• Capítulo 09

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Nina

—¿Por qué hay tantas niñas escribiendo escenas +18? Yo a su edad quería saber cómo se verían mis Barbies pelonas — solté con indignación —. Wattpad antes valía la pena, ahora la da.

— Nina quiere un Wattpad mejor — dijo Mica escribiendo algo en su libreta — ¿Vos qué querés, Louis?

— Quiero ser sirena, para usar brasier — respondió sin dudar un segundo —.

— Yo quiero morir luego de mi mamá — dijo Matías levantando la mano — Tengo miedo morirme y que mi vieja salga con mi foto de documento a la calle exigiendo justicia. Pasa que vivo en José C Paz — Chris y él chocaron las manos como aprobación —.

Suspire y apreté los ojos mientras me pasaba la mano por la cabeza, el dolor de cabeza me estaba matando y esta gente no ayudaba a que se me pasara. Me había hecho unos exámenes el día anterior y esperaba a que me pasaran los resultados por correo, debido a la congestión en los hospitales.

Se suponía que estas semanas estaríamos ingresando a la universidad, pero no. A China le dio por comer murciélagos. El Covid había llegado a la Argentina y ya empezaba a cobrarse a sus primeras víctimas. Mientras tanto nosotros hacíamos nuestras clases de manera virtual y nos juntábamos en nuestras casas como si estuviéramos ocultándonos del gobierno por narcotráfico.

Tocaron la puerta y yo me encaminé a abrirla con el desinfectante en spray. Cuando giré el pomo e hice la puerta a un lado, me encontré con 2 hombres vestidos con trajes protectores blancos, tapabocas, lentes de protección y guantes.

— ¿Nirvana Elena Stod? — asentí — Debe acompañarnos, ya informamos a su madre y está camino al hospital.

— ¿Por qué? — preguntó el chismoso de Louis a mis espaldas.

— Señorita, su examen ha dado positivo para coronavirus — me entregaron una hoja del examen —. Nos notificaron y el protocolo exige que la llevemos lo antes posible para evitar contagio — miré la ambulancia a sus espaldas con otros dos paramédicos —.

— Ay, wey — dijimos Paola y yo a la vez —.

Como es de esperar, nos llevaron a los 7 (si metemos a la pobre Nonna que quería ver la repetición de su novela tranquila). Luego de batallar unos minutos para convencerla de que podía verla en su tableta, accedió a venir por las buenas.

Estábamos todos en una misma sala, pero cada uno separados por gruesas bolsas transparentes en sus respectivas camillas. Me parecía un protocolo muy exagerado, pero teniendo en cuenta que estábamos ante una pandemia a nivel mundial la cual se estaba tragando todo a su paso de manera muy reciente, no me sorprende que nos traten como material radioactivo.

Estaba balanceando los pies de arriba abajo mientras estaba sentada en la orilla de la camilla, cuando Louis Carmelo entró sonriente.

— ¿Cómo me veo? — preguntó pícaro mostrando con orgullo su bata de hospital y girándose para mostrar la apertura que dejaba ver su ropa interior —. Tenía pensado ir a ver a Mica — señaló con su cabeza al otro lado como si esta no pudiese escucharlo —, y quería saber si estaba presentable.

— No deberías estar aquí, Louis. Debes respetar las áreas — le regañé —.

— Si no hubieras compartido saliva con el burgués — señaló el área de Chris que estaba frente a la mía —, no hubiera pasado esto.

— ¡Los puedo escuchar, son bolsas! — mencionó Chris al otro lado.

—¡Tú cállate! — soltó Louis con desprecio, como si su mirada pudiera traspasar aquella cortina que nos dividía como un láser.

En eso su teléfono sonó y se lo sacó del bolsillo de la bata.

— ¿Hola? — atendió tiernamente — Bendición, tía — dijo en tono dulce — ¿Qué dónde estamos? En el área donde ponen a la gente radioactiva — dijo mirando a los lados —. Ah, ya te la paso — desapareció entre los plásticos hasta llegar donde estaba la Nonna —.

Suspiré y cuando estaba a punto de recostarme para descansar, la bolsa a mi lado se deslizó revelando a un apuesto Chris con el mismo atuendo que todos.

— Te ves bien. Quiero besarte.

— ¿Qué?

— Dije que si morías, no te echaría de menos — dijo indiferente —.

— Tranquilo, solo te tiraré besos — dije tratando de retomar el juego —.

— Yo un zapato si fastidias — soltó dejando en claro que le había puesto fin —

Apreté los labios un poco frustrada y miré las uñas de mis pies.

— Deberíamos escribir cartas a las personas que odiamos y luego quemarlas — sugerí levantando la vista, pero él ya no estaba. Me mordí el labio y maldije internamente —.

¿Por qué era así?, ¿Cuál era la necesidad?, ¿Cuál era el objetivo de atraerme si luego iba a alejarme? Si quería algo, debía decirlo y si no, también. No jugar a este absurdo e infantil juego.

— ¿Y luego qué hacemos con las cartas? — preguntó divertido desde su camilla y no pude evitar reír y sentir que la confusión iba siendo reemplazada.

— ¡¿Y ahora qué estoy haciendo?! — exclamó Louis al otro lado, parece que huyendo de Paola.

— Existir — se limitó a responder esta —.

— Voy a quemarte por haberme metido en esta situación — amenazó Chris, se escuchaba frustrado —. La multa que nos harán pagar va a sobregirar mi tarjeta.

— A mí no me hables así — dije firme —. Yo no te invité a mi casa.

—¿Quién te crees?

— Una princesa — dije con suficiencia recostándome de mi camilla —.

— Pues yo soy la reina, cerda inculta.

Estuve a punto de contraatacar, pero llegaron unos doctores a llevarme para unos últimos exámenes.

Es en estos momentos donde soy feliz. No sé ustedes, pero a mí me encanta ir al médico para que me examinen y pase de ser humana a una especie de experimento. La verdad es que la estoy pasando bastante bien.

Luego de unas horas, mis amigos fueron descartados de Coronavirus, menos Louis y yo. Así que tendríamos que estar aislados de todos por un tiempo y en observación constante. Mi mamá y Daniel decidieron que Louis y yo compartíamos mi habitación.

Así que aquí estoy, acostada en mi cama, con el molesto del esperpento en un colchón en el piso haciendo video llamada con Mica. Mientras que yo me ahogo en mi tos seca, ellos se dicen cosas bonitas como si nada.



Chris.

Matías me miraba mal mientras yo le daba un largo trago a mi cerveza.

— Decídete.

— No voy a tener nada con Nina — rodé los ojos —.

— Entonces deja de decirle esas cosas — le esquivé la mirada y me encogí de hombros —. Basta, todos nos damos cuenta y nos haces sentir incómodos porque sos nuestro amigo. Pero si fueras alguien más la ayudaríamos a darse cuenta.

— Solo quiero divertirme, pero ella no entiende eso. Ve todas las señales mal.

— No, tú eres el que las manda mal — dijo rascándose la nuca —. Creo que tu papá tiene — Colgué la video llamada sin dejarle terminar —.

Sí, lo sé.

Mi papá tiene razón.

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