Capitulo Diez

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—El director nos matará cuando nos vea.

—No lo dudes.

—¿Qué les dijeron a ustedes?— pregunté con el ceño fruncido, dejándome caer en la cama.

—Las rubias y la castaña no le caían bien al director así que nos dejó libre, pero la próxima vez nos suspenderá dos días— respondió Leila y hace un pequeño baile en lo ultimo.

—Genial— comenté y suelto un gran suspiro.

Ian y yo estuvimos corriendo por los pasillos durante 20 minutos para que nadie nos viera, sin duda estoy agotada.

—¿Lesya?

—¿Qué?

—¿Sientes algo por Ian?— analicé unos segundos sus palabras, era bastante... ridículo y extraño que me preguntara eso.

—¿Qué? No, que te... ¿Por qué?

—Es que últimamente están muy juntos— dijo, encogiéndose de hombros.

—De ser así ya se los hubiera dicho— le guiñé un ojo y retomó su lectura.

Ian ciertamente es casi un chico perfecto, es dulce, atento, sabe escuchar y siempre sabe qué decir. Físicamente es un modelo y creo que pondría a temblar a cualquier chica si así lo quisiera.

Cerré los ojos y con un ultimo suspiro espero caer en un sueño profundo.


—¿Quién...? Ay no... Eres tú... ¿Otra vez?

—1,2 vienen por ti— empieza a cantar una voz a modo de canción de fondo.

—Siento haberte causado inconvenientes con tus amigos, tal vez debí decirte que estaba muerta.

—3,4 toma el crucifijo— continua la voz.

—Si, como sea... ¿Qué necesitas?

—5,6 cierra la puerta.

—Vengo a advertirte del causante de tu estado de coma.

—6,7 toma em crucifijo.

—¿Qué hay con eso?

—7,8 acuéstate.

—No tengo mucho tiempo, toma un rosario y colócalo debajo de tu almohada. No importa dónde estés siempre ten un rosario bajo tu almohada.

—8,9 no te duermas aún.

—¡Espera!

—9,10 no dormirás ¡JAMÁS!— un grito ensordecedor y desgarrador marca el final de la macabra canción.


—¡Lesya, llegaremos tarde!— gritó Leila desde el baño.

—Estoy esperando por ti— dije con un tono bastante alto, sequé el sudor de mi frente y me levanté. Saqué un short de jean, un suéter azul y unas converse negras.

Voy a la peinadora y saco el pequeño rosario, lo llevo a mi cama y lo ubico debajo de mi cama.

Sea lo que sea ese sueño logró asustarme, la chica no parecía estar mintiendo.

[...]

—¿Qué hace él aquí?

—Estudia aquí, entró este año— respondió Jeremy y fruncí el ceño.

El mismo chico de la heladería, el de apellido Silva, caminaba por el pasillo en nuestra dirección con un libro rojo en las manos.

Cuando pasa junto a mi una mala sensación y un escalofrío se apoderan de mi, él se estremece levemente y alza la vista cruzando nuestras miradas.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora