33: White Love

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Hermosa te tengo que hablar hoy
Quiero que me mires a los ojos
Nuestro amor es limpio como la nieve
Es un amor puro
White Love Oh Forever

Tengo que decirlo
Yo siempre seré el mismo
Seguiremos construyendo nuestro amor
Oh my love
Tan hermosa como los copos de nieve
********************************슈퍼주니어*Super Junior

Los dos salieron de golpe de aquel ensueño... Harry se dio cuenta que su mano izquierda se había quedado a medio camino en dirección a la barbilla de Hermione. Y Hermione ni siquiera se fijaba en esto porque sus ojos, abiertos en sobremanera, miraban nerviosos a su hija, y luego a su propia madre. Ellas estaban paradas en la entrada de la cocina, que justamente quedaba frente a la barra, lo que significaba que Jean Granger y London habían visto perfectamente toda la escena.

- Esperándote -le respondió Harry, tomando rápidamente su jersey de la barra. London le sonrió radiante y corrió hacia él. Harry la cargaba, abrazándola con fuerza y dándole un beso en la coronilla.

Jean Granger soltó un sonidito incrédulo, lanzándole una mirada fulminante a Harry que claramente gritaba: ¡Cínico!

Pero el ojiverde no se dio por enterado porque sus ojos se habían mantenido en London.

- Yo ya estoy lista, si quieres ya nos podemos ir -dijo cantarina London.

- Por supuesto -asintió Harry, acomodándola mejor en sus brazos se encaminaba con ella hacia el vestíbulo.

- Gusto en verla, señora Granger -se despidió con educación Harry al pasar junto a la madre de Hermione, quien no había entrado en la cocina; el ojiverde sabía de sobra que ella evitaba estar en la misma habitación que él. Jean Granger al escucharlo hizo una mueca que era una sátira de sonrisa, apretando en sus brazos las compras que traía mientras que sus ojos sacaron chispas. Hermione seguía a su hija y a Harry, y al pasar al lado de su madre evadió su mirada.

Cuando estuvieron en el vestíbulo Hermione le acomodaba la capucha de su abrigo color beige a London (cuyo diseño representaba las orejas de un borreguito).

- London, ¿no crees que se te está olvidando despedirte de tu abuelita? -le señaló Hermione, la niña asintió sonrojada. Harry a regañadientes la bajaba. La pequeña castaña regresó corriendo hacia la cocina, el ojiverde la siguió con la mirada.

- Entonces... Traerás a London a las seis de la tarde -abordó la castaña. Harry la regresó a ver, la verdad es que desde que London y Jean Granger habían llegado había evitado cruzar su mirada con la de Hermione. Por su parte ella también parecía incómoda.

- Sí, ya habíamos quedado -subrayó el ojiverde, y sin querer había sonado cortante; honestamente se sentía un idiota. Hermione asintió azorada. Harry no pudo continuar sosteniéndole la mirada así que aprovechó la excusa que le brindaba el hecho de tener que ponerse el jersey. Y para su buena suerte London no los había dejado mucho tiempo solos, después de despedirse de su abuelita volvió corriendo a los brazos de Harry.

- ¡Adiós, mami!... Te veo al rato -se despidió la pequeña castaña, estirándose para poderle dar un beso en la mejilla a su madre. Hermione sonrió al recibir el beso de su hija, pero cuando London se iba a alejar ella retuvo su carita entre sus manos.

- Hasta al rato, mi amor. ¡Pórtate bien! No se te vaya ocurrir alejarte de Harry e irte a curiosear como siempre haces. Es más... ¡No sueltes la mano de tu padre! -recomendó aprensiva Hermione. Harry la miraba admirado.

La Sangre Que Nos UneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora