Capitulo Veintidós

2.5K 170 4
                                    



Hace una semana que Cael, Jack y yo compartimos la pequeña habitación. Habían días buenos y otros no tanto. Nos traían comida dos veces al día y apenas alcanzaba para que los tres nos llenáramos completamente. Y ni hablar de ir al baño, era todo un proceso. Con el pasar de los días pude entregarle un poco de confianza a Jack, era un poco odioso a veces pero resultaba mucho más agradable que Cael.

Cuando abrí los ojos me sorprendí al encontrarme entre los brazos de Cael. Incliné mi cuello hacia atrás para observar su rostro. Tenía los ojos cerrados y la serenidad adornaba su cara, se veía tan relajado y cómodo conmigo cerca.

Resultaba extraño que ambos estuviéramos acostados en el colchón y no dispersos por la habitación. Sin embargo, haber dormido toda la noche en paz valía la pena.

Las ultimas noches las pesadillas se habían vuelto constantes y abrumadoras. La mayoría de las veces era Jack quien me consolaba cuando terminaba llorando.

—Cael— susurré.

—¿Qué?— gruñó sin abrir los ojos.

—Quiero levantarme— respondí, bufó y apartó sus brazos, dándome la espalda.

Me senté en el borde del colchón y busqué con la mirada a Jack. Este se encontraba sentado con la espalda pegada a la pared, de frente a nosotros. Estaba mirando algún punto fijo en el suelo hasta que hablé captando la atención de ambos.

—¿Podrías recordarme que pasó anoche?— le pregunté a Cael, se volvió hacia mi ligeramente enojado y abrió uno de sus ojos.

—¿No recuerdas nada?— preguntó Jack y negué con la cabeza. Lo noté fatigado.

—Tuviste una pesadilla. Era eso o algún fantasma trataba de contactarte, gritabas y llorabas tan fuerte que vinieron dos hombres ver que pasaba.

Le dirigí una mirada a Jack y este le limitó a asentir levemente.

—Hasta que Cael te abrazó no te detuviste. Estuvieron a punto de administrarte sedantes— concluyó Jack.

—Lo siento— me disculpé con ambos.

—¿Por qué?— preguntó Cael.

—Supongo que no es agradable que una desconocida los despierte con gritos a mitad de la noche— expliqué casi en un murmullo y frunció el ceño.

—No eres una desconocida— dijo— No para mi.

—¿De qué hablas?— pregunté viéndolo incrédula. Me volví hacia Jack y fruncí el ceño— ¿De qué estás hablando?

—Escúchalo— se limitó a decir Jack.

—Fue hace mucho, mucho antes de que naciéramos como quienes somos en esta vida— dijo— Sólo que no lo recuerdas.

—No entiendo.

—Ya te dije que no lo recuerdas, no es tan complicado— dijo.

—¿Por qué no lo recuerdo? ¿Cómo puedo conocerte desde antes de nacer? ¿De dónde nos conocemos? ¿Cómo tú puedes conocerme desde antes de nacer? ¿Por qué tú lo recuerdas y yo no?

Las preguntas salieron sin un orden en específico, sólo quería respuestas, porque mi mente empezaba a volverse un lío.

—Se supone que al morir es nuestra alma la que reencarna en otro cuerpo, enteramente el espíritu sin alguna consciencia o personalidad definida. Es empezar de cero— explicó Jack.

—Tanto Jack como tú y yo, tenemos la facilidad de recuperar la conciencia anterior a la que poseemos en este momento, recuperando también los recuerdos y experiencias vividas en la vida anterior— habló Cael— Tú y yo, a través de tantas vidas, llevamos casi tres siglos conociéndonos, 266 años exactamente. A los cuatro años, cuando ambos explotamos nuestros dones, nuestros padres recurrieron a Belarion para reprimir cualquier recuerdo de las vidas pasadas y con ello parte de nosotros.

Son 266 años conociéndonos. Claro, pero ¿quién los cuenta?

—¿Qué hay de ti, por qué no recuerdas nada?— cuestioné, refiriéndome a Jack.

—Yo no desarrollé esa habilidad. No sabía que podía hacerlo.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Dejé de asistir a las sesiones con Belarion.

—¿Por qué?

—Las sesiones empezaban a afectarme psicológicamente— respondió poniéndose de pie, ahora yo inclinaba la cabeza un hacia atrás para poder verlo.

Antes de que pudiera responder un hombre entró preguntando por Jack.

—Soy yo— respondió este inseguro. Alterné la mirada entre Jack y el sujeto que había venido a buscarlo.

—Acompáñame— dijo el hombre, haciéndose a un lado. Jack se levantó del suelo y nos dio una última mirada antes de irse.

Me volví hacia Cael de nuevo, dispuesta a sacarle la mayor cantidad de información posible.

—¿Qué clase de efectos psicológicos?

—Aislamiento social, mal carácter, periodos de violencia, me vuelvo obsesivo con algunas cosas.

—Cael, me cuesta mucho creerme todo esta película. ¿Cómo sea que en realidad no me estás mintiendo, o si Jack en realidad en de nosotros o sólo estaba aquí para vigilarnos sin que nos demos cuenta?

—Lesya, soy el único que te hace sentir extraña de una forma en la que no habías experimentado antes, y no me refiero a una sensación superficial como el amor, algo mucho más profundo. Puedo calmar tus pesadillas y controlar a tus demonios. Y aunque no quieras admitirlo sientas más paz conmigo que con cualquier otra persona.

Sus palabras simplemente me dejaron muda. No tenía nada que decir al respecto, lo había comprobado hace unos minutos cuando estaba entre sus brazos.

—Belarion accedió a dejar las sesiones con la condición de que alguno de los dos no volviera a recordar nada.

—Porque las sesiones te afectaban— murmuré pensativa.

Tiene sentido. Pero ¿por qué uno podía recordar y el otro no?

—¿Cómo se supone que nos conocimos? La primera vez.

—Eso te lo diré cuando los recuerdos reprimidos vuelvan.

—¿Cuántas sesiones me hizo Belarion?

—No tengo un número en específico pero sé que la ultima fue en tu cumpleaños diecinueve. Las más larga que te hayan hecho, tus padres estaban cansados de llevarte cada año así que este bloqueo duraría dos años... Al menos era lo que tenían estimado.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora