Capitulo Veintitrés

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-Pero... No entiendo, tiene que al ver algo más. Algo que tú no sabes, no hay razón...-hice una pausa y fruncí mi ceño aun más- ¿Por qué uno y no el otro?

-Puede que yo no lo recuerde o esté oculto en tus recuerdos- soltó encogiéndose de hombros, apreté mi mandíbula molesta por no poder recordar - ¿Quieres averiguarlo?

-¿Cómo?- pregunté esperanzada, mi entrecejo se relajó.

Levantó su mano izquierda al nivel de sus hombros y alzó una ceja con sonrisa maliciosa, di un paso hacia adelante sin entender y puse mi mano frente a la de él, nuestros dedos se enlazaron casi por inercia y como si alguien me hubieran empujado me alejé abruptamente de él.

Mis ojos estaban ciegos y mi mente emitía flashes como recuerdos. Parpadeé un par de veces tratando de recuperar la vista, todo empezó a volverse nítido y vi a Cael cerca de mi, tenía una mano en mi cintura y se inclinaba hacia mi. Mi mano se aferraba a su antebrazo con temor, noté que mi espalda estaba inclinada hacia atrás, estaba colgando. Me extendió su mano libre y la tomé enlazando nuestros dedos.

En mi mente vislumbraron flashes y escenas borrosas, no podía detallar los rostros y escuchaba voces.

Había una niña pequeña, era castaña y llevaba dos moños sobre la cabeza. Estaban una señora y señor de treinta y tantos, llevaban a la niña de la mano mientras se adentraban a una gran mansión, en el recibidor estaban una nueva pareja y un niño unos años mayor que la niña, los señores se acercaron con la pelirroja y se fueron junto a la otra pareja dejando a los niños solos.

Ellos no se hablaban, la niña le tenía miedo de él, en sus ojos podía ver maldad pura, aquel niño era más consciente que ella, las veces que la niña intentó acercarse el castaño la rechazaba haciendo oídos sordos o simplemente tratándola mal.

Toda aquella escena desapareció y fue sustituida por el rostro de Cael.

-¿Qué viste?

Le conté todo con detalles. Noté un rastro de nostalgia en sus ojos.

-Si, esa fue nuestra quinta sesión.

-¿Nuestra?

-Solían llevarnos juntos con Belarion.

-¿Llevarnos? ¿Ese niño eras tú?- pregunté y asintió- Entonces esos eran tus padres y los míos, y esa era yo.

-Exacto.

-¿De dónde se conocer nuestros padres?- pregunté y suspiró.

-Belarion los presentó, cuando se enteró de nuestros dones nos buscó por toda la ciudad. Para cuando nos encontró nuestros padres habían empezado a notar cosas raras en nosotros. Hablábamos en otro idioma, los fantásticos iban a buscarnos constantemente y nos causaban daños físicos, tu soñabas conmigo y yo contigo. Reunió a nuestros padres y les contó todo; las sesiones empezaron de lleno después de eso, nuestros comportamientos mejoraron y todo se resolvió.

Me tomé un tiempo para analizar lo que decía. De cierta forma tenía sentido, no había algo en mi que me dijera que estaba mal o que mentía.

Sentí un pequeño choque y fruncí el ceño. Nuestras manos aún estaban unidas, la alejé con cautela y sin mirar su rostro.

-Aún no me dices de dónde nos conocemos- solté después de un rato.

-Aun no recuerdas todo.

-¡¿Cómo se supone que debo hacerlo?! ¿Qué debo hacer para recordar?- me quejé irritada, él sonrió.

Le gustaba tenerme sufriendo, eso era evidente. Se acercó con cautela y sentí sus labios rozar mi oreja.

-Nada Febe.

Sólo eso hizo falta para que mi mente llegara al borde del colapso. Todos aquellos recuerdos reprimidos me golpearon como un tren. Febe. Ese nombre lo recordaba bien, era el nombre que me había puesto Cael cuando éramos pequeños. Cada vez que yo quería hablar con él me llamaba Febe para que me alejara, no significaba nada malo, sólo que era un apodo que yo odiaba.

Recordaba todas las sesiones, Belarion a veces nos pasaba separados aunque nunca nos dijo porqué. Nos acostaba en un diván uno al lado del otro, nos vendaba los ojos y nos hacía contarle nuestras pesadillas o las experiencias con los fantasmas, la mayoría del tiempo nuestros relatos coincidían con uno o dos días d diferencia. Recuerdo que le dijo a nuestros padres que estábamos conectados, cuando venían por uno significaba que vendrían por el otro.

Luego nos hacía tomarnos de la mano, esta siempre era la peor parte, Cael hacía muecas de asco y empezaba a llamarme Febe, Belarion se acercaba y nos susurraba unas palabras en el oído. Para cuando salíamos del estudio no recordábamos nada, éramos como zombies, cuando llegaba a casa el efecto desaparecía y todo volvía a la normalidad.

-¿Lesya? ¿Estás bien?

Alcé la vista y mis ojos enfocaron los de él.

-¿Por qué Febe?- pregunté achinando un poco los ojos.

-Esa era la abreviación de tu nombre cuando nos conocimos.

-¿Mi nombre?

-Phoebe- dijo seguro de si, no había rastro de burla en su expresión- 1748- agregó y mi expresión cambió.

-No entiendo, Cael.

-Por supuesto que no. A veces parece que no me prestaras atención cuando te hablo- bramó- Era diciembre de 1748. Yo estaba en un bar con unos cuantos amigos, todo iba bien, era una despedida de soltero. Esa noche estaba lloviendo y te vi pasar a través de ma ventana. Estabas empapada de pies a cabeza, dejé a mis amigos y salí a buscarte. Te llamé y paraste en seco, supuse que creerías que era un ladrón...- ahí dejé de escucharlo y mi mente se fue hacia otro lado.

Una Ecuación Peligrosa©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora