Capítulo 8

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Hace mucho que no me divertía tanto como hoy. Pese a que comenzó siendo todo un caos, al final del día la luz brilló para mí.

Amaro es un hombre descomplicado y bastante gracioso, que me ha hecho reír como nunca nadie lo ha hecho. Hablamos de varias cosas que teníamos en común y me sorprendieron en demasía, también de que Will es su sobrino y le ayuda desde hace un año en el taller, pues le apasionan los autos tanto como a él. Me dijo que, aunque no tenía hijos, adoraba a sus sobrinos con toda el alma.

Nos tomamos tres tazas de café sin darnos cuenta, simplemente hablando de sus sobrinos y de lo mucho que los amaba, pues la hermosa pequeña que tenía de foto de perfil en su WhatsApp es la hermanita menor de Will. Me habló de Sara y de lo linda y arrasadora que es. La duda que tenía en la cabeza quedó resulta, pero todavía me hacía falta descubrir quién era la mujer del carro blanco con la que estaba discutiendo hoy.

Las indirectas muy directas no hicieron falta, pues él parecía acercarse a mí, pero también se alejaba, lo que me mantenía atenta a su siguiente jugada para no perder en ese tira y afloja en el que nos enroscamos.

Pasé un rato divertido con un completo desconocido y no me importó. En ese momento solo estábamos siendo dos personas que interactuaban y se estaban conociendo poco a poco, que reían y se divertían. Olvidé que era una mujer casada y le di paso a esa chica atrevida, risueña y pícara que estaba escondida en lo más recóndito de mi ser.

La noche llegó muy rápido y quedaba en el aire un viento frío que me hizo recordar que había llovido con fuerza. No me quería ir justo cuando la estaba pasando tan bien, pero debía hacerlo.

—Gracias por el café —le dije, entregándole la taza vacía—. Te quedó muy bien, algo cargado, pero me gustó.

—Me alegro que te haya gustado. Gracias a ti por la compañía, hace mucho que no me reía tanto como hoy.

—También me divertí mucho contigo.

Nos quedamos en silencio por unos instantes, sin saber qué más decirnos de momento. La química y la conexión existen, pude sentirla con él

—Espero que algún día me aceptes otra taza de café, o no sé, algo más fuerte.

—No le veo problema alguno a aceptar salir contigo.

Sonrió, dejando ver el contento por mi respuesta.

No creo que esté haciendo mal al salir con él, ¿o sí? Es decir, vamos a salir en plan de conocernos, tomarnos un café o alguna otra bebida. No es como que esté siendo infiel al hablar con otro hombre que no sea mi esposo.

Pero al pensar en Amir, en todo lo que estamos atravesando y el poco interés que ambos tenemos en nuestro matrimonio, no siento estar fallando. Necesito hablar con él cuánto antes, ya no quiero seguir así. Si todo acabó entre nosotros, llegó el momento de ponerle punto final.

Durante el camino a casa, pensé en todo lo que me divertí con Amaro y me reí, sintiendo una sensación diferente en mi pecho. Los momentos más simples se pueden convertir en grandes. Mi día empezó pésimo, todo me estaba saliendo mal, pero varias tazas de café y una buena compañía marcaron la diferencia. Amaro y yo dejamos pasar la lluvia entre una charla amena y un buen café.

Llegué a casa y la soledad que había allí no tardó en abrigarme. La casa se siente tan fría y vacía, como si nadie viviera aquí. Desde hace un tiempo no me siento en paz ni a gusto estando en mi propia casa.

Recuerdo que antes las paredes retenían mis risas y mis gemidos, ahora es tan silenciosa, que da la impresión de ser un cementerio. La presencia de Amir se perdió, aunque en el aire se perciba el aroma de su perfume, su calor ya no existe por ninguna parte.

Me senté en el sofá por largos minutos, pensando en que la mejor solución para nosotros es terminar con esto. Fue muy bonito mientras duró. No voy a mentir al decir que fui infeliz a su lado, porque hubo momentos llenos de felicidad y armonía, pero ya entre nosotros no queda nada. Y prefiero que todo termine en son de paz, que vivir en guerra con él.

Mi teléfono vibró y, por un instante, pensé que se trataba de Amaro, pero era Amir quien me había enviado un mensaje:

«El viaje se alargó toda esta semana. Dado el caso que necesite de tu presencia en una de las entrevistas, te estaré avisando para que vengas».

—Idiota —lancé el teléfono a mi lado y suspiré.

Ni siquiera es capaz de preguntar cómo estoy o qué tal fue mi día. Es que ni un te cuidas hace parte de su vocabulario hacia mí. A él lo único que le importa es la política y ganar a como dé lugar, que todos lo vean cómo un buen esposo y un hombre ejemplar.

No le respondí el mensaje y me adentré a mi habitación. Tomé una ducha que aligeró las cargas del día y me puse un traje de dos piezas que modelé al espejo.

Desde pequeña fui moldeada por mi madre, pues ella siempre dijo que las mujeres debíamos tener medidas perfectas. No cuento con muchos senos, pero para mí son de un tamaño perfecto. Mi trasero no es grande ni pequeño, es un trasero común y corriente, como todas las personas que tienen uno. Soy delgada, pero cuento con alguna que otra curva. Si mi madre me llegara a ver, pondría el grito en el cielo, pues para ella así como estoy me estuviera haciendo falta una retocada completa.

Muchas razones fueron las que me llevaron a alejarme de mis padres. Una persona elitista se fía nada más de las apariencias y del dinero que tenga en su cuenta bancaria. Muy pocas saben apreciar los buenos corazones.

Justamente fue la sencillez y el poco egocentrismo lo que me enamoró de Amir. Él odiaba la política tanto como yo, era un hombre que no le importaba con quién se sentaba en la misma mesa. Es por eso que no comprendo por qué decidió irse por ese caminó y ser lo que un día dijo que no sería.

Así como me encontraba, en una sexi lencería roja, fui hasta la cocina a prepararme algo de comer. Me sentía libre en mi casa y sensual. A las mujeres nos juzgan de alguna u otra forma, porque el prototipo de mujer que hay en el mundo debe ser perfecto.

Me recogí en la cama con toda la comida chatarra que preparé y puse alguna película para distraerme. No sabía qué hora era y no tenía intención de mirar mi teléfono, aún cuando este sonó dos veces.

Comí hasta quedar a punto de explotar y me quedé recostada en el espaldar de la cama, riendo por la escena que acababa de ocurrir en la película. Se me dio por mirar el teléfono y habían un mensaje de Amaro. Había escrito hace una hora.

«Hola, espero no molestar a esta hora, pero me gustaría saber si llegaste bien a tu casa. Cuando tengas tiempo me respondes. Ten bonita noche».

Mi corazón se saltó un latido y sentí una emoción conocida, pero hace mucho que no experimentaba en mi pecho.

Sin importar que fuera la media noche, respondí:

«Hola, espero no estar interrumpiendo tus sueños, ya sabes, con eso de que a esta hora ya estás dormido. Llegué con bien a casa, gracias por preguntar. Bonita noche», adjunté una carita sonriente junto al mensaje y mordí mis labios al ver que lo leyó minutos después.

Nos enzarzamos en una conversación que no tenía ni pies ni bolas, pero que me hacía sentir a gusto, hasta que el sueño y el cansancio me venció. 

Irresistible Tentación[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora