CAPITULO VEINTIDOS - EDUCACIÓN

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Miércoles, 23 de enero del 2019

Andrés conoce demasiado bien a su novia para saber que le pasa algo. No es solo que su hermana esté embarazada, que no se hable casi con su madre y que esté viviendo con Noelia en el piso de Lucía e Isidro. Él está seguro de que ella se está cansando de sus tonterías, incluso le preguntó a Isidro y él no quiso adornarle la verdad, hasta ahora ha sido un novio pésimo, siempre ocupado con mil cosas y sin tiempo para interesarse por su novia.

No es que no pasen tiempo juntos, incluso de vez en cuando pueden besarse sin que nadie los moleste y estar a solas. Sin embargo, Andrés se queda fatal cada vez que la besa, porque nada más empezar tiene ganas de arrancarle la ropa y tirársela y sabe que no debe hacerlo.

—¿Qué haces aquí? ¿No tienes clase? —le pregunta Isidro a su mejor amigo, cuando lo ve junto a él en dirección.

—La profesora de Inglés está reunida y no puede darnos clase, te he visto venir hacia aquí y te he seguido. ¿Y tú? —se interesa Andrés, porque hacía tiempo que su mejor amigo no acababa en dirección.

—Me han sacado de clase y me han dicho que viniese —se explica Isidro.

—¿Cómo están las chicas?

—El sábado, cuando acompañamos al aeropuerto a Patrick, el novio de Noelia, fuimos a ver La culpa ajena, una película muda de D.W. Griffith. Ya sabes que tu novia se ha vuelto una experta en planazos gratis los fines de semana. Después de ver esa película, les ha dado a las dos hermanas y a la mía por ver películas mudas o viejísimas, dice que así no me molestan si estoy estudiando o leyendo en el salón. Anoche tocó Amanecer, deberías verla —le aconseja su amigo.

—Lo que debería de hacer es hacerle más caso a esos planazos. El profesor de literatura me ha dicho a primera hora que se nota en mi relato que no he experimentado casi nada en la vida, que no me ha sucedido nada interesante y que, por lo tanto, no tengo realmente algo que contar.

—No sé nada de relatos, pero sí que hasta yo me preocupaba mucho más por contentar a Cristina y se supone que Vicky es tu futura esposa y yo nunca llegué a estar enamorado de mi ex. Además, nos divertimos muchísimo, incluso en el autobús cuando vamos o volvemos de Madrid.

—Algún día te enamorarás y estoy seguro de que ella será una afortunada —le dice Andrés un poco triste, porque no le gusta ver a su mejor amigo tan solo, aunque él nunca se haya quejado ni dé a entender que quiere que su situación cambie.

—Puedes pasar, Isidro. ¿Quieres hacerlo tú también, Andrés? —les pregunta Candela, cuando se encuentra a los dos amigos charlando.

—Claro —responde Andrés, que sigue a Isidro hasta el despacho del director.

En cuanto entran en el despacho y se encuentran al director y al profesor de Matemáticas, ambos nerviosos, Isidro comprende que alguien del Ministerio de Educación ha leído su queja sobre cómo lo trataron la semana que fue expulsado e intenta que Andrés se vaya por donde ha venido.

—Andrés, mejor vete y luego seguimos hablando —le dice a su amigo para que se vaya.

—Puede quedarse y dar su versión de los hechos —intercede Candela.

—Imagino que vamos a hablar sobre lo sucedido el día que se me expulsó del instituto por afilar un lápiz y prefiero que Andrés no esté delante —responde Isidro, serio.

—¿Por qué no? Al fin y al cabo, si tuviste que afilar el lápiz fue porque me habías prestado el que tenías en el estuche —dice Andrés.

—Y nos vendrá bien un testigo —añade Candela.

Como el agua y el aceite - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora