Capítulo 7

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Bajé del auto tan pronto llegamos a la casa de Anita y toqué el timbre, sintiéndome muy nerviosa al tener a Amaro demasiado cerca.

—Sra. Brianna, qué sorpresa —dijo tan pronto abrió y se dio cuenta de que era yo—. ¿Hay algún problema en la tienda?

—No, para nada —reí—. Tu auto ya quedó listo, así que lo trajimos.

—No debió molestarse, ya suficiente hizo en llevarlo al taller. Me hubiera avisado y yo hubiese ido a recogerlo.

—No me molesta en absoluto, no te preocupes —señalé al hombre a mi lado—. Él es Amaro, el mecánico que arregló tu auto.

Ellos se presentaron y Amaro empezó a explicarle todo lo que había hecho, siendo efusivo y apasionado con su trabajo. Él cae bien al instante, es amable, respetuoso, divertido y bastante risueño. Los autos parecen apasionarle muchísimo, pues habla de ellos y los trata como si fuese un niño. Le dijo que hiciera el cambio de las llantas traseras y también le recomendó una mano de pintura, pues ya estaba empezando a pelarse la que tenía.

Anita se veía muy feliz con el arreglo del auto y no era para menos, pues es el único medio de transporte que tiene para llevar a su madre a sus controles médicos.

—Bonito gesto.

—¿Qué? —miré a Amaro, de momento sin comprender sus palabras.

—No cualquiera hace lo que tú hiciste por ella.

—Anita es muy importante para mí. Ha estado conmigo desde el principio, dándome su mano a todo momento e incluso siguió impulsándome a no desfallecer cuando pensé que no iba a poder cumplir mis sueños. Mientras tenga el modo de darle la mano así como ella me la ha dado a mí incontables veces, lo haré sin duda alguna.

—Bonita —dijo y sentí que todo mi rostro se enrojecía—. Bonita forma de ser. Es gratificante y muy bonito ayudar de la misma manera en la que te han ayudado, ¿no?

—Sí, hay que retribuir lo que te han dado.

Permanecimos en un silencio cómodo mientras Anita terminaba de revisar su auto.

—Bueno, creo que me iré a casa, porque parece que va a caer agua —miró el cielo y asentí.

—Déjame llevarte —dije sin pensar.

—No, no quiero aprovecharme de ti, además, estoy todo sucio y no quiero ensuciar la cojineria de tu auto —sonrió—. Puedo coger un taxi o irme en bus. Realmente no estoy lejos del taller.

—Primero que todo, no vas a ensuciar el auto porque subas como mucho por veinte minutos. No me molesta llevarte. Tú te ofreciste con amabilidad a traer el auto cuando no era deber tuyo, ahora déjame retribuirte de la misma forma, ¿no?

—Está bien, ya que insistes, tampoco me voy a hacer rogar, menos cuando se trata de montar en tremenda belleza.

Lo miré fijamente y sonreí divertida, tratando de no dejarme llevar por los malos pensamientos, pero es imposible que mi mente no se haga películas que no debe cuando todo lo que habla lo entiendo con un trasfondo muy sucio.

Nos despedimos de Anita y nos pusimos en marcha. Durante el corto recorrido permanecimos en silencio, pero me hallaba muy nerviosa y con el corazón a mil, pues el aroma que desprende su ser se adueñó por completo del espacio. Sus grandes manos, sus anchos brazos, su buena proporción de músculos y ese overol ajustado a su cuerpo, hizo que mi mente se elevara en cuestión de segundos.

Traté de tener la vista fija al frente, pero mis ojos se desviaban por sí solos hacia su presencia, deleitándose con lo poco que podían apreciar de su figura. No sé en qué momento, un aroma tan extraño, pero para nada desagradable, se volvió de mi gusto.

Estacioné frente al gran portón del taller e inconscientemente busqué con la mirada a la mujer del auto blanco, pero ya no se veía por ningún lado.

—Gracias por traerme.

—Todo lo contrario, gracias a ti por tus servicios y por ayudarme a llevar el auto hasta la casa de Anita.

—Fue con el mayor de los gustos. Además, soy de esos que hacen los servicios completos o prefiere no hacer nada.

Definitivamente, este hombre va a hacerme explotar la cabeza a como siga hablándome en doble sentido. ¿O soy yo la que debe dejar de pensar en cosas ricas y cochambrosas?

—¿Quieres tomar un café? —inquirió, antes de bajarse del auto.

—Sí —respondí sin titubear y sonrió.

—Me iré adelantando.

Bajó del auto y se apresuró hacia el portón, sacando un juego de llaves de su overol para abrir el taller.

De repente empezó a llover a cántaros, por eso bajé del auto y me apresuré a ir tras Amaro, pues no quería mojarme tanto. El cielo estaba completamente pintado de gris y tronaba con fuerza.

—La silla está limpia, así que puedes sentarte con confianza —la puso en medio del taller—. Eso sí, disculpa el desorden que hay, pero no me ha quedado tiempo de limpiar. Will se va al medio día y quedo yo solo en la tarde, por lo que hasta la noche es que le hago aseo al taller.

Jamás había conocido a una persona que hablara tanto como él, pero no me molesta que lo haga. Todo lo contrario, es un deleite para mis oídos escuchar su varonil voz y todo lo que tenga para decirme.

—No te preocupes si hay desorden o no. Yo no vine a juzgar cómo esté el lugar, vine a tomar un café contigo.

—Descomplicada —lo oí decir y sonreí—. ¿Cómo lo quieres?

—¿Qué cosa?

—El café —soltó una risita—. ¿Te gusta dulce o fuerte?

«Bendito, deja de estar hablando de esa manera que no puedo con tanto, hombre».

—Ni tan dulce ni tan fuerte. Más bien en un punto medio.

—De acuerdo.

Respiré hondo cuando lo vi alejarse hacia la greca que tenía al fondo del taller. Contemplé una vez más todo su cuerpo y sentía como mi temperatura se elevaba poco a poco. Incluso de espaldas se ve jodidamente bien.

—Todavía se me complica hacer café en greca, por lo que me disculpo de antemano si no quedó como lo querías —me entregó la taza de café con una sonrisa que hizo bombear con fuerza todo mi ser—. Pero estas máquinas son muy útiles, más cuando estás ocupado en otros asuntos.

—Ya juzgaré tus dotes cuando lo pruebe —lo vi enarcar una ceja y sacudí la cabeza con fuerza—. El café, ¿no? Y sí, la greca es una herramienta muy útil en la cocina.

—Espero satisfacer tu paladar —sonrió ladeado—, con el café que preparé.

Bebí un sorbo de café, sintiendo la cara caliente y el corazón a mil. No es impresión mía, ambos estamos tirándonos indirectas muy directas. Pero curiosamente me gusta, porque no solo me siento a gusto, sino que experimento algo que hace mucho dejé de sentir en manos de Amir.

Irresistible Tentación[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora