Capitulo 34

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.Ilaria.

La cabeza le dolía, más de lo normal. Estaba agotada, el cuerpo lo sentía pesado, y su tobillo se encontraba hinchado, no lo sentía.

Hacia un par de horas que había despertado, con el sol del medio día golpeando su rostro. Se había despertado con los recuerdos de aquella horrible experiencia. Se despertó con su pie completamente vendado, notando unas marcas enrojecidas que subían por su pantorrilla. También se había despertado notando el lado de su cama al que le daba la espalda completamente revuelto, y a su vez cálido y tibio, como la sensación que deja un cuerpo que reposó ahí por mucho tiempo. Y si, ella lo recordaba.

Una parte de ella sintió extraño al despertar ahí sola, pero se sienta más extraña cuando notó que algo le faltaba.

De igual manera, no importó, ya que el resto del día estuvo de todo menos sola. Astrid y Dyron habían llegado a ver cómo seguía, los doctores iban y venían, revisaban su pie y su temperatura cada tanto, las sirvientas le ayudaron a cambiarse, otros le llevaron cantidades de comida infinitas. Estuvo bien atendida todo el día, pero no recibió visitas de su esposo.

No hasta esa noche. En el momento en el que decidió ignorar cualquier indicación de los doctores y ponerse de pie. Apoyándose del dosel de su cama, se colocó su bata de seda y apoyó sus pies al suelo sintiendo un punzante cosquilleo en el izquierdo. Pese a todo, se puso de pie. Caminó sosteniendose de todo lo que encontraba ignorando a su tobillo. Ni siquiera sabía a dónde quería llegar, simplemente quería salir de esa cama en la que había estado postrada durante todo el día. Cuando llegó hasta su tocador, se sintió con la fortaleza suficiente para apoyarse por si misma. Tomó aire y dió los pasos que pudo. Cuatro fueron los que logró dar hasta llegar al centro de la habitación. Justo ahí fue sorprendida al abrirse su puerta.

El principe Hizzan se detuvo frenéticamente al verla. Había cambiado sus ropas, y su cabellos se encontraba húmedo, dejando que varios mechones cayeran sobre su espalda. Ella, pese a que estaba perdiendo su equilibrio, se mantuvo quieta en su lugar. Solo veía cómo el rostro agotado de su esposo se adentraba más y más a la habitación.

—¿Que se demonios haces de pie? Vuelve a la cama—dijo él con voz ronca.

Pero ella era testaruda.

—Estoy...bien—respondió dando otro paso—No puedo seguir recostada, solo...

Fue inútil, cuando trató de dar el siguiente paso, su pie simplemente no respondió. Hubiera terminado de rodillas en el piso de no ser por la rapidez y agilidad nata de su marido. Enseguida la sostuvo por el abdomen y la enderezó. Con suma facilidad pasó su brazo sobre sus hombros y la sostuvo fuertemente detrás de su espalda. Prácticamente, la llevo a rastras hasta que la dejó sentada a los pies de su cama. Ella se dejó, ya que, para su mala suerte, comprendía que era inútil.

Suspiró profundamente llena de resignación cuando el principe se alejó un par de pasos hasta el tocador y arrastraba más cerca la silla para sentarse a unos metros de ella.

—Si quieres recuperarte pronto, deja a un lado tu terquedad—riñó el príncipe—Recuerda que lo que te mordió fue una serpiente, no un simple insecto.

—Lo sé, ya lo sé—exclamó ella irritada—Como sea. Solo espero que estés aquí por una razón.

Pese a todo lo que había pasado en el día, no había dejado de pensar en eso. La noche anterior el principe había prometido contarle aquella verdad que ella tanto había implorado. Una verdad de cuál ella no sabía nada. Podía ser cualquier cosa, pero todo se remontaba a aquello que había oído por parte de la anciana en el pueblo de Ikary.

LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora