Capítulo 39

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Cuando me casé con Amir, pensaba en una vida feliz y larga a su lado, que estaríamos juntos hasta el fin de nuestros días y tendríamos una familia bonita, grande y llena de amor. Me casé con muchas ilusiones, no solo personales, sino en pareja. Deseaba hijos, pero nunca llegó el momento adecuado para tenerlos y ahora agradezco que entre nosotros no hubiera un punto medio.

Ahora que estoy un paso más cerca de firmar el divorcio y desligarme para siempre de Amir, solo puedo sentir nostalgia. Los años que vivimos juntos los llevaré en mi corazón para siempre, porque hubo momentos donde fui muy feliz y me sentí la mujer más dichosa, pero no estábamos hechos para pasar toda una vida juntos. Lo quise y siempre lo voy a querer, más no a amar como en realidad hubiese deseado. 

A mi mente llegaron momentos donde fuimos uno solo y que me sacaron varias sonrisas. No todo fue malo entre nosotros, había instantes bonitos, como cuando se sentaba a mi lado y me abrazaba a escuchar los sueños que tenía en mente. Ahora que lo veo con más claridad, me doy cuenta de que me casé con mi mejor amigo y que esa amistad predominó por encima del supuesto amor que dijimos sentir por el otro.

Perdida entre los recuerdos y pensando en que tomamos la mejor decisión para nosotros, sentí un suave jamaqueo en mi hombro. Amir me miraba con el ceño fruncido, sus ojos azules ya no tenían ese brillo que siempre vi en ellos. 

—¿Te arrepentiste de último momento y no vas a firmar el divorcio? —bromeó y reí al escuchar el resoplido que Amaro soltó—. ¿Por qué no firmas? 

—Porque estaba pensando en algunas cosas, pero no te creas tan de buenas, que sí firmaré —suspiré, antes de plasmar mi firma en el documento que el juez me había entregado hace unos minutos. 

El juez puso el sello y su firma, dando por finalizado mi matrimonio con Amir. No sentí dolor o amargura, todo lo contrario, ahora que soy libre, puedo pensar en mi felicidad y en los caminos que me gustaría tomar para llegar a ella. No sé por qué razón mis ojos buscaron a Amaro, encontrándose con los suyos, como esperando este momento para decirnos en silencio que ahora sí podemos empezar con nuestra historia. 

—¿Qué vas a hacer de ahora en adelante? —le pregunté a Amir, al verlo perdido en sus pensamientos. 

—No lo sé —sacudió la cabeza y me miró con una vaga sonrisa en los labios—. He pensado en prestar servicio social en algún centro, pero todavía no tengo claro lo que voy a hacer con mi vida. Por ahora quiero alejarme de todo, olvidarme de todos y sanar. 

—¿Te vas a ir? 

—Sí. Iré a la casa del abuelo, es lo único que me pertenece y eso porque me lo dejó escriturado antes de morir. Mi padre me quitó todo lo que conseguí con mis propios esfuerzos, pero ¿sabes qué? Es mejor que se quede con todo, con eso no tengo que verle la cara nunca más.

—No es justo lo que hizo. Tú trabajaste muy duro y por varios años para conseguir tus cosas. 

—No quiero nada de eso —se encogió de hombros—. No quiero más disputas con él. Lo único que quiero es paz y olvidarme de todo esto que pasó. 

—No te olvides de mí, ¿de acuerdo? 

—Jamás lo haré, tú fuiste la única que no me falló y no me lanzó al agua Aunque fui un desgraciado contigo, me diste la mano hasta el final. 

Nos abrazamos por largos segundos, mientras le susurraba al oído que todo iba a estar bien y que el sol brillaría para él cuando menos se lo espere, porque mal hombre no ha sido. 

Steven es una sanguijuela que solo quería dinero y tener una buena vida. Cuando se ama de verdad no se lastima al ser amado ni con malas palabras. Ese maldito cinico lo usó como quizo, lo vendió para que la sociedad retrograda lo juzgara y lo atacara sin pensar en todo el daño que le estaba causando a Amir. Hizo que su padre lo golpeara hasta dejarlo en la inconsciencia y lo desechara como si no se tratara de nadie importante.

Me pongo en el lugar de él y sé cuánto le debe estar doliendo el alma en este momento, porque mi padre, por más que me ha pedido perdón y yo ya se lo concedí, no he podido olvidar que me dio la espalda cuando más lo necesitaba y me juzgó.

—Te deseo lo mejor en la vida. Y tú —miró a Amaro—, cuídala mucho, porque no tienes ni la menor idea del tesoro que encontraste. 

—Sé lo que la vida me dio y no soy tan huevón como para dejar ir de buenas a primera a mi diosa —respondió, acelerando los latidos de mi corazón.  

Amir sonrió y le estrechó la mano a Amaro, despues dejó un beso en mi mejilla y se marchó del juzgado rumbo a rehacer su vida. Me siento triste al ver cómo terminó todo. Nosotros no mereciamos todo lo que nos hicieron ni que nos perjudicaran arruinando nuestros esfuerzos y sueños, si solo buscabamos ser libres para ser felices.

Pero la vida no se detiene para nosotros. Mientras podamos seguir luchando, no nos dejaremos vencer. De los malos momentos es donde más se aprende y de las caídas no tenemos más opción que levantarnos siendo más fuertes.

—Ahora que estás libre y puedes darme una respuesta, ¿en qué punto estamos tú y yo? —su directo ataque me dejó desconcertada por un instante—. Entiendo que debamos ir lento, pero dime que al menos tengo una oportunidad contigo.

Sonreí ladeado, acorralando su cuerpo en el estrecho pasillo del juzgado.

—¿Tú qué crees? —acaricié su labio inferior con mi uña y tragó en seco—. Desde hace mucho estamos en un punto, ¿o acaso, todo lo que hemos pasado juntos, ha sido de mentiras?

—No, por supuesto que no...

—¿Entonces?

—¿E-entonces qué? —soltó una risita nerviosa, mordiéndose los labios—. Me estás poniendo nervioso.

—No hay necesidad de ponernos nerviosos, solo te estoy respondiendo la pregunta que me hiciste.

Una sonrisa tímida apareció en sus labios, algo que jamás había visto en él. Amaro no es un hombre que se deje amilanar por nada ni por nadie, por lo que me parece excitante su expresión.

—Estás muy directa.

—Y tú muy nerviosito —acerqué mis labios a los suyos, rozándolos con suavidad—. Vivimos juntos, compartimos la misma cama, hacemos el amor cada noche y nos besamos y abrazamos como si la misma vida se nos fuese a acabar. ¿No crees que esas son cosas que hacen las parejas?

Posó la mano en mi cuello, con esa suavidad y firmeza que me provocó escalofríos, y me acercó todavía más a su boca, alimentando todo ese fuego que no se extingue en mi interior.

—¿Quieres ser mi novia? —murmuró, en medio de un roce de labios que me tenía delirando y muriendo por ser besada con furia y pasión.

—Hace rato lo soy, mi rey.

Nuestros labios no lo soportaron más y se enredaron en un roce desenfrenado y frenético, olvidando que nos encontrábamos en medio de un estrecho pasillo.

En ese momento no me importaba nada, ni lo que decían las personas que pasaban a nuestro lado y se incomodaban al vernos. Al fin era libre para ser feliz en estos brazos que han sabido quererme y protegerme del mundo externo.

Irresistible Tentación[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora