Nina.
La madre de Gaby, Alma, no tuvo problema cuando le pedí que la dejara dormir en mi casa. Habíamos ayudado previamente a acomodar el departamento en el que viviría Gabi y su madre para que llegaran descansando de su viaje y se dedicaran únicamente a desempacar y luego ir comprando las cosas que les faltara, pero era obvio que Gabi pasaría más tiempo conmigo que con su madre. Principalmente porque ambas tenían una relación muy complicada a veces.
Gabi estaba acostada en mi cama mientras yo tendía la cama en la que Louis había dormido y ahora dormiría ella (detalle que no iba a decirle porque probablemente iba a preferir dormir en el piso). Le conté todo, desde Chris hasta la ansiedad que tenía la noche anterior con la idea de su llegada, ella estaba concentrada en cada palabra y cuando terminé su boca estaba abierta.
— ¿Por qué no me llamaste? Pudiste haberte desahogado conmigo, sabes que nada cambiaría entre nosotras por mucha distancia que exista — sonreí de lado y suspiré —.
— Cuando pases más tiempo aquí, vas a entender que lo menos que quieres hacer es llamar a casa para quejarte. Sentía que sería desconsiderada, ustedes con problemas serios como el no tener luz mientras que yo estoy aquí con una vida amorosa caótica — me encogí de hombros —. No quieres llamar a casa y ser un problema más.
— Tú eres mi hermana, jamás serías un problema — dijo Gabi cariñosamente —. Y definitivamente no me presentes al tal Chris, porque te juro que voy a odiarlo toda mi vida.
Gabi y yo nos hicimos amigas en cuarto año, en un liceo público del que solo salían embarazos y delincuencia. Ella estaba en un pésimo momento, pues era acosada sexualmente por muchos y los profesores, lejos de hacer algo, la responsabilizaban de lo que vivía día a día. Alma, su madre, era de poco importarle la vida de su hija, le decía que a palabras necias oídos sordos. Es fácil hacer oídos sordos cuando no son tus fotos las que están rotando.
Yo conocía la fama de Gabi, pero me sentía intimidada por el hecho de que un año antes casi la expulsaban por cortarle la cara con una botella a una chica, porque más allá de la fama de safrica, Gabi era conocida por las sangrientas peleas en las que se metía. No lograron expulsarla porque ella se quitó la camisa de la institución durante la pelea, por lo que los profesores no pudieron hacer de su violencia un caso escolar. Además, había ocurrido en la calle. Creo que es por eso que nadie le hacía frente y se limitaban a acosarla con perfiles falsos de internet, su violencia era algo del que todos preferían cuidarse.
Nuestra primera interacción fue gracias a mi periodo, el cual me llegó de manera sorpresiva un día mientras hacía un taller de física. Entré corriendo al baño en el cual se encontraba ella fumando, entré corriendo al cubículo y entré en pánico cuando noté que no había papel higiénico que me ayudara a limpiarme y contener la sangre. Debí haber tardado demasiado porque Gabi tocó la puerta.
— ¿Todo bien? — preguntó tras la puerta, respiré profundo mientras sentía una gota de sudor rodar por mi espalda.
— Me vino el periodo — dije en voz baja, sentía un nudo en la garganta y las ganas de llorar se apoderaron de mi —.
— Tengo tampones en mi bolso — ofreció —.
— Yo soy señorita — dije mientras movía rítmicamente mi pierna derecha de arriba a abajo por la ansiedad —.
— Puedes usarlo igual — dijo después de ahogar una risa —. Y te juro que el tampón va a ser más romántico que cualquier hombre.
Gracias a Gabi pude continuar mi día. Desde entonces cada vez que nos veíamos por los pasillos nos saludábamos con algún gesto, el cual poco a poco fue pasando a conversaciones hasta que la cambiaron de sección y empezamos a estudiar juntas hasta terminar el bachillerato. Aquella chica adicta a la nicotina, de semblante serio y risos desordenados era la más dulce y compasiva que existía en la tierra. Tenía parejas por deporte, no le gustaba estar sola y a la vez la inspiraban a ir desarrollando su personalidad. Las rupturas, los enamoramientos, las peleas, las citas, los engaños y mentiras parecían ser su gasolina, parecían ser su motivación para estudiar, arreglarse, salir, ir al gimnasio. El amor le daba a Gabi esa carga de adrenalina para hacer funcional su vida, el dolor lejos de paralizarla, le daba energías.
Gabi no es la típica amiga popular de la mojigata, Gabi es luz, es sol, ella es radiante y me da paz. Necesito que entiendan lo complejo que es su cerebro y lo dispuesta que está a dar lo mejor a los demás.
— Creo que no volveré a Venezuela jamás — me dijo mientras estábamos acostadas, cada una en su respectiva cama —. No tengo nada a qué regresar. No tengo casa.
— Regresa a mí entonces — le dije y ella me miró —. No necesitamos a ninguno de estos huevones, siempre hemos sido tú y yo — me senté de golpe en mi cama —. Tú y yo deberíamos empezar a ahorrar para vivir juntas. Podríamos alquilar un departamento en capital y pasar el resto de nuestras vidas como solteronas que tienen compañeros de una sola noche.
— Tú tienes más potencial que ser una solterona — dijo con una sonrisa burlona —.
— Yo no sé. Simplemente construye conmigo una casa hasta que sientas que es momento de irte — ella me miró de cual cómplice —.
— '' Tu pueblo será mi pueblo ...'' — citó ella con una sonrisa —.
— '' Y tu dios será mi Dios '' — Terminé por ella —.
Habíamos leído el relato de Rút y Noemí cuando estábamos en clase de religión en 4to año y quedamos fascinadas por el nivel de amistad que construyeron esas dos mujeres. Aquel relato bíblico se convirtió en nuestro.
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Argenzuela
HumorPara nadie es un secreto la situación que viven día a día los venezolanos, que luego deben verse en la opción de emigrar a otro país. Así fue como Nina y Louis Carmelo acabaron en Argentina. Y les voy a ir hablando claro, esta no es una historia de...