32: Bajemos La Guardia

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Bajemos la guardia mujer
Amémonos como fue ayer
Hacerle un tributo al perdón
Qué aún somos los mismos y en cada latido aún te puedo sentir.
********************************Alex Sirvent

Harry se terminaba de vestir, aquel día se había puesto un pantalón color beige con un suéter color azul marino. Inconscientemente consultaba su reloj, en menos de cinco minutos era la tercera vez que lo hacía, aunque para él ya había pasado más tiempo; sinceramente la paciencia no era su mejor cualidad cuando se trataba de esperar para ver a London.

- ¡Oh!... Veo que ya estás listo -comentó adormilado Ron, bostezando prolongadamente. Harry lo regresó a ver, su amigo estaba parado en la puerta de su habitación; vestía aún su pijama color granate y su cabello pelirrojo tenía el aspecto que comúnmente se le conoce como "el almohadazo".

- ¡¿Te acabas de despertar Ron?! -vociferó molesto Harry, mirándolo indignado.

- ¡Oye, tranquilo! -se defendió el pelirrojo. - Quedaste de ir por London a las diez, y apenas son las ocho de la mañana. ¡Aún faltan dos horas! - subrayó señalándole la hora en su reloj de pulsera.

- Sí, pero no nos vamos a ir a la hora exacta, ¿correcto? -ironizó Harry.

- Harry, nos vamos a aparecer a sólo cinco minutos de la casa de los padres de Hermione... ¡Ya relájate! -terció rodando sus ojos azules Ron. Harry lo miró con resentimiento.

- Mira, no porque te hayas levantado más temprano significa que puedes llegar antes a verla. Si vas ahorita Hermione se pondrá histérica... ¡Capaz y te golpea! Y no quieres arruinar todo lo que has ganado en este mes, ¿cierto? -le explicó el pelirrojo, con un tono de paciencia infinita que irritó bastante a Harry.

- Amigo, te comprendo -añadió Ron. Harry lo fulminó con la mirada.

- No, tú puedes ver a Kai en el momento en que quieras, no tienes que pedirle permiso a nadie. Tú te quedas con tu hija hasta que se duerme, y la mayoría del tiempo eres la primera persona que ella ve al despertar. Yo en cambio tengo que esperar diecinueve horas para poder estar con London tan sólo cinco, en las que sólo puedo tratarla como la hija de mi mejor amiga... ¡Siendo mi hija también! -exclamó desesperado Harry, sus ojos esmeraldas se habían llenado de lágrimas; lágrimas de impotencia por tener a London tan cerca y a la vez tan lejos.

- Harry, London te quiere mucho... Me consta. Y sólo ha pasado un mes desde que se enteró que eres su padre, ten paciencia, verás que más pronto de lo que te imaginas ella te estará llamando papá -trató de darle ánimos Ron, Harry hizo un amago de sonrisa.

- Y en eso sí te entiendo, porque mi hija tampoco me llama papá -añadió con tono dramático el pelirrojo.

- Tiene tres meses de nacida -recalcó Harry, viéndolo exasperado.

- ¿Ves? También tendré que esperar para que me llame así. Y cabe destacar que gracias a ti no la veo desde anoche, todo por tu insistencia en que me quedara a dormir aquí - se quejó Ron.

- Quería asegurarme de que para variar estuvieras a tiempo -ironizó Harry. - Además, fuiste tú el que se apuntó para acompañarnos a London y a mí, así que no viene al caso tu reclamo -le recordó con sarcasmo el ojiverde.

- Ya veo... Prefieres la amistad de Snape -dijo fingidamente dolido el pelirrojo.

- ¡Ronald! -gruñó Harry.

La Sangre Que Nos UneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora