CAPITULO VEINTIOCHO - NOCHE EN LLAMAS

21 2 0
                                    

Sábado, 29 de junio del 2019

Andrés lleva toda la semana sin hablar con el que fue su mejor amigo y sigue furioso con él. Al menos ha estado durmiendo desde el lunes en el taller donde trabaja y mañana se pasará dos meses en Francia, por lo que Vicky no tendrá que vivir con él.

Lo más que le molesta es que su mejor amiga no le escucha cuando le dice que no quiere que vaya a Francia a trabajar este verano, no podría vivir tranquilo sabiendo que existe la posibilidad de que se encuentren.

—¿Qué haces aquí? —le pregunta Alejandro a Andrés, cuando se lo encuentra en el gimnasio.

—He venido temprano porque anoche no salimos. Solo ha sido mi primer día de prueba, para ver si empiezo el lunes —le explica Andrés.

—¿Y qué te ha parecido?

—Horrible, pero ya va siendo hora de que me ponga en forma —se sincera Andrés.

—Nunca te has preocupado mucho por hacer deporte.

—Pero después de presenciar el beso de Vicky y ese mal amigo que tenía, es necesario que lo haga. ¿No viste cómo lo besó? Yo siempre tuve que besarla a ella —se queja Andrés.

—No voy a darte un consejo ni a comentar ese beso porque no soy un experto en relaciones, lo máximo que me ha durado una novia ha sido seis semanas y considero que no fue realmente una relación, pero no creo que Victoria se fije mucho en los músculos que tiene un chico o puede dejar de tener para besarlo, no es de esas —le advierte Alejandro.

—Aun así, no voy a permitir que ese idiota sea mejor que yo en algo —responde Andrés molesto.

—En lo de ser más maduro ya te ha ganado. Te estás comportando como un niño caprichoso, Andrés.

—¿Un niño caprichoso? Me ha dado una puñalada por la espalda, el que consideraba que era mi mejor amigo, tengo derecho a estar enfadado —dice Andrés antes de irse sin despedirse.

En el fondo sabe que el deporte es una guerra perdida. Está seguro de que no volverá por el gimnasio, además, Isidro nunca va tampoco, pero salir a correr todas las mañanas o ir a nadar le da mucha más pereza, sin contar con jugar al fútbol o al baloncesto, deportes que siempre ha odiado practicar.

—¿Dónde has estado, hijo? —le pregunta su madre, cuando llega a su casa.

—En el gimnasio —responde un poco avergonzado, porque su madre sabe que él detesta hacer cualquier clase de deporte.

—¿Puedes sentarte un momento conmigo? Casi no te he visto desde que acabaron las clases —le pide su madre.

—Claro, mamá —le responde al sentarse frente a su madre en la mesa de la cocina.

—Estos últimos días me han contado varias versiones de la misma historia, pero todas con el mismo desenlace, Isidro y tú peleándoos por Victoria —va directa al grano.

—Sí, mamá. El que se supone que era mi mejor amigo estaba esperando a que mi relación con Victoria fracasara para intentar acostarse con ella —le cuenta su versión Andrés.

—Hijo, ese chico no estaba esperando nada, de hecho te aconsejó docenas de veces delante de mí para que le prestaras más atención a la que era tu novia. Sabes que te quiero sobre todas las cosas, pero tengo que admitir que no fuiste el mejor de los novios.

—Vale, pero ahora quiere aprovecharse de ella —sigue Andrés en sus trece.

—No creo que Isidro haya cambiado de la noche a la mañana. Ya sabes que no es como Alejandro o como tú, que os perdéis con cualquiera que conozcáis en un bar.

Como el agua y el aceite - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora