Capitulo Veintinueve

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Para mi mala suerte los pasillos estaban despejados, no había rastro de alguna otra alma.

¿Dónde estaban todos? Esto parecía una especie de matadero, la universidad parecía sombría y cada pasillo que dejaba atrás se iba sumiendo en la oscuridad. Tal vez la sombra engullendo todo a su paso era sólo parte de mi imaginación y en realidad no estaba sola, aunque honestamente no estaba dispuesta a parar para averiguarlo.

Crucé a la derecha y maldije para mis adentros, percatándome de que había cruzado el único pasillo de todo el campus que no tenía salida. Me había dado cuenta muy tarde y ya no tenía la oportunidad de dar la vuelta.

Abrí la puerta que me llevaba al que era el sótano. La misma habitación en la que terminé ocultándome hace un tiempo. Me adentré lo más que pude llevándome latas de pinturas y estantes por el medio hasta que mi espalda chocó con la pared causándome un pinchazo en la columna. Respira Lesya, respira.

Llevé una mano a mi pecho intentando regular mi respiración. Por debajo de la puerta podía ver como toda la luz estaba siendo cubierta por la oscuridad. Estaba totalmente aterrada. Deslicé mi espalda por la pared hasta llegar al suelo, llevé mis rodillas al pecho y me abracé a mi misma escondiendo mi rostro entre mis brazos. El silencio se había apoderado del pequeño cuarto, estaba en una esquina y sumida en la oscuridad. Tenía ganas de correr, llorar y gritar. No quería quedarme ahí abajo mucho tiempo.

Unos brazos helados y cuerudos sujetaron los míos desde atrás causando que se escape un grito agudo de mis labios y me levanté del suelo corriendo hacia la puerta. Giré la perilla pero esta no abrió, intenté un par de veces más hasta que recurrí a los golpes y gritos desesperados. El llanto había creado un nudo en mi garganta. Ya no podía gritar, me quedé muda después de unos segundos o minutos.

A mi espalda se escuchaban susurros, pasos, quejas, golpes suaves a un metal. El sudor frío me hacía estremecer y el miedo que sentía amenazaba con hacerme colapsar. Reuní el valor necesario para mirar atrás. Los mismos brazos que acababan de sujetarme a través de la pared estaban a pocos metros de mi y se acercaban a gran velocidad.

Di los últimos golpes dispuesta a darme por vencida cuando la puerta se abrió.

-Lesya... Hasta que te encuentro, salgamos de aquí- habló un hombre con voz ligeramente ronca.

Miré hacia atrás y todo se veía normal, como nada hubiera pasado.

-Belarion ¿Qué haces aquí?- pregunté titubeando.

-Por Dios, estás sudando. Ven, te llevaré afuera.

-¿Adónde vamos?- pregunté cuando dos hombres se suman al recorrido.

-A mi casa, tenemos muchas cosas que discutir- respondió mirando por sobre su hombro- Todo estará bien.

Los dos hombres con cara de matones, se habían posicionado una a cada lado mío, Belarion iba adelante capturando la atención de muchos a nuestro alrededor. Después de examinar bien a Belarion y a los dos hombres que me rodeaban, fijaban sus ojos en mi; inexpresivos.

Salimos de la institución y me guiaron hasta una camioneta, una 4x4 de dos cabinas. Desde la distancia pude ver a Cael sentado en la parte de atrás con mala cara, la cual empeoró al verme. Peinó su cabello hacia atrás con frustración. Me subieron a la parte de atrás junto a Cael y uno de los hombres se sentó con nosotros mientras él otro iba al puesto de piloto y Belarion en el puesto de copiloto.

-¿Cómo dejaste que te atrapara?- me recriminó Cael con mala cara y fruncí el ceño.

-No eres el más indicado para regañarme- dije con ironía.

Durante todo el trayecto el auto se mantuvo en silencio. Sentía mucha tensión en el ambiente, sobretodo porque Belarion me observaba incansablemente por el retrovisor.

-Muchachos, guíen a los huéspedes a sus respectivas habitaciones- ordenó Belarion, señalando las escaleras de madera pulida- Están especialmente diseñadas para ustedes.

-¿Por qué estás haciendo esto?- cuestionó Cael de forma agresiva.

Probablemente estaba apunto de lanzarse encima de Belarion.

-Después hablaremos de eso- se limitó a decir haciendo un ademán con la cabeza para que empezáramos a subir las escaleras.

Cuando llegamos al segundo piso nos separan llevándonos a habitaciones diferentes. Veo que a Cael lo pegan contra la puerta a mi derecha y posteriormente lo empujaron dentro de la habitación. Me volví hacia Belarion y le dirigí una mirada de odio.

-¡Confiamos en ti!- grité y rió.

Segundos después también me pegan contra una puerta y me lanzan dentro de una habitación. Caí al piso y trato de reincorporarme, pero para cuando logro ponerme de pie ya la puerta estaba cerrada.

Recorrí la habitación con la mirada; una cama, una mesa de madera, una silla y aparte de la puerta, mi única vía de escape era un agujero en la pared de la derecha, era lo suficientemente grande para que yo pudiera pasar por ahí. El problema era que estaba sellado con un vidrio evidentemente grueso y resistente. Decidí asomarme al otro lado y descubrí que comunicaba a la habitación de al lado.

-¡Cael!- lo llamé golpeando el vidrio con ambas manos. No lo veía por ningún lado. Estoy segura de que lo metieron en esa habitación.

Di un pequeño brinco en mi lugar por la forma repentina en la que apareció frente a mi. Su rostro transmitía ira y frustración.

-¿Estás bien?- pregunté.

-No, ¿tú lo estás?- respondió con brusquedad- ¿Debería estar bien por estar encerrado en una habitación lejos de mi familia?

-Me refería a si estabas bien físicamente- solté endureciendo mi rostro- Ya no me importa.

Me di la vuelta y escuché como sus manos golpearon el vidrio fuertemente. Me dirigí hacia la pequeña cama, acostándome de frente a la pared.

-Lesya, lo siento- lo escuché disculparse pero no me atreví a voltear.

Yo también lo siento.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora