COMO EL AGUA Y EL ACEITE

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Un año después

El comienzo del último año en el instituto debería de ser recordado con esperanza y alegría, pero Isidro no podía sentir ninguna de las dos emociones. Él solo estaba afligido en el sofá del apartamento que compartía con su hermana desde hacía unos meses con el libro de Inglés en la mano, una de las asignaturas que siempre le había costado horrores aprobar.

Aún no entendía cómo pudo torcerse tanto su vida. Era conocedor que nunca había sido el ejemplo a seguir de nadie, su padre lo había dado por inútil hacía tiempo, pero los profesores ya no se asombraban cuando se esforzaba y aprobaba un examen con buena nota. Es cierto que su hermano mayor lo llamaba antes "bala perdida" y lo conocía bien, por lo que él mismo no esperaba ser otro tipo de persona, siempre sería criticado por su comportamiento por todos quienes lo conocen y era obvio que creían que no tenía un futuro brillante esperándolo.

A pesar de todo, podía decir con conocimiento de causa que siempre había sido feliz. Su vida no era perfecta, pero sus amigos compensaban todo lo que en ella fallaba, incluso cuando lo expulsaban del instituto y su padre lo castigaba trabajando sin cobrar nada para algún amigo o conocido.

Ahora, ni siquiera tenía amigos o ya no eran los mismos de hace unos meses.

¿Cómo pudo dejar que todo llegase tan lejos? Él no tendría que haberla mirado siquiera y, a pesar de sus desplantes y que no tuviese posibilidad alguna de conseguir más que uno o dos besos robados, no había podido olvidarla.

Ni siquiera el saber que su mejor amigo no lo volvería a tratar como a un hermano desde que se enterase de que algo había ocurrido entre ellos, había hecho que desistiera de soñar con ella.

Lo había intentado todo: hacer como que no existía o todo lo posible para que lo odiase, salir con otra persona, pelearse con ella, ser su mejor amigo y su hombro donde llorar. Nada había servido, pero tenía la esperanza de que cualquier día ella desapareciese de sus pensamientos.

Cuando estaban juntos, sentía que eran perfectos el uno para el otro. Ella hizo que se abriese y le contara cosas que ni siquiera sabía su mejor amigo, él la apoyó y compartieron confidencias. Se dieron cuenta ambos de que tenían mucho más en común de lo que nunca hubiesen podido suponer.

Lo peor era que él estaba seguro de que podía ser perfecto para ella y que ella lo podría llegar a querer, sin embargo, también sabía que su mejor amigo era una mejor opción. Su amigo la comprendía y la haría más feliz. Por lo tanto, era una locura dejarse llevar, porque en realidad no se convenían ninguno de los dos.

Ahora, podía asegurar que no solo existen amores correspondidos, ciegos o imposibles, también estaban los invisibles, donde solo una parte realmente se enamora y la otra nunca llegaría a sentir ni la milésima parte de lo que el otro sentiría, porque nunca nadie realmente sabría todo el amor que siente por ella.

Sí, el día menos pensado la olvidaría, pero en ese momento solamente podía sentirse el ser más desgraciado del mundo, echándola de menos, tratándola como a una amiga y soñando con los besos que habían compartido.

Como el agua y el aceite - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora