Capítulo 8

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La señorita James ordenó los archivos que llevaba toda la semana intentando ordenar.

Bien.

La señorita James le había traído dos galletas de mantequilla cuando dijo que su café estaba muy solo.

Bien.

La señorita James le había entregado corregido el informe que él aun no le pedía. Bien.

Bien, bien, bien. Todo estaba bien. ¿Acaso era la única palabra que conocía? Adam comenzaba a cuestionárselo. Tal vez el curso de lingüística que tomó en la universidad había sido un fraude. Se la pasaba pensando todo el tiempo ¿Por qué le costaba tanto ser cordial con su secretaria? Y lo que invadía aún más sus pensamientos que aquella pregunta era ¿Por qué quería ser cordial con su secretaria?

No había una respuesta lógica, ninguna, así que decidió simplemente hacer uso de la omisión.

Su día había empezado como siempre, con la alarma a las 5 de la mañana. Sintió un ligero dolor de garganta y algo de mucosidad, pero, restándole importancia, fue directo a su rutina. Estaba lo suficiente congestionado como para no salir a correr, así que unos minutos en su caminadora y algunas repeticiones de pesas y sentadillas debían funcionar.

Supo que no estaba del todo sano cuando tomó el primer traje que vio sin pararse a mirar los 3 que estaban listos para ver cual se acomodaba más a su humor. La cosa se empezaba a complicar porque ni siquiera le importó ver si la corbata realmente combinaba.

Lo que restaba de su viaje de camino a la empresa lo hizo cerrando los ojos y recostando su cabeza en el respaldo, ni siquiera los cláxones sonando de fondo o los ruidos propios de la gente corriendo en los semáforos lo hizo levantarse y observar.

Llegando al edificio asintió a todos aquellos que lo saludaban cortésmente y entró al elevador aparentando que no quería toser o estornudar.

Pronto las puertas del elevador se abrieron en el último piso y ahí estaba ella, sonriéndole cordialmente sin mostrar los dientes, dándole los buenos días y empezando a decirle que tenía en la agenda del día.

Hoy llevaba una falda lápiz color coral con una blusa blanco satinado de hombros descubiertos. Parecía que con su primer sueldo se había comprado ropa nueva, porque ese era el porte de una secretaria. De su secretaria.

Decidió omitir el ultimo pensamiento

– Y si gusta podemos acomodar al señor Allende a las 4 y así usted podría... ¿Licenciado?

Adam se espabiló lo suficiente para ver que estaba frente a su escritorio de pie, mirándola directamente.

La mujer se aclaró la garganta mirándolo con curiosidad.

– ¿Pasa algo señor?

– No, no pasa nada, dejemos al señor Allende para la hora que acordamos y páseme los archivos de Lancaster.

La señorita James lo miró ahora de forma confundida y luego arrugo un poco el entrecejo.

– ¿Se siente bien licenciado? porque acabo de decirle que los archivos de Lancaster están en su bandeja de correo, se los envié esta mañana.

Si Adam hubiera sido otra persona, habría admitido que el motivo de sentir las orejas calientes era producto de un bochornoso momento de vergüenza, pero era Adam Gueller, seguramente era culpa del resfriado.

– Bien, es solo que estoy algo enfermo.

– Entiendo, ¿gusta que llame a su doctor?

– No es necesario

1) Como Secretaria Para GruñonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora