.Ilaria.
Desde la llegada de niebla, no hacía otra cosa más que ir a los establos para verla a ella y a su potrillo.
Pasaba la mayor parte del día allí, aveces en compañía de Astrid, quien solo buscaba una excusa para no estar en el palacio que tantos malos recuerdos le traía. Generalmente, Dyron solía acompañarlas solo por seguridad, pero ella sabía que no era necesario así que no lo obligaba.
Después de haber pasado varias semanas con Niebla paseando por el bosque o visitando el pueblo, algo que hacía bastante a menudo; visitaba seguido a su yegua solo por el hecho de que ella había revivido un recuerdo que ella daba por perdido. Aquel día en el bosque, con un insesante dolor en su tobillo, y un líquido espeso y caliente recorriendo su brazo. El día en que, el que ahora era su prometido, la había atacado casi a muerte. El día en que uno de sus hombres había dado la vida sin pensarlo, solo para defenderla, a pesar de ser inocente.
Cómo siempre que pensaba en eso, el amuleto en su cuello se volvía más pesado, aquel amuleto que le obsequió Aramis en su lecho de muerte. Ese collar, y también Niebla eran el recuerdo de todo lo que había prometido algún día, y todo lo que no había cumplido.
Recordaba con intenso pesar la promesa que le hizo a Aramis.
No descansaré hasta que el culpable de todo esto caiga.
Eran las palabras que se repetían en su mente cada vez que el recuerdo de un combalesiente Aramis llegaba a su mente. Eso, y las palabras de él al entregarle el amuleto.
El amuleto le servirá de ayuda, cada vez que lo miré recordara su valor y podrá acabar con esa familia si se lo propone. Y era verdad, cada vez que tomaba el amuleto y lo observaba recordaba algo, y no su valor, sino la decepsion que pensaba sentiría el espíritu de Aramis si viera la situación en la que se encontraba. Una situación donde los planes que tenía habían dado un giro completamente erroneo. Dónde todo estaba en su contra.
Desde su compromiso, habían pasado meses en los que su plan no iba bien encaminado. Supuestamente debía entrar en Ikary con la idea de encontrar algo con lo qué destruir a su enemigo, una debilidad. Pero nada había salido como ella quería; no estaba ni tan siquiera cerca de lograrlo, y además, las palabras de aquella mujer en el pueblo eran otro punto en su tormento.
Esa era una de las razones por las que había visitado constantemente el pueblo en esas semanas. Había ido con la esperanza de volver a ver la anciana, pero había sido inútil. Solo caminaba de arriba a abajo por las diversas calles y callejones, pero ni rastos de la mujer. Daba la sensación de que la tierra se la hubiera tragado.
Tenía tanto en su cabeza que no se había dado cuenta que Astrid había salido de la caballeriza y ahora habia vuelto.
—¿Princesa?—murmuró entrando al establo de Niebla otra vez.
—¿Si? ¿Pasa algo?—preguntó ella, sentada en el cubo de heno dónde habia estado hace un largo rato.
—Una guardia vino buscándote, dice que Hizzan desea verte.
Volvía a guardar el amuleto dentro de su vestido tras la capa gruesa de piel mientras se levantaba limpiandose.
—¿Hizzan? ¿Sabes para qué? Es muy temprano—preguntó ella confundida.
—No sé nada. El guardia solo dijo eso; y que lo buscarás en...el lugar que tú sabes—murmuró Astrid aún más confusa—Aunque eso no lo entendí, no sé a qué se refería.
—Yo sí.
Esa respuesta dejó sus labios sin que ella pudiera pensarlo. Si, sabía perfectamente a que lugar se referían. A ese lugar al que ella no había vuelto desde hace semanas.
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LA ESPOSA DEL REY {Los Cuatro Reinos #1}
FantasyNi ser llamado valiente justifica las heridas, ni vivir como un cobarde garantiza paz. Las cicatrices que verdaderamente importan no están en la carne, sino en el alma, donde el dolor es silencioso pero insoportable, y cada latido es un recordatori...