Capitulo 36

86 13 0
                                    

.Ilaria.

El mundo se habia paralizado. Todo estaba de cabeza. Su vida estaba de cabeza.

Hace unos días, se encontraba lejos de su hogar, lejos de su familia, casada con el hijo de su peor enemigo. Y ahora, había vuelto a su hogar, con la vida desecha. Se había enterado del secreto que cambiaría su vida por completo, su peor enemigo era su padre, su ahora esposo era su hermano, su tío sabia toda esa verdad.

Su mente daba vueltas. Su cuerpo no quería responderle. Pero lo peor no terminaba allí con todos esos secretos.

Lo que había terminado con la poca estabilidad que mantenía, había sido conocer la traición de aquel chico con el que había crecido. Ver cómo Zadckiel apuñalaba a su tío y lo lanzaba escaleras abajo fue el golpe más duro que recibió su corazón. Ver cómo Zadckiel marchaba del lado del rey Dattmon fue algo que masacró su alma. Y ver cómo ese chico, quien solo le había regalado momentos buenos, la había abandonado con tal desprecio, fue lo que hizo que su corazón no resistiera más.

Tenía la mente borrosa. Lloraba, no podía hacer más nada. Lloraba de rabia al saber quién era su padre. Lloraba de dolor por las mentiras de su vida. Lloraba de desepción por Zadckiel. Y lloraba de preocupación por su tío.

La sangre en su estómago no había dejado de salir, aunque ella mantenía fuertemente sus manos en la herida. Todo el cuerpo de su tío se había vuelto pálido, sus ojos se cerraban fuertemente tratando de aminorar el dolor, al mismo tiempo las venas en su cuello se expandían. Había algunas cortadas en su frente, productos de la caída.

—¡Evan¡ ¡No, no!

Trataba de parar inútilmente la sangre, mientras que su tío balbuceaba palabras al azar.

Sintió varios pasos correr hacia ella. Dyron se había agachado del otro lado de su tío. Tomó su cabeza y la levantó sosteniendo también la herida abierta en su estómago.

—Su majestad...

Astrid se detuvo frente a ellos, completamente pálida, ahogó un grito terrorífico antes de salir corriendo del salón.

—¡Buscaré a los médicos!—informó saliendo.

Por último, una última persona se arrodilló precipitadamente a su lado. Al ver a Hizzan, la repulsión y rabia en ella estaba a punto de estallar. Pero las palabras no salían de ella. Vió como Hizzan inspeccionaba la herida del rey. Fue entonces que trató de apartarlo.

—¡NO, ALEJATE!—lo empujó sin éxito.

—¡Trato de ayudarlo!—le espetó sin medir sus tono, parecía que la adrenalina también corría fuertemente por sus venas.

En ese momento, sin que nadie lo esperara, el rey convaleciente estiró uno de sus brazos tomando la tela del pecho de Hizzan fuertemente. Sus ojos estaban encendidos, había un intenso fuego en ellos jamás nunca antes visto. Respiraba hondo, y escupía al hablar.

—Prometiste...que esto no pasaría...lo pro...—murmuró antes de caer nuevamente al piso tosiendo un líquido rojo que manchaba sus dientes.

—¡Evan!—chilló la princesa completamente consternada.

El principe, lejos de parecer sorprendido o intimidado por aquella acusación del rey, permaneció igual. Su pecho subía y baja frecuentemente, su respiración resonaba por todo el salón, su rostro se había enrrojecido. Pero había determinación en sus ojos.

—Estará bien... Debe estarlo—masculló antes de dirigirse hacia Dyron—Hay que llevarlo a una cama, sostenlo.

Él, sin pensarlo dos veces, tomó el brazo izquierdo de Evander para poder levantarlo, mientras que Hizzan se encargaba del derecho. Cruzaron los brazos del rey sobre sus cuellos y lo levantaron del piso haciendo el mayor esfuerzo de todos. Ilaria se había levantado con ellos, con su vestido y manos llenos de sangre. Corrió frente a ellos en busca de la habitación más cercana.

LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora