.Ilaria.
Esa mañana no perdieron un solo minuto desde que el sol salió.
Cuando Astrid se presentó a su habitación vestida con una capa abrigada, Ilaria se colocó la suya y se dirigieron a las caballerizas. Ya habían coordinado con Dyron en preparar cuatro caballos. No quería ir en carruaje, no querían llamar la atención más de lo necesario. Es por eso que ambas chicas optaron por el atuendo menos llamativo que tuvieran, nada de joyas o diademas. Ya encontrarían la forma de pasar inadvertidas con los dos guardias que llevarían, a petición de Dyron.
Cuando bajaron a las caballerizas, Dyron preparaba un caballo color pardo antes de notar su presencia y reverenciarse.
—Altezas, las esperabamos—comentó tomando las riendas del caballo.
—Creo que sigues olvidando que solo hay una princesa aquí, Dyron—murmuró Astrid incómoda acercandose al caballo.
—En lo que a mí concierne, veo a dos mujeres con sangre real, hijas de princesas, y eso te vuelve una—dijo este como era la costumbre—Eso te convierte en princesa, Astrid.
—Oh, por los Dioses, no empecemos...
—Dyron tiene razón—interrumpió Ilaria con ímpetu—Ya lo hemos hablado, Astrid.
No era un tema de conversación recurrente, pero ella solía evitarlo más que cualquier otra cosa. El trauma de su encierro durante casi veinte años no parecía ser fácil para ella. Eso, y el temor a lo vivido con su tío debian incomodarla. A pesar de la extraña confianza que había logrado crecer entre Ilaria y ella. Incluído el vínculo que forjaron con Dyron a raíz de su mudanza a Ikary, habian reforzado su relación. Y él no dejaba que ella olvidara ese detalle.
Ella resopló mezclando su aliento con el frío clima en una pequeña nube que salió de su boca.
—Mejor nos vamos ya—dijo.
Ilaria suspiró, sin ánimos de querer incomodar de algún modo a Astrid.
—Es cierto, ¿Dónde está Killan, Dyron?—preguntó acercándose a otro caballo.
Cuando Dyron regreso con Killan, otro guarda de la armada, los cuatro subieron a sus caballos.
Ilaria ya había visto a Killan antes. Era uno de los principales aliados de Pearcy, uno de los entrenadores para los nuevos reclutas. En parte se sentía tranquila teniendo la seguridad de dos de sus guardias, pero a otra parte de ella no le parecía necesario.
Al salir del palacio cabalgando, el aire parecía volverse más ligero. Lejos de los muros del castillo se podía respirar una atmósfera más tranquila. Las ramas y hojas casi congeladas crujían bajo los cascos de los caballos mientras cruzaban el pequeño tramo de bosque que debian recorrer. Alrededor de tres o cinco kilómetros después lograron ver las primeras chozas donde se alzaba el pueblo de Ikary.
Decidieron dejar los caballos cerca de una de las primeras cabañas que vieron que al parecer se encontraba olvidada.
Ilaria aceptó la ayuda de Killian para bajar del caballo, aunque no la necesitaba, mientras Dyron ayudaba a Astrid.
Se reunieron y comenzaron a caminar por las calles del pueblo. Era tan diferente al suyo. Había más de una casa abandonada o descuidada. No había flores o plantas por doquier como se veía en Armar. Y la gente no les sonreia al verlos pasar. Parecían más ariscos y amargados de lo que se esperaba.
—Esto no es lo que me esperaba—susurró viendo la gente que pasaba sin levantar la cabeza para saludar.
—Bienvenidos a Ikary—comentó Astrid en un suspiro—Aunque no siempre fue así.
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LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}
FantasyNi ser llamado valiente justifica las heridas, ni vivir como un cobarde garantiza paz. Las cicatrices que verdaderamente importan no están en la carne, sino en el alma, donde el dolor es silencioso pero insoportable, y cada latido es un recordatori...