Capitulo Cuarenta y Uno

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Estaba caminando por un espacio oscuro, todo era muy silencioso, sólo podía escuchar mis pasos sobre la suave corriente de agua que corría bajo estos.

Mientras más me adentraba en la oscuridad más temía por mi vida. Estaba consciente de que se trataba de sólo un sueño, pero ya había pasado por malas experiencias después de este tipo de pesadillas. Recogí mi cabello con una coleta y me detuve. Noté como todo empezaba a verse rojo en lugar de negro. Sentí un poco de calor.

Frente a mi apareció una pequeña criatura con dos cabezas, tres brazos y cuatro piernas. Su rostro se me dificultaba ver de lejos, pero lo agradecía. Delante de esta pequeña criatura nació un barco navegando en aguas revueltas. Con cada paso que daba hacia la embarcación esta se sacudía más y el nivel del agua aumentaba; eventualmente una ola gigante se tragó el barco. La criatura se volvió hacia mi, retrocedí con temor.

El paisaje cambió, vislumbré un espacio en vuelto en llamas. Se escuchaba llanto y agonía de las personas atrapadas ahí. Seguí retrocediendo por miedo a quedar atrapada con ellos.

Abrí los ojos con un brinco y restregué mi rostro con mis manos desesperadamente.

—¡Oye!— gritó sujetando una de mis manos. Me detuve y lo miré— Despertaste, ya estás bien.

—Fue una pesadilla.

—Lo sé, tranquila— dijo con serenidad. Dejé caer mis hombros.

—¿Cómo te sientes?— pregunté evitando el recuerdo de la pesadilla.

—He estado mejor— respondió. Suspiré.

—Cael, lamento que te hayas enterado de Christopher así. No era ni intención.

—¿En qué momento ibas a decírmelo?— preguntó— No habíamos hablado hace un tiempo.

Podía ver en su rostro que no estaba para nada feliz, pero no podía hacer nada al respecto. Yo estaba enamorada de Christopher y no me veía de otra forma que con él.

—¿Crees que puedas hablarme sobre lo qué pasó allá?— aventuré— No sabía que Jack estaba ahí.

—Fue él quien te pidió que fueras a buscarnos— dijo— No sé cómo logró convencer a Belarion de quedarse conmigo; pero lo logró y cumplió con su trabajo. Recibió muchas palizas por mi, es un gran Ángel Guardián. ¿Sabes algo de él?

—Uh, cuando saliste del quirófano un doctor me dijo que se encontraba en cuidados intensivos.

—Espero que no muera— murmuró. Bajó la mirada unos segundos y después alzó sus profundos ojos hasta los míos— Comíamos dos veces al día, la comida no era muy buena. La mayor parte del tiempo dormíamos, si es que Jack no estaba recibiendo una paliza. A veces se lo llevaban y lo devolvían a las horas inconsciente.

—Vivió un infierno— murmuré— Lo siento. No sabía qué tan grave era la situación... Tengo una pregunta: si Jack recibía los golpes, ¿por qué tú estás así?

—Si no me hubiera interpuesto en varias ocasiones, probablemente estaría muerto.

Me quedé en silencio. Era sorprendente la lealtad que se tenían a pesar de no tener mucho conociéndose. A pesar de haber despertado hace poco, su rostro todavía lucía muy cansado, sentí un poco de compasión por él.

—Deberías volver a dormir— le dije, estirando mi brazo hasta su mano. Me miró alguno segundos y asintió cerrando los ojos.

Acaricié sus nudillos con delicadeza hasta que pareció quedarse dormido. Estaba por irme cuando lo escuché quejarse, lo miré con el ceño fruncido y noté que juntaba las cejas con fuerza. Se sacudió ligeramente y me puse de pie para acercarme más. Su cuerpo se estremeció con mayor fuerza, sus manos se cerraron bruscamente atrapando dos de mis dedos.

—Cael— lo llamé un poco a alarmada. Probablemente estaba pasando por alguna pesadilla— Cael, suéltame.

De un momento al otro dejó de moverse. Su rostro y sus manos se relajaron completamente; su corazón se había detenido. El alargado "pi" me hizo reaccionar y corrí fuera de la habitación en busca de una enfermera.

—¿Qué ocurrió?— preguntó una doctora mientras entrábamos a la habitación nuevamente acompañada de varios enfermeros.

—Hablamos unos momentos, se durmió y segundos después se sacudió hasta que se quedó así— respondí intentando mantenerme calmada.

Empezaron a aplicarle RCP mientras preparaban el desfibrilador. Antes de aplicarle las descargas una enfermera me sacó de la habitación.

—¡Maldición!— exclamé capturando la atención de las personas que pasaban cerca de mi.

Apreté mi mandíbula con fuerza mientras me dirigía hacia la sala de espera. Me dejé caer en la silla con mala cara, fulminando con la mirada a todo el que se atreviera a mirarme.

Estaba más furiosa que triste preocupada por Cael. Temía por la posibilidad de que pudiera morir y todo por culpa de Belarion, y parte mía por no haberlo ayudado antes. Si tan sólo me hubiera interesado un poco más por sacarlo de ahí probablemente no estaríamos en esta situación y quizás hasta le hubieran dado de alta ya. O no hubiera habido la necesidad de traerlo a un hospital.

Acomodé algunos mechones de cabello tras mi oreja distrayéndome de la frustración. Respiré hondo y me calmé, un poco.

—Hola.

Alcé la mirada.

—Hola— solté agachando la cabeza, nuevamente.

—Por tu expresión supongo que pasó algo— dijo y tomó asiento a mi lado.

—Creo que su corazón se detuvo, no sé— dije.

—Los doctores se encargarán de ello.

—Siento que, lo que sea que le haya pasado, en realidad no tiene una explicación médica.

—¿A qué te refieres?

—No tengo ni la menor idea— murmuré y suspiré. Pero iba a averiguarlo— ¿Sería mucho pedir...?

—¿Quieres que te lleve a la universidad?

—Tengo que recoger algunas cosas y luego buscar donde voy a vivir. En vista de que mis padres ya no me quieren con ellos.

Nos levantamos para dejar la sala de espera. Noté a Chris incómodo, pero no quise preguntar. En el camino se mantuvo más silencioso de lo habitual, usualmente manejaba con la radio encendida y esta vez no. Minutos después llegamos a la universidad.

—¿Quieres que te espere?

—No. Voy a quedarme esta noche— respondí. Por su expresión mi respuesta pareció tomarlo por sorpresa. Nos despedimos con un beso y me bajé del auto completamente agotada.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora