Capitulo Ocho

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—¿Qué pasa contigo?— le pregunté a Leila.

—Na... Na... Da— dijo con notable embriaguez y rodé los ojos.

La tomé del brazo y la metí en mi casa, nos escabullimos a mi cuarto y encendí la luz causando que Silvana y Amber gruñan.

—¿Se puede saber a dónde fueron y por qué las tres llegan en el mismo estado con diez minutos de diferencia?— cuestioné y el trío de embriagadas hace un puchero.

—Queremos dormir— dijeron Silvana.

—Nos invita... invitaron a una fiesta y como nadie.... Sabe que despertaste....— ahí se detuvo Amber y se dejó caer en el suelo de nuevo.

—Entonces... entonces.... entonces no te invitaron— concluyó Silvana y asentí.

Apagué la luz y me dejé caer en la cama junto a Leila.

No me molesta en lo absoluto que no me invitaran, después de todo se supone que aun estoy en coma o al menos todos creen eso pues no dejé que mis amigos lo dijeran.


¿Adónde iremos hoy?— pregunté uniéndome al grupo de video chat.

—Las chicas amanecieron con resaca así que seremos Ian, Jeremy y yo— respondió Charlie.

—Podemos ir a la piscina— propuso Jeremy.

Sonaba tentador, tengo tiempo sin coger sol y dentro de una semana empiezo las clases.

—¿Quién será el caballero que pasará por mi?— pregunté y todos pusieron cara de fastidio. Después de jugar a piedra, papel o tijera Ian es el caballero que pasaría por mi.

Decido desconectarme, me voy al mueble de la sala con mis audífonos y cierro los ojos para relajarme un poco. Lo cual terminó siendo una tarea imposible porque mi cabeza no dejaba de dar vueltas, saltando de un recuerdo a otro.

Fui a la cocina y agarré una manzana para luego ir a mi habitación a vestirme.
Opté por un traje de baño blanco y un vestido de seda corto sobre este.

Charlie pasó antes del amanecer por aquí para llevarse a las chicas y dejarlas en sus respectivas casa sin que mis padres se enteraran, lo cual fue apenas posible ya que mis padres se despertaron temprano para ir a trabajar

Pasan unos veinte minutos y mi celular vibra indicándome la llegada de un mensaje al buzón de entrada. Mis esperanzas se desvanecen al ver que es un mensaje de Ian diciendo que ya está afuera.

Desde que desperté he estado esperando un simple mensaje de: "lamento haberte abandonado" por parte de Xavier. No he sabido nada de él, a excepción de las fotos en sus redes sociales, —en las cuales se le ve muy feliz—.

Sé que tengo que superarlo y nuestro noviazgo no fue tan duradero como me hubiera gustado, pero me consta que fue intenso. Él sabía muchas cosas de mi, le había entregado tanto en tan poco tiempo. En serio creía y esperaba que lo nuestro fuera para siempre.

Cerré la puerta de mi casa y al darme la vuelta me encuentro con en Audi de Ian. Entro en un pequeño estado de shock al ver quién conduce el auto. Ian me saluda desde el puesto del copiloto y me regala una sonrisa bastante reluciente.

Le saco provecho al lente oscuro de mis gafas y me encargo de detallar al castaño que recarga su peso sobre el volante. Es el mismo chico de la heladería.

—¿Vas a subir o que?— pregunta Ian con diversión, asiento con una sonrisa sin mostrar los dientes y me subo a la parte de atrás.

El castaño al volante pone en marcha el auto y siento su mirada, cubierta por unos oscuros lentes, a través del retrovisor.

Llegamos al hotel y nos bajamos del auto, Ian se toma unos segundos para hablar con el chico y luego se aleja para venir hasta mi.

—Hasta luego Silva, nos vemos mañana— se despidió del castaño y este arranca a una velocidad consideradamente rápida.

—¿No te preocupa que conduzca a tal velocidad?— pregunté mientras nos adentramos en el hotel.

—Conduce un Mustang a 160 kilometros por hora todos los días, que conduzca mi pobre Audi a 100 de aquí al taller de su padre no es nada.

—¿De su padre?

—Es el hijo del dueño del taller al que papá lleva mi auto. El chico casi no habla y si no fuera por su padre no sabría jamás que su apellido es Silva— explicó.

Al entrar a la recepción Ian pasa su brazo por mis hombros de forma protectora debido a un grupo de chicos que nos observaban.

Ian habla con la recepcionista unos minutos y luego me guía hasta el área de la piscina donde nos toma unos segundos encontrar a los demás.

—Hola chicos— los saludé y me senté junto a Charlie.

Ian les comenta sobre los chicos de recepción y ellos dicen no haberlos visto. Un escándalo capta nuestra atención y giramos en dirección al origen.

El grupo de chicos de hace un momento acababa de sentarse en una mesa a unos metros de nosotros, eran cinco y tenían un par de botellas en mano, uno de ellos me mira por unos segundos y me guiña un ojo antes de volverse hacia sus amigos.

Mis acompañantes me miran expectantes y me encojo de hombros.

—¿Se van a bañar o no?— pregunté quitándome el vestido verde azulado.

El trío se relaja y empiezan a quitarse sus camisas uno a uno. Bajo la mirada un poco avergonzada por el calor que tomaron repentinamente mis mejillas.

—¿Qué haces?— le pregunto a Jeremy cuando toma mis pies. Con ayuda de Charlie me cargan hacia la piscina y me lanzan al agua.

Salí a la superficie segundos después para agarrar aire. Mis amigos se burlan de mi y posteriormente se meten en la piscina. Es ahí cuando decido salpicarles con agua, pero, como es de esperarse, los tres respondieron a mi inofensivo ataque.

—¡Me rindo!— grité para que se detuvieran. Los chicos empiezan a reír y rodé los ojos.

Unas risas a unos metros de nosotros llaman mi atención y giro en dirección a ellos.

—¿Qué tienen esos chicos contigo?— preguntó Jeremy.

—¿Cómo podría saberlo?— cuestioné mirando al castaño que también me miraba.

—¡Oye Thomas!— gritó uno de sus amigos y él volteó. Entonces se llama Thomas.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora