.Ilaria.
Ese día de invierno aún veía los copos de nieve caer desde la ventana de su habitación.
Hacía una semana que había comenzado a nevar. Hace unos días se había visto la nevada más fuerte, pero ya estaba pasando. La nieve que veía era menos que la ese día. Y lo único que pensaba cuando observaba a través del cristal, era en el poco tiempo que le quedaba para llegar a primavera.Los días cada vez eran menos, y el momento se acercaba. Y para su pesar, no estaba ni cerca de lograr lo que la había llevado a allí desde un inicio. No había logrado encontrar una manera de acorralar a los Alarick, ni una sola manera en la que dar con algo, por pequeño que fuera, que le demostrara alguna debilidad de aquella familia.
Su mente, que antes estaba completamente en blanco, volvió a la terrible realidad cuando escuchó la puerta de su habitación abrirse. No le hizo falta girarse para saber quién se acercaba a ella.
—Luces maravillosa—escuchó la voz de Astrid a sus espaldas—¿Por qué aún no te has puesto la tiara?
—Trato de retrasarme lo más posible.
—Princesa...
Sintió los pasos de Astrid ir hacia su tocador y permanecer allí por unos minutos. Tuvo que respirar profundamente antes de girarse ante ella.
Ella seguía obsevandola con una inocente sonrisa en su rostro. Sostenía la tiara en sus manos. La que combinaba perfectamente con vestido color gris que usaba ese día, uno que contrastaba perfecto con su rojo cabello.
—Te están esperando, eres la festejada, no debes hacerlos esperar—dijo acercándose hacia ella.
Cuando estuvo frente a ella, no dejó de sonreír mientras colocaba la tiara de diamantes en su cabeza. Y como cada vez que usaba una, sintió un peso atroz que parecía quería derribarla, pero se mantuvo firme.
Astrid la volteo hacia el gran espejo que tenía frente a si mismo. Se vió completamente en él. Desde lo destalles dorados de su vestido rojo; los pendientes en sus orejas; su largo y castaño cabello enmarcando su rostro adornado con la tiara; y sobre todo, el anillo de compromiso que llevaba sobre su dedo. Lo que veia no era una princesa que se suponía debía estar feliz de celebrar su vijesimo primer onomástico. Lo que veía era a una chica atrapada entre los muros de la mentira a la que ella misma se había encadenado.
Suspiró profundamente ante el peso de la visión que tenía. Aunque pudo relajarse un poco cuando Astrid apretó sus hombros.
—Recuerda que tu tío también te espera—recordó en voz baja—Al menos algo bueno sacarias de esto.
Era cierto. Quisiera o no, solo retrasaba lo inevitable.
Volvió a supirar.
—Andando—dijo encaminando se hacia la puerta a un lado de Astrid.
Apesar de que sabía que tenía su apoyo y compañía, también sabía que pronto la perdería. No podía ser vista por ninguna persona importante que supiera reconocerla como parte de la familia Alarick. En parte era una orden directa del rey Dattmon que ella misma no dejaba de reptir, y también era ella misma quien prefería no aparecer en publico por mucho que Ilaria se lo pidió. Lo último que pudo ver de ella fue una mirada completamente serena y llena de seguridad que le sonría mientras caminaba de espaldas por el pasillo donde se separarian.
Cuando hubo desaparecido, ella contempló la sólida madera de la puerta que la separaba del salón del trono. Tuvo que sacudir sus manos antes de tocar dos veces aquella puerta. Pero no evitó llevarse una mano a al estómago mientras la puerta abría. Mientras eso pasaba, trató de recomponer lo más que pudo su rostro, tratando de mostrarse lo más normal posible.
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LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}
FantasyNi ser llamado valiente justifica las heridas, ni vivir como un cobarde garantiza paz. Las cicatrices que verdaderamente importan no están en la carne, sino en el alma, donde el dolor es silencioso pero insoportable, y cada latido es un recordatori...