Capitulo Diecinueve

2.4K 168 1
                                    


¡ебать, ебать, ебать!

Xavier había colocado dos o tres capaz de ropa sobre nosotros y uno de los hombres acaba de arrancar una, aún no nos ven pero estoy segura de que si quitó una entonces quitará otra y así hasta llegar a nosotros.

Me apegué a Xavier lo más que pude con miedo a moverme y que nos descubran. Puedo sentir su respiración pesada en mi cuello, sus manos ejerciendo una ligera presión en mi espalda y cintura. Yo me aferré a su nuca y hombro, luchando por no estremecerme ante su tacto.

—¡Creen que la encontraron!— gritó un hombre bastante lejos de nosotros— Vámonos ya, llevamos casi una hora y afuera pueden sospechar que algo anda mal.

—Si, está bien— dijo el que está justo frente a nosotros.

Puedo sentir que se aleja, seguro Xavier no lo nota, la puerta del guardarropa se cierra bruscamente y seguidamente se escuchan los interruptores de luz dejándonos a oscuras.

Aún después de haber escuchado la puerta de la habitación cerrarse nos mantenemos quietos unos segundos más.

—Creo que ya se fueron— murmuró Xavier y su aliento impactó en mi nuca erizando toda mi piel.

La mano en mi espalda subió hasta mi cuello, apartando los mechones de cabello y sacando mi rostro de su hombro. No podía ver nada, estaba completamente oscuro, creo que pudiera poner una mano frente a mi y no la vería.

Su mano va a mi nuca y siento mis manos sudar, creo que mis labios tiemblan, un nudo se aprieta cada vez más en mi estómago y traquea haciendo que la respiración me falte. Sus labios se posaron con total seguridad sobre los míos temblorosos.

Cuando le respondí pasaron cuatro o cinco segundos para que reaccionara y me alejara de él como si de veneno se tratara, veneno que ahuyenta mis demonios y la cura para mis males.

Ahuequé su rostro entre mis manos, estaba sumamente nerviosa y no sabía la razón, el aire se había vuelto tenso al igual que nuestros músculos. Trataba de ver más allá de la oscuridad pero era imposible y sin pensarlo mucho volví a unir nuestro labios, no hubo ningún movimiento por alguno de los dos. Habrán pasado cuatro segundos, cuanto mucho, cuando nuestros labios empezaron a congeniar como antes.

Eran movimientos lentos al principio, la situación se fue volviendo calurosa y excitante cuando un gruñido ronco escapó de su garganta, un gemido involuntario de mis labios, y el tacto de sus manos en mi cuerpo. Me separé y sus labios inmediatamente fueron en busca de los míos, tomé su barbilla perfectamente delineada evitando que se acerque.

—Esto está mal, tú estás con Paulina y se supone que ya habíamos terminado.

—Paulina y yo terminamos ayer, más bien ella me terminó— susurró recuperando el aliento, igual que yo.

—Tú me abandonaste cuando más te necesitaba— solté y como pude me puse de pie.

Salí de nuestro escondite sin hacer mucho ruido, me detuve frente a la ventana admirando la hermosa vista frente a mi con mi alma un poco destruida y mi orgullo por los suelos... Mi corazón latía con fuerza y mis manos sudaban.

—Cometí un error, déjame arreglarlo. Siempre... Estás en mi mente, hasta cuando te tengo frente a mis ojos estás ahí... No puedo evitarlo— dijo a mis espaldas, su tono es moderado y puedo percibir que está por tomarme con sus manos pero estoy tiesa en mi lugar.

Nunca pensé que llegaría a estar casi suplicándole a una mujer.

Mis ojos se abren de par en par ante tal pensamiento, no era mío, era de Xavier. Sus manos sujetaron mi cintura apegando mi espalda a su abdomen, acariciaba mi cuello con su nariz causando un estremecimiento de mi parte. Pude sentir su sonrisa ante mi acto.

—Me asusté, soy un maldito cobarde. Pensé que nunca despertarías y sentí la necesidad de intentar olvidarte con alguien más— sus palabras salieron atropelladamente y tocaban un punto clave en mi corazón.

—¿Y lo lograste?— pregunté con un hilo de voz.

—Ni cerca.

Sus labios iban dejando un camino de besos hasta mi clavícula hasta que me hizo girar hacia él acorralándome en la pared. Su lengua se deslizó por mi boca en busca de la mía, podía saborear el amargo sabor a cigarro y menta suave en su boca. ¿Desde cuando Xavier McCrory fuma? Sus manos se aferraban a mi espalda e iban bajando conforme el deseo aumentaba, me aferré a su nuca tirando de su cabello con desesperación.

Gemí cuando sus manos llegaron a mi trasero ejerciendo una presión moderada, mis uñas se enterraron en su espalda. Poco a poco fue bajando hasta llegar a mis muslos elevándolos al nivel de su cadera, dio un par de pasos hacia atrás y se dejó caer en la cama conmigo sobre él. Sus labios se desviaron a mi cuello y giramos quedando él arriba. El calor que emanaba de su cuerpo resultaba acogedor con su mano enlazada a la mía.

La puerta se abre bruscamente sobresaltándonos, Xavier se había levantado de encima mío y yo me reincorporé. Nuestras manos se mantenían juntas.

Frente a nosotros estaba un hombre con una automática de 9 milímetros apuntando a Xavier, no es que sepa de armas, sólo lo supe. El hombre sacó una pequeña foto de su bolsillo y la puso frente a sus ojos comparándonos, cerré mis ojos unos segundos tratando de ver la foto. Todo mi cuerpo se congeló ante la persona de la fotografía.

—¡Tú!— gritó el hombre señalándome y tragué con dificultad.

Xavier me dio un pequeño apretón pero aun así estaba apunto de colapsar.

—¿Qué quieres con ella?— preguntó Xavier, tirando de mi mano para que me escondiera detrás de él.

—La encontré— habló el hombre a un radio y todo en mi se viene abajo, mi presión arterial llegó a los suelos y mi corazón se detuvo.

—Tráela de inmediato— respondió alguien al otro lado.

Noté a Xavier más tenso, estaba nervioso igual que yo.

—Quítate niño bonito— gruñó el hombre. Él ni siquiera se movió.

—Xavier, no tienes que hacer esto— murmuré pero él niega con la cabeza.

—Como quieras— dijo el hombre encogiéndose de hombros.

Un disparo y dos golpes marcaron esos 10 segundos en los que el hombre le había disparado a Xavier, su cuerpo cayó al suelo y seguidamente yo me tiro junto a él. El chico que una vez fue mi mejor amigo, novio y ex yacía en el suelo inconsciente, quizás hasta sin vida.

Las lagrimas empiezan a caer descontroladamente y la desesperación aumenta cuando el enmascarado me agarra de un brazo y llevándome con él.

Mientras el hombre cargaba con mi cuerpo en su hombro sólo una cosa pasaba por mi mente: Moriré o algo peor.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora