Capítulo 11

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Mi cabeza está hecha un lío. Por un lado, está mi sentir y la forma en que yo veo mi relación con Amir, pero con todo lo que me dijo, me puso a pensar en que podíamos intentarlo una vez más. ¿Por qué no darnos una segunda oportunidad, si somos marido y mujer? Sería muy egoísta de mi parte no darle la oportunidad de enmendar sus fallos, si yo tengo los míos y no estoy aceptándolos como él sí lo hizo.

Aunque él buscó de todas las maneras habidas y por haber tener sexo conmigo, me sentía tan contrariada y frustrada, que no pude corresponder ni una sola de sus atenciones. Mi piel no se encendió, algo que me aclaró que soy yo la que dejó morir la llama del amor, porque sus deseos por mí siguen tan intactos como desde que lo conocí. Pero es que sus besos ya no causan nada en mí y no sé cómo decirle que ya no siento ningún tipo de deseo por él.

Quiero intentarlo, aunque sea una vez para no ser la mala del cuento, pero es que Amir ya no me inspira a nada. Es que ni siquiera me siento protegida en sus brazos. No encuentro calidez ni gusto. A su lado ya no me siento cómoda ni mucho menos querida. Sencillamente ya no siento nada por él.

Al final terminó convenciéndome para que fuera a la dichosa reunion con los otros politicos, pero no lo hice por mí, sino por él. Quiero darle mi apoyo de alguna u otra forma, aunque le dejé bastante claro que no contara con mi intervención. Sigo en mi posición de no involucrarme en la politica.

La noche la pasé en vela, mi mente está completamente saturada. No sé qué hacer con Amir, ya ni siquiera sé qué hacer con mis sentimientos ni conmigo misma. Y he tenido en el pensamiento a Amaro desde anoche, desde que cerré los ojos en un intento de sentirme excitada y cuando los volví a abrir, vi su rostro en lugar del de mi esposo.

Ese hombre no ha salido de mi cabeza ni un solo instante. Habíamos quedado en encontrarnos para tomar una taza de café y no he podido agarrar mi teléfono para pedirle una disculpa por no poder asistir a nuestra "salida". Algo me dice que él ya me escribió y que está esperando mi respuesta... O quizás mi presencia en el lugar.

No hubo un solo instante del evento en que Amir no me tuviese tomada de la mano, algo que complicó mi intento de escape para poder enviarle un mensaje a Amaro. No era una reunión como otras, más bien se trataba de un almuerzo donde se integrarían los candidatos de todo el partido.

Su cercanía me tenía abrumada, más sus cariños y sus besos en público. Hacia muchísimo tiempo que no se comportaba tan cariñoso conmigo y una parte de mí me decía que solo era pantalla para quedar bien ante todos sus compañeros de campaña, pero otra parte me decía que confiara en él, que quizás me estaba diciendo la verdad y este era su primer acto de demostración.

Lo cierto era que me sentía frustrada, contrariada, aburrida y fastidiada. Antes de que Amir soltara todas esas palabras mi cabeza estaba tranquila, no tenía ningún pensamiento malo ni bueno. Ahora todo lo que hago es contradecirme, basándome en cómo era a como se está comportando ahora.

—Sr. Daurella, tiene una llamada importante de la emisora. Están preguntando cuándo puede tomar la entrevista que aplazaron anoche.

—Reagenda la entrevista con la emisora sin problema alguno. Iré al baño, ¿de acuerdo?

—No tardes, mi vida —dejó un casto beso en mis labios y sonreí, asintiendo con la cabeza.

Aproveché la llegada de su asistente para escapar y poder respirar aire puro. No estaba pidiendo atención ni mucho menos amor de Amir, por lo que, que esté tan demostrativo conmigo me ha mantenido bastante azorada.

Entré al baño y me encerré en el primer cubículo vacío que encontré. Me senté en la tapa del inodoro, soltando un fuerte suspiro de alivio. Ahora sí puedo respirar. Amir me ha hecho sentir tan agobiada y estresada con su presencia.

Saqué mi teléfono y me di cuenta de que pasaban de las seis de la tarde. Hoy no tuve noción del tiempo. Habían tres mensajes de Amaro, uno de Anita y dos más de mi mamá. Abrí el que más me importaba y que hacía acelerar mi corazón sin poder evitarlo.

«Hola, hasta ahora me queda un rato libre y puedo escribirte. Pero no pienses que olvidé nuestra cita. En la tarde te envío la ubicación. Te deseo un lindo día».

El siguiente mensaje trataba, en efecto, de la ubicación de la cafetería.

«¿Todo bien? Me preocupa que ni siquiera hayas visto mis mensajes. Espero que estés bien. Te esperaré un poco más, quizás has estado tan ocupada como yo y no has tenido tiempo de ver el teléfono».

El último mensaje lo había enviado hace más de una hora. Cuando envió la ubicación dijo que nos veíamos ahí a las cuatro de la tarde. Con lo tarde que está y sin recibir respuesta alguna de mi parte, supongo que ya debe estar de vuelta en su casa.

«Hola, lamento mucho no haber respondido más temprano ninguno de tus mensajes, pero he estado algo ocupada. Estoy bien, no te preocupes. Siento mucho no haber podido llegar a nuestra cita, pero no fue adrede, eso te lo puedo asegurar. Tenía muchas ganas de tomar una taza de café en tu compañía. ¿Aceptarías remendar mi falta aceptando salir conmigo? Sabré entender si me dices que no...», vacilé y releí el mensaje un par de veces, pero al final decidí enviarlo, pues se encontraba en línea.

Mi corazón se agitó cuando leyó el mensaje, pero conforme fueron pasando los minutos, supe cuál era su respuesta. Me sentí desilusionada y debo admitir que fue un trago amargo su rechazo, pero después de que no respondiera sus mensajes y no asistiera a nuestra cita, ¿qué más esperaba de su parte?

Con los ánimos por el suelo y más confundida que antes, salí del baño sin ganas de seguir siendo parte de un circo. Quería estar en casa, ver una película y llenarme de mucha comida chatarra.

Busqué a Amir por todo el lugar, pero no lo encontraba por ningún lado. Una de las asistentes me dijo que podía estar en la oficina de su padre, por lo que subí a la segunda planta con la cabeza a punto de estallar.

Puse la mano en la perilla, pero varios sonidos me hicieron detener todo movimiento. Acerqué el oído a la puerta, tratando de entender los ruidos que se escuchaban en el interior de la oficina.

Abrí los ojos con sorpresa al escuchar con claridad el gemido masculino que resonó y fue amortiguado segundos después.

«¿Esa es la voz de Amir?», fue lo que pensé, al oír el mismo tono de su voz.

Giré la perilla con la mayor lentitud y suavidad posible, evitando hacer algún ruido que pusiera en alerta a las personas que se encontraban en el interior de la oficina. Contuve hasta la respiración, rezando para que la puerta no fuera de esas que rechinaban y no tuviera pasador.

Logré abrir un poquito, lo suficiente para poder mirar quiénes eran los que se encontraban ahí dentro, disfrutando a plenitud de sus cuerpos. La curiosidad estaba viva en mi pecho.

De espalda había un hombre, el cuál no reconocía y no podía ver bien. Su cabello era negro, algo que me tranquilizó porque Amir es muy rubio. Curiosa y con la adrenalina a mil, abrí un poco más la puerta para ver quién era la afortunada que estaba siendo taladrada con tanta fuerza que hasta sentí algo de envidia, pero todo mi ser se congeló cuando vi una expresión jamás vista en la cara de mi esposo.

Su expresión era de total goce, una mueca perversa y llena de satisfacción pura, mientras su asistente, ese del que nunca hubiera imaginado, tiraba de su pelo y de sus caderas mientras se hundía incesantemente en él.

Irresistible Tentación[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora