Capítulo 30

4.5K 350 87
                                    

Las manos heladas y temblorosas de Ava tocaron el timbre de aquella enorme casa.

Durante toda la mañana y parte de la tarde había estado buscando que ponerse para la ocasión. No tenía vestidos atrevidos, toda su ropa calificaría de adorable, incluso los vestidos de oficina eran en tonos pasteles o con adornos bonitos. Había llamado a Isa para contarle la situación y que le ayudara, pero antes de poder decirle algo su hermana le dijo que la tía Patsy había estado inestable durante la noche y entonces colgó.

Al final se decidió por un vestido beige que no tenía mangas y solo se sujetaba por dos listones que se amarraban en los hombros, como ya había empezado a refrescar por las noches, decidió ponerse una blusa blanca de algodón debajo de este y complemento todo con unos tenis blancos.

Ahora frente a la gran casa en aquel barrio elegante, sintió que su vestimenta era más que inadecuada.

– Debí ponerme el vestido rojo y usar zapatillas – murmuró nerviosa. Pero era demasiado tarde para dar marcha atrás.

Las puertas se abrieron de par en par y apareció ante ella una versión hogareña de su jefe. El hombre traía un jersey gris con unos pantalones de mezclilla y unos tenis a juego. El aura seguía siendo imponente como siempre, pero aquel toque casual hizo que parte de los nervios de Ava desaparecieran.

– Buenas noches señorita James, pase.

Sintiendo la timidez propia de una mujer enamorada, entró a la casa y entregó un refractario de vidrio.

– Sé que dijo que no trajera nada, pero no me pareció prudente venir con las manos vacías, así que traje un poco de gelatina.

Dándole las gracias el Todo Poderoso la aceptó y le dijo que se pusiera cómoda mientras el dejaba la gelatina en el refrigerador. Ava caminó con pasos inseguros por el impoluto espacio, el lugar era un estilo minimalista elegante, los tonos iban del blanco al negro, la mayoría de muebles, como mesas y estanterías, eran de vidrio, salvo el área de la sala donde se encontraba una gran y elegante chimenea. Todo parecía sacado de un museo y Ava notó que todo era muy acorde a la personalidad del hombre.

Frio y con clase.

Con miedo de romper algo, estaba por sentarse en el sillón, que parecía más de adorno que para que alguien se sentara, cuando en la repisa de la chimenea vio unos marcos de fotografías. Eran solo dos, y uno de ellas ya la había visto, era uno de sus cumpleaños, donde los Medina habían sido invitados, pero en esa foto solo salía Adam sonriendo junto a su abuelo, frente a él un enorme pastel con figuras de dinosaurio. La otra foto era él con un elegante uniforme escolar sosteniendo lo que parecía un diploma, en esta también salía con su abuelo que sonreía a la cámara.

– Esa vez me dieron un reconocimiento por mejor desempeño académico – sonó la voz de Adam por detrás de ella.

Sobresaltándose porque la habían descubierto husmeando, dejó la fotografía y le sonrió apenada.

– Su abuelo debió estar muy orgulloso de usted

– Lo estaba – sonrió un poco con nostalgia – saliendo de la ceremonia me llevó al parque de diversiones y me dejo subir dos veces a la montaña rusa.

El Todo Poderoso nunca hablaba de su infancia y eso hacía que cada cosa que compartiera fuera especial. Ava tenía entendido que no tuvo una niñez normal, con sus padres trabajando y su abuelo siendo su único amigo. Incluso Edwin le había dicho que comenzó a frecuentar a Adam cuando ya había fallecido su abuelo, lo que quería decir que durante mucho tiempo estuvo casi solo. Si, ella había crecido en un orfanato, pero no tenía malos recuerdos de él, se llevaba bien con todos los niños y las institutrices eran buenas con ellos. Siempre había deseado tener una familia, porque ¿Qué niño no querría una? Ahora Ava se preguntaba si el Todo Poderoso también había deseado lo mismo.

1) Como Secretaria Para GruñonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora