22: Mi Princesa

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Y sabes que eres la Princesa de mis sueños encantados.
Cuántas guerras he librado por tenerte aquí a mi lado.

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David Bisbal

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Harry se paralizó, la personita que más amaba en la vida, la razón de su existencia estaba ahí. El corazón comenzó a latirle con fuerza, a reclamar por sentirla cerca, porque la sostuviera entre sus brazos... Pero entonces sus miedos lo golpearon de nuevo, y muy fuerte, recordándole que no sabía lo que estaba sintiendo en aquellos momentos London, lo que pensaba al tenerlo frente a frente sabiendo realmente quién era él.

De pronto ella apartó su mirada, y a Harry el alma se le cayó a los pies al descubrir que London miraba con ansiedad a su madre; mientras él comenzaba a temer que su hija quisiera irse.

- Será mejor que los dejemos solos... ¿No lo cree, Miss Granger? - intervino Snape, y fue hasta ese momento que Harry recordó que Snape las había acompañado. Hermione asintió con torpeza porque aún continuaba viendo a su hija. Repentinamente regresó a verlo a él, y por primera vez Harry no pudo descifrar su mirada, la cual extrañamente lucía cristalina; pero quizás no la pudo comprender por el miedo que lo estaba invadiendo. La castaña volvió a ver a London dándole una rápida caricia en la espalda para luego marcharse con Severus Snape.

El temor de Harry disminuyó un poco cuando vio que London no salió corriendo detrás de su madre; sin embargo el corazón seguía oprimido porque su hija evitaba verlo.

- London yo... - se atrevió a romper aquel tormentoso silencio. La pequeña castaña soltó un ligero suspiro y entonces finalmente alzó la mirada, Harry sintió que se quedó sin aliento al descubrir que sus ojos estaban llenos de lágrimas.

- ¿Harry, tú me amas? - preguntó con su tierna vocecita, provocando que su corazón se contrajera; habría esperado que le dijera cualquier cosa menos que le preguntara aquello.

- ¡Más que a mi vida! -le respondió instintivamente. Los ojitos esmeraldas resplandecieron por sobre las lágrimas, y su pequeño corazón se llenó de dicha; su madre se lo había asegurado, pero ella necesitaba que él se lo dijera. Lentamente esbozó una radiante sonrisa, y Harry sintió cómo las lágrimas comenzaron a descender por sus propias mejillas.

- ¡Perdóname por no haber estado junto a ti todos estos años para demostrártelo! - exclamó Harry, tuvo el impulso de correr a abrazarla pero se contuvo; sin embargo se acercó a ella y se puso de rodillas para quedar a su altura.

- No fue tu culpa, mi mamá me contó por qué no estuviste a mi lado - dijo condescendiente London. - Y yo te pido perdón porque fui la causa de que ustedes se separaran - añadió bajando la mirada, su vocecita contenía un tono de culpa; y mientras hablaba Harry se dio cuenta que aferraba el anillo que pendía de la cadenita de plata en su cuello, aquel que ahora creía que él le había dado a su madre cuando eran novios.

- ¡Eso no es cierto! - saltó Harry, recordando lo que Hermione le había dicho acerca de la historia que le había inventado a London.

- ¡Sí lo es! - rebatió la pequeña castaña, regresando a verlo. -Tú hiciste que ella se fuera porque estaba esperándome, y querías que estuviéramos a salvo de Voldemort. Te dejó solo... ¡Por mí! - sollozó volviendo a bajar la mirada, y Harry se sintió furioso consigo mismo.

La Sangre Que Nos UneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora