CAPITULO CUARENTA Y CUATRO - TU FELICIDAD

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Viernes, 15 de diciembre del 2028

¡Veintiséis años! Victoria aún no recuerda uno de los cumpleaños desde que es adolescente, en el que haya pensado que es completamente feliz. Da igual cómo están las cosas, en su cumpleaños nunca mejoran. Este año no es una excepción.

Tiene cuatro días libres y no entrará a trabajar hasta el martes, por lo que desde que se enteró de que el día de su cumpleaños libraría, decidió que quería celebrarlo con una fiesta. Ese mismo día a Jeremías le dijeron que consiguió la plaza en Hospital Universitario Reina Sofía en Murcia, a tres horas y media de donde vive Victoria, y la noticia hizo que el cumpleaños se ensombreciera, pero al final, decidió celebrarlo igualmente.

—Gracias por venir —le saluda Victoria, cuando le abre junto a su novio la puerta de la casa a Isidro.

—Mi hermana me obligó, no te quiero mentir —bromea Isidro.

—Él es Isidro y él es Jeremías —los presenta Vicky.

—Encantado —le dice Isidro, aunque el otro no contesta, sino que lo mira como si intentara averiguar que talla de ropa interior utiliza.

Isidro, por su parte, procura no mirarlo demasiado. Lleva quince minutos recordándose que es el chico que Victoria ha elegido y que debe respetarlo.

Sin embargo, tiene que admitir que Jeremías no es feo, es casi tan alto como él, aunque muchísimo más delgado y no parece un mal tipo, solo un poco soso.

—Si quieres te enseño la casa —se ofrece Jeremías, a pesar de que él solo ha estado cuatro veces en ella.

—No hace falta —le contesta Isidro con su sonrisa de niño amable.

—Faltaría más, así sabrás donde está todo —insiste Jeremías, que quiere caerle bien a uno de los amigos de su novia, ya que, normalmente, no lo consigue.

—No insistas, Jeremías. Esta casa es de Isidro y él mismo la reformó con un poco de ayuda de Patrick y mi padre —le explica Victoria, cansada de la repentina amabilidad de su novio.

—Así que tú eres ese Isidro —le dice Jeremías, volviéndolo a escanear de arriba abajo.

—¿Hay más Isidros, Alevilla? —bromea el aludido.

—Es que no he escuchado bien tu nombre, pero sí he oído hablar mucho de ti —contesta Jeremías, antes de que su novia pueda decir nada.

—Espero que solo cosas buenas —le dice Isidro por decir algo.

—¿Consideras que es normal el tener tantas amigas? —pregunta Jeremías sin venir a cuento.

—No lo sé. Supongo que dependerá de las propias experiencias. ¿Tú cuantas amigas tienes? —le pregunta Isidro.

—Ninguna —contesta Jeremías.

—Pues eso me resulta mucho más extraño. ¿Tienes muchos amigos? —continúa Isidro con sus preguntas.

—Tampoco —responde Jeremías sin inmutarse, como si fuese normal el carecer de amigos.

—Tus fiestas de cumpleaños tienen que ser muy entretenidas —bromea Isidro.

—Me parece una falta de respeto que en la sociedad actual se acuesten todos con todos —es la explicación que da Jeremías.

—Si me acuesto con algún amigo para compartir la cama porque nos vemos obligados, no tengo sexo con él —lo intenta molestar Isidro.

—Pero eres un promiscuo —le acusa Jeremías.

—Yo también soy de ciencias, sin embargo, conozco nuestro idioma y la definición de promiscuo no coincide conmigo de ninguna manera. Yo solo he estado con dos chicas en toda mi vida, posiblemente, la castidad sea lo que más se me asemeje —le responde Isidro sin perder la calma.

Como el agua y el aceite - TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora