isabel Perea.

– Si – fue sincero – estás vestida acorde al código.

La mujer hizo una mueca como si la respuesta no hubiera sido de su agrado, y él estaba por preguntarle si había dicho algo mal cuando apareció la catarina en su campo de visión.

El vestido era del mismo estilo que el de Isabel, pero el suyo era en colores pastel que se iban degradando en la cintura, su falda plisada le llegaba a media pantorrilla haciéndola lucir recatada, pero su escote de v la volvía ligeramente provocativa. Las mangas eran hasta el codo, pero eran grandes y plisadas. Lucía como si fuera una princesa, y Adam se sentía el guerrero sucio que llegó al castillo dispuesto a robársela.

– ¿Qué te parece?

– Luces hermosa, estoy a punto de olvidar la reunión y tenerte solo para mí.

La inofensiva catarina comenzó a sonrojarse y sonreír de esa forma tímida que lo volvía loco, que deshabilitaba todas sus inhibiciones. Dio un paso al frente dispuesto a corromperla cuando una voz lo detuvo.

– Claro, un efusivo cumplido para mi hermana y yo solo recibo "estás vestida acorde al código" – se quejó Isabel, pero se notaba que bromeaba – ahora vámonos antes de que comiencen a derramar miel de sus bocas.

Tomando la mano de su pequeña catarina, se le fueron disipando un poco los nervios, besándole la mano quiso transmitirle un poco de la misma paz que ella le daba a él y cuando se quedaron viendo directamente como locos enamorados fue que Isabel dijo que se iría con el chofer en la parte de enfrente y los mando a ellos dos atrás.

Durante el camino la conversación fue amena, entre hablar de la tía Patsy, de sus aventuras y de cómo a Isabel siempre se le quemaba el arroz, Adam estaba tranquilo e incluso feliz. No fue hasta que el chofer estacionó en la entrada de la casa de sus tíos que el corazón comenzó a trabajarle más y su respiración se volvió pesada. De golpe había recordado a donde iban y quien los esperaba.

– Que hermosa casa, es incluso más bonita que la nuestra – dijo Isabel saliendo del auto con la boca ligeramente abierta – sin ofender Avi.

– No me ofendo.

Caminando hasta las puestas de la entrada, empezó a sonar una alarma en la cabeza de Adam, una voz que le gritaba "peligro, retirada" y que hacían sus pasos más lentos. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Qué sentido tenía el haber ido? Isabel tocó el timbre con entusiasmo y él estaba por gritarle que no lo hiciera, quería dar media vuelta e irse. No se sentía cómodo ahí, no se sentía cómodo con los invitados. Y entonces su mano derecha fue ligeramente apretada y el volteo a ver a la mujer que le sonreía de forma amable

1) Como Secretaria Para GruñonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora