Capitulo Cuarenta

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—¡Policía!— escuché a mis espaldas y en pocos segundos nos encontramos rodeados por oficiales. Entre ellos John y Christopher.

—Maldita— gruñó Belarion golpeando mi cabeza contra la pared.

Por un segundo pensé que me desmayaría. Creí que me soltaría pero no fue así. Me puso de frente a los oficiales, apuntándome con el arma a la cabeza.

—¡Bajen las armas o la mato!— amenazó, poniéndome cara a cara con Christopher. Sus ojos me miraban preocupados e intenté disimular el miedo que sentía en ese momento.

—No lo hagan, no le presten atención— dije. Mi voz se escuchó como un susurró ronco. Christopher dio dos pasos al frente bajando el arma.

—Hagamos un intercambio— propuso Christopher. Belarion se mostró firme ante la propuesta. Noté que John miraba a Christopher como si estuviera loco— No le hagas daño.

—No te acerques más— advirtió Belarion dándome otro golpe con el arma cuando Christopher avanzó.

No entendía el propósito de tantos golpes, tal vez estaba nervioso. Mis ojos se cerraron por algunos instantes.

—Necesitas un seguro para salir de aquí, tómame a mi y déjala a ella— dijo Christopher.

En su voz percibí la impotencia que sentía en ese momento. Abrí los ojos, encontrándolo a poco más de un metro de nosotros.

Belarion parecía estar considerándolo, ciertamente no tenía escapatoria. Christopher volvió a avanzar, Belarion tembló por algunos instantes y me lanzó hacia los oficiales. Choqué con alguien y después de oír dos disparos mi cuerpo se desplomó en el suelo. Cuando abrí los ojos me percaté que Christopher había caído también y ahora se encontraba inconsciente a mi lado.

Rápidamente me incorporé, arrodillándome a su lado. Y por escasos segundos me quedé paralizada al ver dos agujeros que atravesaban la chaqueta  de policía. La retiré lo más rápido que pude comprobando que las balas habían impactado en el chaleco antibalas. Con ayuda de un oficial que se encontraba cerca, conseguí voltearlo, me ayudó a quitarle el chaleco y le tomó el pulso en la muñeca. Luego pegué mi cabeza a su pecho buscando los latidos de su corazón.

—Christopher— lo llamé acariciando su mejilla. La respiración empezaba a faltarme.

Un par de paramédicos llegaron directo a atenderlo. Tuve que apartarme para dejarlos actuar. Comenzaron a aplicarle RCP y a los pocos segundos se estremeció y abrió los ojos, tomando una gran bocanada de aire. Dejé escapar todo el aire contenido en mis pulmones, liberando la tensión que sentía. Uno de los paramédicos se apartó y me arrodillé a su lado, me estrechó en sus brazos apenas me tuvo frente a él.

—Si te pusiste el chaleco— dije entre sus brazos, aliviada.

—¿Sabías que iba a pasar?

—Creo que, de alguna forma lo sabía— respondí, alejándome de él con una pequeña sonrisa sin mostrar mis dientes. Nos pusimos de pie y de repente, Christopher, tomó un mechón de cabello y lo acomodó tras mi oreja con el ceño fruncido— ¿Qué pasa?

—Robert— llamó John, quien llevaba algunos segundos observándonos, a uno de los paramédicos— Revísenla, está sangrando.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora