Capitulo Veintisiete

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El pasillo principal estaba colmado de alumnos. La mayoría llevaba almohadas, sábanas, morrales, libros y demás. Cael se mantenía serio como de costumbre. Ya no me resultaba tan intimidante después de todo.

Unos metros más allá logré ver a Leila, miré a Cael interrogativa y asintió tomando otro camino. Me mordí el lado interno de la mejilla y empecé a correr hacia mis amigos.

Leila soltó un grito agudo y luego me abrazó, empezó a llorar desconsoladamente pero yo no podía producir ni una sola lagrima. Sentía una inmensa felicidad por verla, pero no lograba demostrarlo.

-Ian está muerto- soltó quebrándose. Mi mandíbula se tensó instantáneamente, mordí mi labio inferior mirando el cielo. Bajé la mirada hacia ella- Lo siento tanto, yo...

-No digas nada- la interrumpí con un nudo en la garganta- ¿Dónde está?

-En el campo- respondió y me tomó de la mano guiándome entre los alumnos.

Sentí la mirada de varios sobre mi. Supuse que ya se había filtrado que por mi culpa la universidad fue tomada.

En el medio del campo, rodeado por un par de forenses, estaba un cuerpo cubierto por una sábana blanca. No dije nada y apresuré el paso hacia ellos, cada segundo iba más rápido hasta llegar a correr. Pasé rápido entre dos de los forenses sorprendiéndolos, incluso me sorprendí a mi misma. Aparté la sábana, descubriendo su rostro. Llevé una mano a mi boca y le eché un rápido vistazo a mi alrededor.

Los hombres se vinieron sobre mi, agarrándome por los brazos para sacarme de ahí y luché para evitar que me quitaran de su lado.

-Sólo denme diez segundos- supliqué- ¡Diez malditos segundos, por favor!

Los hombres finalmente se detuvieron, me volví hacia el cuerpo inerte de mi amigo y recosté mi frente sobre la suya, derramando lágrimas sobre su rostro todo dañado. Tenía moretones por todo el rostro y en los lugares que no habitaban esas horribles manchas en su piel, las sustituían cortes superficiales.

Esta vez unos brazos rodearon mi cintura cargándome sobre su hombro. Sabía quede trataba de Thomas, pero ya no tenía fuerzas para si quiera intentar detenerlo. Me cargó durante unos minutos hasta dejarme en el punto donde había abandonado a Leila. Thomas se separó de mi y abrazó a mi amiga.

-¿Cómo pasó?- pregunté abrazándome a mi misma.

-Iban a llevarnos a Amber, Silvana y a mi... Ian, Thomas, Charlie, Jeremy- señaló el rostro de Thomas donde tenía un moretón en la mejilla- Ian no paró y ellos lo dejaron así.

Escondió su rostro en el pecho de su novio y respiré hondo para mantener la calma.

-Lo golpearon hasta asesinarlo- dije mirando a Thomas.

-Lo lamento, Lesya.

-¿Dónde están los demás?- pregunté a los pocos segundos y Thomas me señaló el comedor. Asentí en forma de agradecimiento.

Cuando llegué al comedor reconocí el cabello de Amber en la última mesa del lugar. Estaban todos conversando. A medida que me acercaba pude reconocer a Charlie y Jeremy de espaldas a mi. Junto a Amber estaba Silvana. Cuando estuve a pocos pasos Silvana levantó la mirada cruzándola con la mía.

-Por Dios, Lesya- soltó poniéndose de pie. Rápidamente Amber hizo lo mismo y me abrazaron mientras rompían en llanto.

Yo sólo me quedé inexpresiva entre sus brazos. No podía sentir nada más aparte de la ausencia de Ian, su perdida cavó un profundo agujero en mi interior, el cual probablemente, no volverá a ser llenado.

Cuando las chicas me soltaron Charlie y Jeremy me abrazaron.

-Me alegra que estés bien- susurró Charlie y me limité a asentir. Me senté con ellos y empezaron a atacarme con preguntas.

-¿Dónde estuviste?

-¿Se llevaron a alguien más contigo?

-¿Te hicieron daño?

-Noté que Cael también desapareció, ¿estaba contigo?

-Por amor a Dios, chicos- los detuve- No puedo responder a sus preguntas. No tengo respuestas para ustedes, sé que estaba preocupados pero no tengo mente para nada en este momento.

-¿Ya sabes lo de Ian?- preguntó Jeremy y asentí con una mueca en mis labios.

Pegué mi cabeza a la mesa con ganas de dormir para siempre.

-¿Saben algo de Xavier?- pregunté de repente y logré sentir sus miradas sobre mi.

-Está en el hospital- respondió Jeremy.

Levanté la cabeza sorprendida y enfoqué toda mi atención en sus palabras.

-¿Le están haciendo una autopsia o..?

-No, Lesya, Xavier estás vivo.

-Pero.. Yo estuve cuando.. A él le dispararon ¡Cayó al piso inconsciente!- me alteré de golpe y Silvana puso una mano en mi hombro para calmarme.

Giré la cabeza hacia la puerta y divisé a Cael recargado del marco, cruzado de brazos. En su mirada podía ver claramente que quería que lo acompañara.

-Tengo algo que... hacer- murmuré poniéndome de pie, caminé hasta él.

-¿Todo en orden?- preguntó, adentrándose al pasillo.

-No, nada está en orden. Uno de mis mejores amigos está muerto y Xavier está hospitalizado. Resulta que soy un demonio y tú, la primera persona con la que he logrado congeniar en toda mi vida, eres un ángel que tiene a otro ángel protegiéndolo de mi- exploté- ¡Ni siquiera tendría que estar contigo!

-Nuestros padres están en la dirección- avisó. Lo miré incrédula por unos segundos y asentí levemente, siguiéndolo hacia la oficina del director- No puedo creer que aún tengas en la mente a Xavier.

No sé cuál fue su intención con esas últimas palabras, pero decidí ignorarlo.

-¿Qué dirán cuando nos vean?- pregunté cuando estamos a pocos pasos de la puerta.

-Según la lógica de dos padres preocupados por su hijo o hija deberían abrazarnos, decirnos lo mucho que nos extrañaron y lo mucho que nos aman- habló con voz pausada, seguidamente tocó dos veces y se escuchó como las voces adentro se callaron.

-¿Qué..?- el director se calló y carraspeó aflojando la corbata alrededor de su cuello- Señores Silva y Petrov, creo que les interesará ver esto- suelta el viejo y abre la puerta en su totalidad.

Detrás de él diviso a mis padres junto a los de Cael. Mi madre y la de él tenían las manos juntas, consolándose mutuamente.

Ambas parejas se pusieron de pie y nos separaron bruscamente llevándonos a esquinas opuestas de la oficina.

Mi madre empezó a revisarme de pies a cabeza y preguntar si estaba bien, junto a ella, mi padre me regañaba por estar con él.

Traté de tirar la vista hacia el castaño pero solo llegué a escuchar murmullos y gruñido por parte de su padre y madre.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora