La Sangre Que Nos Une

9: Tú

Eres todo para mí

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Si estoy loco, qué me importa
De alguna forma voy a hacer
Que me devuelvan de una vez
Una tarde junto a ti
Una risa, una foto, una película después.

Y una mañana te diré, cómo duele el corazón
De sólo pensar que estás escondida en un rincón
Preguntándote ¿por qué?

¿Por qué?, ¿por qué?

Tú, eres todo para mí
Todo lo que tengo yo
Y sin ti no seguiré viviendo.
Tú, si es que puedes entender
Yo jamás te dejaré
Aunque traten de alejarte de mí.

*********Kudai

Para Harry la noche fue desesperantemente larga, a pesar de ello en sus sueños aparecía aquella mágica tarde, por la que había esperado tantos años, por la que había suplicado; la tarde en que incluso sin saberlo, por fin había conocido a la razón de su existencia... London. Con sus bellos ojos esmeraldas viéndole vulnerables, luego con agradecimiento... Una hermosa sonrisa dedicada a él, el roce de sus tiernas manitas invitándolo a mantener complicidad. Las mismas que apenas minutos después se movían en señal de despedida, su carita triste recargada en el hombro de aquel ojigris que estaba usurpando su lugar. Nuevamente el dolor intervino en el precioso sueño, nuevamente la sombra de Draco Malfoy le recordaba que su hija no estaba del todo...

Se movía en la cama bañado en sudor, sus manos heladas se apretaban en puños y su mandíbula tensa amortiguaba los gritos de frustración. Un último alarido logró escapar entre sus labios y retumbó en la habitación del hotel, finalmente despertó, respirando agitadamente e inhalaba aire como si sus pulmones se hubiesen vaciado en aquel grito. Se retiró el exceso de sudor de su rostro con ambas manos temblándole, se colocó los lentes que aún usaba al despertar, antes de usar los de contacto; notó la claridad color zafiro que se colaba por las cortinas, no había salido el sol pero el reloj de Boston ya marcaba las siete de la mañana.

Se incorporó con la respiración aún violenta, caminó hacia la ventana y movió las cortinas de golpe... Observaba el famoso río Charles, cuyas aguas tenían el azul reflejo del cielo matutino, que paulatinamente comenzaba a aclararse; sus ojos esmeraldas estaban conteniendo el llanto.

— London... Sé que fui yo quien te dejó en manos de él, que fui un idiota por no darme cuenta a tiempo de lo que Hermione, tu mamá, significaba en mi vida. Y que ese error lo he pagado con mi sufrimiento día tras día... Desearía poder regresar al pasado y cambiar mi equivocación para haber estado todo este tiempo a tu lado. Pero mi realidad es esta, hace años te perdí y ahora tengo que recuperarte, aunque sólo me veas como un amigo, en serio anhelo porque al menos pienses en mí de esa forma, que me consideres parte de tu vida. Que ahora mismo cuando despiertes estés deseando tanto como yo que llegue la tarde...

Por fin las lágrimas lograron brotar, pero Harry no hizo el menor intento por suprimirlas.

Tomó una ducha, aunque trató de tardarse para no sentir que el tiempo pasaba lentamente; a pesar de todo mientras se vestía cada segundo en el reloj avanzaba como si fuera una hora... las diez apenas.

Decidió que desayunaría en el centro comercial, fue al mismo donde dos días atrás chocó con London, con la esperanza quizás de que ella estuviese por ahí y la viera antes de lo planeado. Recorrió la plaza durante casi tres horas, merodeó por el área de niños, y jamás pasó. Estando en el departamento de juguetes tuvo el impulso de comprarle uno... Encontró un lindo unicornio de peluche, sonrió ante lo irónico que resultó adquirirlo ya que era algo vinculado con la magia; y estaba seguro de que ella había crecido sin saber que ésta existía.