Capítulo Cinco

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—¿Qué haces?— pregunta Xav entrando a la habitación.

—Matando el tiempo.

—¿Matando tiempo?

—Matando el tiempo— corrijo y frunce el ceño—. Es diferente— digo y él suspira.

—Explícame ¿cómo matas el tiempo?— pregunta y recalca el "el"

—Bien, sólo cierro mis ojos y espero a que alguien quiera comunicarse conmigo— expliqué y esta vez se encuentra más confundido, bastante.

Me toma de la mano y me hace ponerme de pie.

—¿Qué?— pregunté y cuando me giro lo veo sentado en la silla— Yo estaba ahí— me quejé y palmeó sus piernas indicándome que me siente sobre estas.

—No me sentaré en tus piernas.

—¿Por qué?

—No me gusta, es incómodo.

—Lesya, no hay nadie— dice y me cruzo de brazos.

En un rápido movimiento tira de uno de mis brazos y me sienta en sus piernas, inmediatamente, trato de ponerme de pie pero sus brazos me envuelven e inmovilizan.

—¿Te estás muriendo?

—No, pero es incómodo— dije y suelto un suspiro dándome por vencida.

—¿Quién esperas que se comunique contigo?— pregunta y lo miro con seriedad.

Al principio solía tomarse estas cosas a juego, pero a medida que el tiempo pasaba fue ignorándolas. Me remuevo sobre sus piernas y acomodo unos mechones de cabello tras mi oreja.

—Cualquier... Alma, quién sea que quiera comunicarse conmigo puede hacerlo mientras tenga los ojos cerrados.

—¿Por qué haces esto?

—Para ayudarlas a no quedarse en el limbo. No tienes que entenderlo si no...

—Es interesante Lesya... ¿Crees que puedas intentarlo ahora?— lo miro con el ceño fruncido y se inclina para besar mi mejilla.

Suelto un suspiro y dejo caer mi cabeza sobre la suya.

Cierro mis ojos y espero a que pase. Siento que el sueño se apodera de mi a los pocos segundos y despego la cabeza de su pecho.

—Esto no funciona siempre Xav, es mejor que...— me detengo al notar que ya no estoy en mi habitación.

Empiezo a caminar por el espacioso campo. A lo lejos veo una gran casa blanca con detalles verdes, tiene ventanas de estilo francés y un columpio de un costado. Al principio se me hacia muy lejos, pero con cada paso, daba la impresión que la casa no estaba tan lejos como creía.

—¿Vive alguien aquí?— pregunto subiendo las escaleras del pórtico.

No obtengo respuesta y abro la puerta de madera. El piso, escalera y puertas son de madera con detalles dorados. La cocina está al final del pasillo a unos cuatros metros, las luces de arriba parecen apagadas, pongo un pie en las escaleras y se escucha un disparo.

Llevo mis manos a mi boca para evitar hacer ruido. Siento una mano en mi espalda seguida de una dulce voz.

—Hola— doy un gran brinco y giro ante la voz de la niña.

Tiene cicatrices debajo de los ojos, cabello largo castaño, su frente era adornada con una pollina y tenia un vestido azul.

—¿Quién eres?— pregunta sosteniendo un peluche contra su pecho.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora