Capítulo 13

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Regresé a la casa que compartí con un hombre que hoy en día es un completo desconocido para mí, y no voy a mentir, a mi mente llegaron todos esos bonitos momentos que vivimos juntos y todos los sueños que hablamos en medio de besos y caricias, y la nostalgia me gobernó.

Desde que conocí a Amir me enamoré perdidamente de él. Vivimos un amor loco e intenso por largos meses, antes de que me propusiera matrimonio. Quizás nos precipitamos en muchas cosas, pero fui feliz a su lado y vivimos al máximo hasta que el hastío hizo que todo acabara.

Pienso en las veces que tuvimos relaciones íntimas y nunca vi ese gusto del que tanto me habló y me parece tan extraño. Él era intenso, apasionado y le gustaba la rudeza en la cama. Siempre fue buen amante, sabía dónde tocar y qué decir para que mi piel se encendiera en milésimas de segundos. Aunque no soy quién para juzgar sus gustos, me pareció tan extraño verlo tan entregado y completamente satisfecho a la merced de su asistente.

Llamé al abogado de confianza de mi abuelo y pacté una cita con él. Confío plenamente en él, sé que no le dirá nada a nadie. Lo menos que quiero es una borda de periodistas queriendo saber sobre mi separación e inventando chismes que son falsos y puedan perjudicar la imagen de Amir, la mía y la de nuestras familias. Mi padre pondrá el grito en cielo en cuanto se entere que solicité el divorcio. 

Entré al chat de Amaro y un suspiro escapó de mis labios. No me ha respondido al último mensaje que le envié. ofreciéndole una disculpa por no ir a nuestra cita. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? Pero prefiero que sea así, suficiente dolor de cabeza tengo con Amir, para sumar un nuevo malestar. El problema es que ese hombre está en mi mente día y noche, no sé qué me hizo, pero parece que me hechizó con solo verlo en dos ocasiones.

Mi mente está tan vuelta un ocho, que todo lo que me estaba comentando Anita, no le estaba prestando ni la más mínima atención. No sé cómo convencer a Amir para que firme el divorcio sin que lleguemos a matarnos en el proceso, no sé cómo enfrentar a mi padre cuando se entere que quiero separarme y no sé qué decirle a Amaro para que acepte salir conmigo. No sé qué diablos hacer con mi vida, antes todo parecía tan claro y ahora solo puedo una espesa nube gris que cubre mi camino.

—Entonces, ¿qué respuesta le doy al Sr. Garces? —su pregunta me hizo fruncir el ceño. 

—¿Quién es el Sr. Garces? 

—El hombre que vino ayer a hacer un pedido grande de joyas, el de la subasta. 

Golpeé el escritorio con el bolígrafo y resoplé. recordando al Sr. Garces, un poderoso empresario que se dedica a realizar subasta con diferentes artículos cada mes. 

—Concreta una cita para mañana en la tarde. Puede que con la subasta nos expandamos un poco más, después de todo, asisten muchas personas elitistas a ese tipo de eventos.   

  —Sí, señora —tomó el teléfono del escritorio y realizó la llamada. 

La campanilla de la puerta de la tienda sonó, por lo que me apresuré a salir para atender al cliente que acababa de entrar. Pero me llevé la gran sorpresa al ver a Steven frente a mí. Lucía seria y traía en sus manos una cajita. 

—Buenos días, Sra. Daurella. 

—Buenos días, Steven —sonreí—. Puedes decirme Brianna. 

—De acuerdo —asintió, y pude percibir la duda en su mirada—. Primero que todo, vine a ofrecerle una disculpa por lo que apreció ayer.

—Bueno, sinceramente no tienes nada de qué disculparte, Steven. Los seres humanos estamos hechos de deseos y yo no soy quién para juzgar los deseos de otra persona. 

—Pero eres su esposa... 

—Lo soy, pero tú más que nadie debes saber que nuestro matrimonio acabó desde hace mucho tiempo atrás. Todo acabó, incluso el amor que una vez juramos ante el altar. No sé por qué razón todavía seguimos juntos, si ya no sentimos amor ni respeto por el otro. 

—Porque a sus familias no les conviene que estén por separado.

—La política es así, por eso nunca he sido parte de ella. Amir se dejó ganar por alguna razón que desconozco, pero si es lo que quiere hacer y es feliz con ello, no frenaré su camino por algo que nos compete solo a los dos. Si tu temor es que saque a relucir tu relación con él, pierdes tu tiempo al venir aquí, porque no soy ese tipo de persona que perjudica a otros para quedar bien. Lo único que le estoy pidiendo a Amir es el divorcio. 

—Él no te va a dar el divorcio —bajó la cabeza, sonriendo con tristeza—. Se aferra a un sentimiento que quizás nunca existió o talvez esté siendo manipulado por su padre. Amir hace lo que él le diga. 

—Yo no quiero hacer de un simple divorcio algo grande. Quiero mi libertad, estar tranquila y ser feliz en la vida. No me quiero amargar mis días entrando en disputa con un hombre que estimo mucho, porque el cariño que siento por Amir será eterno.

—¿En serio tú ya no lo amas o solo me lo estás diciendo de dientes para fuera? —inquirió. 

—Desde hace un tiempo me he venido haciendo la misma pregunta. Y desde que empecé a buscar respuestas, no hay una sola que me diga que todavía existe amor en mi corazón hacia él. No sé cuándo dejé de quererlo, simplemente me di cuenta de que él ya no es el hombre con el que quiero compartir mis días. A su lado ya no soy feliz y sé que él conmigo tampoco lo es. ¿Entonces por qué seguir juntos? Si la felicidad suya eres tú, yo no me voy a interponer en su camino. Una vez firmemos el divorcio, ustedes son libres de amarse, porque sé que tú lo amas, ¿no es así? 

Su silencio confirmó mi suposición.

—Porque lo amo es que vine a pedirte un favor. 

—Mientras no se salga de mis manos... 

—No te divorcies con él, al menos mientras termina la campaña. Amir necesita de tu ayuda para subir al poder y él de verdad lo desea. Él no es un mal hombre y tiene muchos proyectos buenos en mente, pero tú sabes que, en este mundo, un hombre infiel y que tiene distintas preferencias, nunca ganará. Por el amor que una vez sentiste por él, ayúdalo, por favor —dejó la cajita sobre el mostrador y se marchó de la tienda, sin esperar respuesta alguna de mi parte. 





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