CAPITULO CUARENTA Y CINCO - MEJOR QUE BIEN

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Sábado, 10 de septiembre del 2033

Hace dos años que Isidro le regaló a su esposa la mitad de la finca de los abuelos de Patrick. Se la vendieron porque entendían que Isidro se la merecía por cómo había ayudado a su nieto y, especialmente, por cómo los había ayudado a ellos.

Desde que nació Isidora, Isidro ha ido todos los veranos a echar una mano. Para él es una especie de retiro donde descansar de su otra vida, que nada tiene que ver con los viñedos.

El primer año de casado fue solo, pero compró una casa cerca de la casa de los abuelos de Patrick, pensando en pasar los veranos en ella con su esposa, que lo ha acompañado todos los años desde que se especializó poco más de un año después de la boda.

Isidro les dijo a todos que se encargaría de todo y entre él y Olivia organizaron la boda más sencilla y divertida a la que han asistido sus amigos.

Todos se esperaban un gran grupo de música, una organizadora de bodas y lujo por doquier. Sin embargo, para su sorpresa, el lujo solo pudo observarse en la comida y en la bebida, en el resto la elección fue la comodidad y lo más práctico.

Isidro invitó a todos los familiares y amigos de ambas parejas, agradeciendo que por parte de Ramón fuesen solo siete invitados, porque en total había doscientos cincuenta.

Se casaron en la iglesia de San Juan Bautista en Arganda del rey. El padrino de boda fue Andrés, que se había convertido otra vez en el mejor amigo de Isidro, y la madrina fue Celia. Por parte de Julia fue algo extraño, porque ella se empeñó que su padrino tenía que ser Isidro y el novio llegó unos segundos antes que Victoria al altar. Olivia fue la madrina de Julia y Ramón, puesto que entre ella y Celia llegaron a un acuerdo, ya que ambas querían tener protagonismo en la boda.

La celebración fue en la finca donde ya vivían Isidro y Victoria, aunque Andrés también y lo sigue haciendo a pesar de haber tenido dos novias serias, pero no quiere vivir muy lejos de sus mejores amigos.

Todo fue muy sencillo, pero como lo describió luego Julia, lleno de detalles, elegante y de un gusto exquisito. Nadie tuvo nada que reprochar a la comida y en cuanto partieron las dos tartas y todos empezaron a disfrutar del postre, Isidro sacó a bailar a su mujer mientras comenzaba a sonar Stuck on you de Lionel Richie.

A Victoria se le salieron las lágrimas, porque recordaba perfectamente las palabras de aquel amigo que intentaba molestarla todo el tiempo, demostrándole así su amor.

—¿Dónde está tu marido? Hace cinco años que presume de que se ha prejubilado y lo único que hace es trabajar —se queja Lucía, que desde hace dos años vive en la casa de al lado, que le preparó su hermano, con Seba, su marido.

—Es que se supone que lo que hace no es trabajo, solo es un hobby.

—¿Te crees esas tonterías? Cuando deje de viajar a Stuttgart o no vaya los martes a la universidad a dar clases, me avisas.

—Vale, puede que siempre esté ocupado, pero tampoco puedo decirle nada. Está ahí siempre que los niños o yo queremos estar con él —le explica Vicky.

—¿Y ahora?

—Está en la piscina, ayudando a organizar la fiesta de esta noche con Ricardo, Andrés y mis tres hijos.

—¿Por qué siempre acaba organizándolo él todo? ¿O Andrés? Para el caso es lo mismo —se sigue quejando Lucía.

—¿Qué te pasa? —le pregunta Vicky a su cuñada al ver que hoy no hace, sino despotricar sobre Isidro.

—Hace tres días que habéis llegado de Francia y no lo he visto —termina por fin por admitir lo que le molesta.

—Bueno, tú estabas con tu marido en Nápoles y llegaste anoche —le recuerda Vicky.

Como el agua y el aceite - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora