CAPITULO TREINTA Y CUATRO - UN BAUTIZO

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Sábado, 25 de enero del 2020

El fin de semana pasado, Isidro se pasó todo el sábado por la tarde con su hermana Pili probándose trajes. Parecía que más que el padrino de un bautizo iba a ser el novio de su boda.

Pili está más feliz que nunca. Hace dos meses que ha comenzado a trabajar a media jornada para una empresa que pertenece al Ayuntamiento de Madrid y le encanta lo que hace, se lleva muy bien con sus compañeros y tiene tiempo suficiente para las niñas y su recién recuperado marido.

Las niñas van casi todos los fines de semana al pueblo para ver a sus amigas, a sus abuelos y tíos, aunque Pili no suele quedarse con ellas, sino que se vuelve a su casa con su marido.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —le pregunta Manolo a Isidro, que está debajo de un coche a pesar de faltar aún una hora para abrir el taller.

—He venido antes porque me tengo que ir a las doce —le responde sin moverse de donde está.

—Vas a llegar cansado y no vas a poder bailar con la madrina como deberías —lo molesta Manolo.

—Victoria no es la madrina.

—¿Por qué no?

—Porque es la tía de Isidora y Noelia opina que son dos responsabilidades demasiado importantes para que las posea una única persona. Así que la madrina será una prima que vive en Granada —le explica Isidro.

—¿Cómo te va con ella? —le pregunta Manolo mientras se pone a trabajar en el motor de un coche.

—No la conozco de nada —bromea Isidro, haciendo entender que la pregunta era relacionada con la prima de Noelia.

—Con Victoria, idiota —se molesta Manolo.

—Desde su cumpleaños y la cena que compartimos juntos, nos llevamos mucho mejor. Hacemos cosas con algunos amigos los sábados por la tarde y este jueves me invitó ella a tomarme algo en el pueblo en agradecimiento a su regalo. Parece ser que se lo pasaron de miedo en el concierto y mucho más en el hotel. Sin embargo, hoy no pienso parar de decirle que me vuelve loco, estoy cansado de aparentar que no siento nada por ella —le cuenta orgulloso.

—¿Y con tu amigo? —continúa Manolo con el interrogatorio.

—Mal, aunque al menos me habla, si tiene que hacerlo y permite que los demás continúen siendo mis amigos. Ni siquiera le dice nada a Victoria después de que ella le echara una buena cuando se quejó de que habíamos cenado juntos.

—El tiempo lo cura todo, hijo —lo consuela Manolo.

—Pero nada vuelve a su estado anterior. Posiblemente, la amistad que tuvimos nunca será la de antes, aunque no sería sincero si dijese que no volvería a hacer lo mismo si estuviese en una situación similar.

—El abuelo de tu amiga Sofía me ha dicho que está mucho mejor —cambia de tema Manolo.

—Sí, está yendo a un psicólogo todas las semanas.

—Me alegro de que, después de todo lo que sucediera, se esté recuperando —afirma Manolo.

—¿Qué es lo que pasó? —se interesa Isidro.

—Cuando era pequeña, tendría diez u once años, un amigo de su padre intentó violarla. La encontraron antes de que lo hiciera, pero ya estaba desnuda y él también y, por lo que me contó el abuelo, la había tocado. Sofía estuvo dos o tres semanas sin hablar con nadie.

—Nunca me ha nombrado nada al respecto.

—Imagino que no le gustará recordarlo.

—Idiotas hay en todos lados. ¿Qué le pasó al supuesto amigo? —se interesa Isidro.

Como el agua y el aceite - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora