Capitulo 17

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.Ilaria.


Era un día que no le agradaba a nadie, ni siquiera a ella mismas, mucho menos a las dos personas frente a ella que se encontraban despidiendola.  Su tío, el rey. Tenía una expresión neutral en su rostro, pero sin embargo, ella no dejó de notar muestras de preocupación en él. A su lado se encontraba Zadckiel, quien no dudaba en dejar notar su descontento.

Ella los observaba con algo de nostalgia. Aunque sabía las razones por las que hacía lo que hacía.

—Les agradezco por aceptar todo esto—les dijo en vista de que nadie decía nada.

—-Sabiamos que no te haríamos cambiar de opinión tan fácilmente—fue su tío quien respondió antes de darle una mirada de advertencia—No olvides que Ikary es un lugar peligroso, más para una Edevanne.

—Eso lo sé, Evan—respondió completamente segura—Pero también sabes que sé cuidarme—le dijo mirando a ambos hombres frente a ella—Ambos lo saben.

—Y no dudamos de ello—está vez fue Zadckiel quien habló—Pero si de otras personas—le dijo observando a las personas que se encontraban escaleras abajo cerca del carruaje. Si, la familia y la guardia de real de Ikary.

Ella no tuvo que voltear para darse cuanta de eso.

—Yo me encargaré de eso, confíen en mí.

Su tío se acercó a ella para acomodar el cuello de su capa y dejar después sus manos sobre sus hombros.

—No tomes nada a la ligera. Si vas a seguir con tu plan, toma tu tiempo y no te precipites—le aconsejó.

Ella asintió.

—Ya lo sé, no debes preocuparte.

Su tío tomó ambas de sus manos y las pegó a su pecho para darle un beso y asentir con su cabeza antes de estirar sus brazos hacia ella.

—Ven aquí.

Él la abrazó fuertemente en modo de despedida por varios minutos antes de separarse de ella para darle un beso en su frente.

—Que los Dioses guíen tu camino—pidió él por ella haciendo que sonriera mientras se giraba a Zadckiel.

En ese momento no le importaba su título, ni siquiera el hecho de que fueran observados por cientos de guardias que estaban tanto a su cargo como de Ikary. Eso no le importó cuando pasó sus brazos alrededor del torso de Zadckiel mientras él rodeaba su espalda abrazándola. Ella apoyó su mejilla sobre el pecho de él, y él apoyó su barbilla sobre el hombro de ella. El peso de la dura despedida recorría su cuerpo, y sabía que esto era difícil para todos. Estuvieron así por unos minutos antes de que le susurrara algo en su oído.

—Mantennos informados.

—Enviaré una carta cada día—aseguró ella separandose un poco—Lo prometo.

Ambos hombres asintieron.

—Confiamos en ti, aunque todo esto no me da buena espina—dijo el rey, aunque ninguno pudo decir una palabra más, no cuando ella comenzó a oír pasos a sus espaldas que venían subiendo las escaleras.

—Su alteza, debemos irnos ya si queremos llegar con luz de día al campamento—oyó la voz de Dyron y se giró hacia él notando que Hizzan se encontraba su lado.

Ella suspiró ante esa presencia pero no lo dejó notar.

—Si, Dyron, enseguida—dijo ella dándole un gesto para que volviera con los otros guardias.

Esa había sido una condición de su tío para aceptar su mudanza. Se llevaría a una gran parte de la armada con ella, quienes la cuidarían, la mantendrían protegida, y cumplirían cada una de sus ordenes. Al parecer el rey Dattmon no tuvo inconveniente con eso.

Dattmon se encontraba sobre su caballo a un lado del caballo de Hizzan encabezando a las tropas, luego de un par de guardias que rodeaban el carruaje blanco dónde viajaría Ilaria junto a Astrid. Detrás de él se encontraban los cientos hombres de la armada que acompañarían a Ilaria, unos a caballos y otros a pie. Ella al menos admitía sentirse más segura viajando con hombres de su absoluta confianza. Aunque esa seguridad se esfumó unos segundos cuando vio a Hizzan acercarse a ella. Solo que este no la observaba, sino a su tio.

—Su majestad, me encargaré de que la invitación a nuestra boda les sea entregada lo antes posible—le informó Hizzan sin recibir una sola palabra del rey Evander. Y ya que nadie decía nada, él decidió dirigirse hacia Ilaria—Alteza, es hora de partir.

Ella ya lo sabía, así que simplemente se volvió hacia su tío y se reverenció recibiendo un asentimiento de su parte. Una última mirada de advertencia y apoyo fue lo que recibió por parte de Zadkiel. Por otro lado, cuando se giró para dirigirse al carruaje se habia encontrado a un lado de la mano que Hizzan habia extendido hacia ella. Misma que decidió ignorar completamente antes de bajar las escaleras.

—Mujer independiente, ¿No?—lo oyó murmurar a sus espaldas, y no le hizo falta voltear para saber que Zadckiel ya había soltado una pequeña sonrisa llena de orgullo.

Cuando Ilaria llegó al carruaje fue la mano de Dyron la que aceptó para subir a él y encontrarse con Astrid ya dentro leyendo un libro. Tomó asiento frente a ella y escuchó a Dyron.

—El campamento no está lejos, alteza; no debe preocuparse, la armada esta desplegada en diferentes puntos de las tropas—explicó en voz baja.

Ella suspiró y asintió.

—Mantente cerca, Dyron, no te alejes—le pidio ya que en esos momentos era su hombre de más confianza.

—Estaré justo detrás de usted, para lo que necesite—le dijo de inmediato antes de cerrar la puerta del carruaje.

Solo minutos después de que su puerta se cerrará ella volvió a respirar.

—¿Se encuentra bien, princesa?—preguntó Astrid, quien ya no llevaba su rostro sucio y su cabello enrredado. Ahora vestía un vestido que Ilaria había decidido facilitarle y su cabello peinado sencillamente con un par de trenzas que surgían desde su frente. Lo único que no cambió era la venda que llevaba en su muñeca.

El corazón de Ilaria se aceleró cada vez más mientras observaba por la ventana cómo se alejaba el carruaje del palacio donde pasó su vida entera.

—Esto está pasando realmente—murmuró mientras trataba de recuperar el rumbo de su respiración.

—Si, creo que el plan que ideó tomó un camino diferente al que pensaba que tendria.

—Si que lo hizo—le respondió Ilaria mientras llevaba su mano a su pecho, dónde se encontró con algo que colgaba de su cuello. Sostuvo el amuleto que hace apenas unos días Aramis, en su lecho de muerte, le había obsequiado, y esa fue la fuente que le recordó que debía ser fuerte—Pero debo hacerlo—dijo después de un rato escondiendo el amuleto dentro de su vestido.

—Y no estará sola—seguró Astrid.
Ilaria levantó la mirada hacia ella y asintió.

—Gracias, Astrid, es confuso que me ayudes después de todo—murmuró Ilaria.

Por un momento pensó que eso pondría nerviosa a Astrid, pero fue todo lo contrario, se veía calmada.

—Si ayudándola puedo detener los planes perversos de mi familia, lo haré con gusto—dijo claramente con sinceridad, recibiendo un asentimiento de parte de Ilaria.

Aunque por momentos le costó, sentía un gran alivio al tener una aliada como Astrid a su lado. Comprendía sus razones para querer el mismo objetivo que ella, y era una de las razones que motivaba sus metas. Poco a poco debía adentrarse en su historia, en su pasado. De otra manera no encontraría un buen desenlace para la suya.

El viaje a Ikary fue largo, casi tres días de viaje y dos noches durmiendo en diferentes campamentos. Al atardecer del tercer día finalmente se veían entrando por las grandes puertas que separaban a Ikary del resto del mundo.

LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora