11.

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PETE:

-Oh cielos....

-¿Algo más que quieras saber? preguntó Vegas de mala gana.

-¿Por qué entraron en conflicto? inquirí. Él se tensó, no solo él, sino Porsche también. Estaba tocando tema tabú. Otro secreto que tenía que saber.

-No tengo más que decir ante ello - dijo sin mirarme. Se levantó y se fue hacia el pequeño mini bar que estaba ubicada a un lado de la sala y abrió un wisky, sirviéndose en un vaso. El líquido ámbar se derramo, haciendo ruido por el lugar.

Era voluble. Demasiado.

El ruido de unos pasos, me sacaron del escudriño que estaba haciendo el hermano idiota.

Un Kinn con cabello mojado apareció en mi visión. Tenía puesto una camiseta de manga larga con rayas negro y rojo, mientras tenía un jeans con unos zapatos de lona sin medias. Era demasiado atractivo, su aura era muy distinta al de su hermano. Él era muy lozano, relajado y tranquilo.

No parecía que iba a ser padre.

Al verme me sonrió, mostrando su perfecta dentadura. Ahora entendía porque Porsche se enamoró de él.

Sin embargo, su sonrisa murió cuando lo vio a el. Bajó rápidamente, yendo hacia su amor. Lo miró con demasiada
preocupación.-Estoy bien. Solo que tu hermano vino con una noticia muy alarmante -dijo Porsche con un suspiro. Kinn miró hacia su hermano, este solo bebía tranquilamente el licor que tenía en sus manos.

-¿Sabes hermano? -Todos los miramos. Se sirvió otra copa pequeña y lo bebió de una-. A veces es una lata ser el alfa de una manada Sonrió de medio lado-. Te envidio. Tienes a tu mate a tu lado.

¿Mate?

Sí, en los libros que había leído de hombres lobos, decían sobre el mate. Pareja destinada, su luna, su media mitad.

Porsche era el mate de Kinn.

¿Y de Vegas? ¿Quién era el mate de Vegas?
-Tranquilo, hermano. No pasará nada. Se alejó del mini bar, y sin decir nada más, lo cargó. Porsche se movió bruscamente, soltando una maldición. Se dirigió hacia su hermano y se lo pasó a él-. Ya vuelvo. Luego hablaremos de lo que pasó. Y llévalo a recostarse. Lo necesita.

Con eso se alejó de nosotros, dejando un ambiente muy incómodo.

Algo estaba pasando que no sabía. Algo que incomodaba hasta al mismo Vegas.

Debo saber cueste lo que me cueste.-

VEGAS:

Subí a mi auto y conduje rápidamente. No quería saber nada, ni el problema de las ambas manadas ni la cruel realidad de mi pasado. Solo quería poner mi mente en blanco, divertirme un poco y olvidarme un poco de todo lo que estaba pasando. Y sabía perfectamente como lo haría.
Conduje por las calles, dirigiéndome hacia un lugar en especial.
Los recuerdos nunca iban a dejar mi
cabeza, seguían rondando como
puñales clavados en mi alma. Me
dolía, carcomía y eliminaba la poca
alegría que tenía en mi pecho.
Si estuviera ella conmigo, gustoso estaría de hacerme cargo de la manada. Un rey necesita de su reina. Un lobo necesita de su mate. En mi caso, solo me refugiaba en lo que siempre había odiado.

Me detuve en un lugar, bajé de mala gana del auto. Ya no importaba nada, este día desaparecían mis problemas, solo por un momento. Gozaré en no pensar en nada. Solo quería sentir y disfrutar. Nada más.

Golpeé la puerta, apareciendo enseguida una bella mujer. Era hermosa, su cabello era rubio, largo. Le llegaba hasta la cintura, su bata de baño tapaba su belleza física para el ojo masculino. Francesca, así era su nombre. Una de tantas mujeres que siempre esperaba por mí sin poner objeción alguna.

¿Cuándo fue la última vez que estuve con una mujer?

Sí, fue después de conocer a Porsche.
Aquel chic que estuvo conmigo
cuando supo la verdad, aquella
persona que no se fue a pesar de
haberlo tratado mal.
Debo olvidarme de todo.

-Que gusto de tenerlo por aquí, futuro alfa de la manada Arcanos dijo con tono seductor. Abrió la puerta, dejándome pasar. Su aroma femenino dio justo a mi olfato, deleitándome-. Pensé que no ibas a venir más.-A la cama, ¿verdad?

-Así es. -La tomé de los labios, comenzando a besarla con desesperación y excitación. Todo mi cuerpo reaccionó ante las caricias dadas. Sus manos empezaron a quitarme la camisa, rompiendo unos botones. Brincó encima de mí, enredando sus piernas en mi cintura.

Y ahí comenzó todo.

La llevé a la cama, acostándola para luego recostarme encima de ella. Sus manos se aferraron a mi cuello, mientras nos devorábamos con pasión. Nuestras lenguas danzaban en nuestras bocas. Mi cabeza se había puesto en blanco, amaba esa sensación, quería estar así siempre.

-Tómame por completa, Vegas demandó con gemidos. Mi orgullo masculino se elevó, provocando que rápidamente. Mis pantalones estaban empezando a apretar. Ella lo supo, ya que rápidamente me sacó con sus manos expertas.

Yo no quedé atrás. Desaté su bata de baño, dejándola completamente desnuda.
Hermosa. Sus pechos eran como dos algodones deliciosos. Quería probarlo y jugar con ellos.

-Hazlo. -Quitó mi última prenda de mi parte inferior, mientras que yo quitaba la camisa, quedando en el mismo estado que ella.
Ahora podía fundirme en ella.Y así lo hice. Ella abrió sus piernas, dándome camino hasta el punto de calor. Saqué el pequeño sobre cuadrado, poniéndomelo con rapidez. Y en un solo embate, entré en ella. Ambos gemimos. Puse una de sus piernas por encima de mi cadera, y empecé moverme a demencialmente. Aquí no había ningún sentimiento amoroso, aquí solo estaba la pasión y la lujuria cruda que sentíamos ambos. Solo queríamos saciar nuestros cuerpos, nuestros deseos, olvidar todo y disfrutar el momento.

Ninguno de los dos estaba enamorado del otro.

-¡Oh Vegas! ¡Más! -exclamó con desesperación. Los movimientos se volvieron más demandantes, más salvajes. Moví mis caderas, mientras que ella se ajustaba a los míos, moviéndonos mutuamente para llegar a la cima.

Lo único que reinaba en aquella habitación, era el ruido de nuestro chocar. Salpicadura y placer. Bajé un poco y lamí sus pechos, sacándole gemidos de pasión.

Una, dos y tres. La cama se movió y ella gruñó. Eso fue todo para llegar a la cima, cayendo encima de su cuerpo, extasiado y complacido. Había tenido sexo nuevamente, eso era lo único que podía tener a mi disposición.

El amor no estaba en mis planes.
-Eso fue bárbaro. Me encanta cuando vienes de esa manera salvaje -dijo Francesca, acariciando mi espalda con sus manos-. Hoy fuiste salvaje.

Callé. No quería hablar.

Me aparté de ella, y saqué el preservativo usado, botándolo en el tacho de basura. Los hombres lobos, teníamos el libido alto, nuestros cuerpos eran un poco diferente a un humano normal.
Por ende, nos recuperamos con rapidez después de tener sexo.
Saqué otro paquetito cuadrado y nuevamente me lo puse. Ella soltó una risita cómplice.

ERES MI ALPHA (vegaspete)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora