Capitulo Treinta y Siete

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Miré a Christopher y contuve las ganas de reír por una mancha que adornaba la comisura de su labio. Por desgracia se dio cuenta y frunció el ceño con diversión.

-¿De qué te ríes?- preguntó, lo que me dio más ganas de reír.

-Tienes algo aquí- dije enseñándole en mi rostro dónde se había manchado. Accidentalmente se manchó de nuevo cuando se estaba limpiando- Te ensuciaste de nuevo.

-Lo sé- murmuró, buscando una servilleta y bajé la mirada a mi plato para seguir comiendo.

De repente me ensució la mejilla con esa misma salsa y alcé la mirada sorprendida.

-Christopher, con la comida no se juega- me quejé conteniendo una sonrisa.

Apenas se distrajo le manché la mejilla izquierda con un rollo de sushi. El último que me quedaba.

Tomé la copa entre mis manos y le di un largo sorbo. Le sonreí ampliamente al ver su rostro y recogí mi plato para llevarlo al fregadero. Estaba lavando mi plato cuando Christopher volvió a ensuciarme el rostro; ambos reímos.

-Déjame hacerlo- dijo, referente a los platos y negué con la cabeza.

-Es lo menos que puedo hacer- respondí, poniendo su plato debajo del mío.

-Eres mi invitada, no es justo para ti- insistió y sonreí, ignorando su petición.

Christopher me abrazó por detrás cruzando sus muñecas en mi abdomen para evitar tocarme con sus manos. Mientras lavaba las copas de vidrio noté la ausencia del anillo en su mano izquierda.

-No llevas el anillo de tu matrimonio, ¿por qué?- hablé, mirándolo por sobre mi hombro. Se quedó en silencio- Christopher, no quiero te veas en la obligación de no llevar el anillo por mi. No me molesta en lo absoluto que quieras seguir usándolo.

-Después de que Claire, murió, pensé que nunca volvería a enamorarme. Y en los últimos seis años fue cierto, quizás, porque me había aferrado tanto a ella que no me di la oportunidad con nadie más. No quiero que eso me pase de nuevo, no ahora que te tengo- su voz salió con calma y pausada, sonaba como si aún le doliera el recuerdo de su esposa.

¿Y quién era yo para juzgar? No sabía en qué circunstancias la había perdido. Terminé de secar los últimos cubiertos y me di vuelta entre sus brazos. Ajusta sus brazos alrededor de mi torso y sonrío levemente sin apartar la mirada de sus hermosos ojos azul claro. Llevé mi mano derecha hasta su nuca, dejando parte de mi abdomen expuesto.

-Ahora voy a besarte- dijo eliminando la tensión.

Inclinó su cuello hacia mi, dándome un breve beso que dio inicio a uno más prolongado. Una de sus manos acarició la piel descubierta de mi abdomen haciéndome estremecer. Era una sensación agradable. Cortó el beso, separándose de mi y recostó su frente sobre la mía.

-¿Cómo pasó?- pregunté, referente a la muerte de su esposa.

-Esa semana había estado involucrado con una banda de narcotraficantes, estaba trabajando en cubierto para llegar al cabecilla- hizo una pequeña pausa- Todo estaba listo, íbamos por él, pero algo salió mal y me descubrieron durante el tiroteo. A los pocos días vinieron por ella. Esa misma mañana había asesinado a la familia de mi sargento, en ese entonces. Apenas salí de la escena del crimen llamé a Claire, pero no contestó.

-No tienes que seguir si no quieres- susurré, notando el cambio de expresión en su rostro.

-Tomé mi auto y conduje hacia nuestro pequeño apartamento en el centro. Cuando introduje la llave en la cerradura, no funcionaba, estaba rota o algo. Tuve que derrumbar la puerta. La encontré en nuestra habitación- en ese punto, parecía que le costaba respirar- Al menos una parte de ella; sus piernas y brazos no estaban. Tardé un mes en reunir los cuatro miembros y atrapar a los responsables.

-No fue tu culpa- fue lo único que pude decirle. Apartó la mirada con la mandíbula apretada.

-No es lo que yo sentí en ese momento- dijo- Todavía tengo pesadillas.

-Nunca hubieras podido saberlo. Estabas haciendo tu trabajo- murmuré, abrazándolo- Apuesto de que está feliz de que hayas seguido adelante.

-Gracias- susurró, besando mi cabeza. Nos quedamos poco más de un minuto abrazados, sin decir nada, disfrutando del silencio y su compañía.

-Christopher, hay algo que debes saber- dije, separándome de él. Lo miré a los ojos comprobando que tenía su atención- Belarion estuvo en la universidad.

-¿Era con quién estabas hablando antes de que yo llegara, cierto?

-Me amenazó con hacerte daño si hablaba a las autoridades sobre la ubicación de Cael. Le dejé bien en claro que no se te acercara, pero no confío en él- solté con ligero nerviosismo- ¿Crees que puedas pasar la noche en casa de alguien? Tu mamá, tu hermano, un amigo.

-¿Por qué no te quedas y me acompañas?- preguntó con diversión.

-Esto es serio, Christopher.

-También te hablo en serio.

-Si quisiera, Belarion podría asesinarte y no lo soportaría- dije.

-¿No crees que tengo la edad suficiente para cuidarme solo?- preguntó.

-Deberías pedir custodia preventiva- insistí, ignorando su pregunta.

-¿Y eso no sería hablar con las autoridades? Pedirán una justificación.

-¿No tienes un amigo en quién puedas confiar?

-Lesya, relájate- pidió, tomándome por los hombros- Confía en mi, nada va a pasarme esta noche.

-¿Y mañana? ¿La semana que viene? Christopher, estoy perdiendo muchas personas últimamente y no quisiera que tú te sumes a la lista.

-¿Por qué no te gusta llamarme Chris?

-Me gusta Christopher- respondí. Por Dios, que hombre tan exasperante.

-¿Terminaste?- preguntó con una sonrisa burlesca.

-¿Vas a llevarme de regreso a la universidad?

-Creí haberte invitado a quedarte a dormir- dijo con los ojos entrecerrados.

-¿A dormir?- inquirí y sonrió, robándome un beso.

-Sólo a dormir- aseguró, tomando una de mis manos.

Me llevó al segundo piso, su habitación se encontraba justo a la mitad del pasillo y mis ojos no pudieron evitar ver hacia la puerta del final. Me quedé paralizada unos segundos por una presencia sin rostro que reposaba frente a la puerta. Pasé saliva con dificultad.

-¿Lesya?- me llamó Christopher, tirando suavemente de mi mano- ¿Qué pasa?

-Hay una presencia al final del pasillo- murmuré. Empecé a caminar, lentamente hacia esta sin soltar la mano de Christopher.

-No puedo ver nada- dijo él.

-Que suerte tienes- susurré. Me detuve a pocos pasos de esta con el ceño levemente fruncido- ¿Quién eres?

-Tú debes ser Lesya- habló, causándome un estremecimiento.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-No voy a hacerte daño- dijo- Yo sé qué eres en realidad y, a diferencia de Chris, puedo ver tus alas. A poco de volverse tan negras como la noche.

-No sé quién eres ni de qué me hablas.

-Quiero advertirte. Piensa bien todas tus decisiones de ahora en adelante, hay mucho mal a tu alrededor y no querrás dañarte o a quienes te rodean- habló con calma.

Me sorprendía la seguridad que podía llegar a transmitir a pesar de lucir tan intimidante. De repente sólo desapareció. Ya no sentía frío o miedo. Me volví hacia Christopher que me miraba completamente confundido y hasta, podría decir, un poco asustado.

-Lo siento- dije- Será mejor que me lleves a la universidad.

-¿Por qué? ¿pasó algo?

-¿Aún quieres dormir conmigo después de eso?- cuestioné, esperando un gran no como respuesta.

-Por supuesto- respondió, en cambio. Pasó su brazo por mis hombros y me besó.

-Vayamos a dormir- dije, al separarnos.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora