Capítulo XXXI -. Contigo

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Temía por la reacción de azabache, sin embargo, se esforzaría en hacer lo mejor que pudiera. Antes de ir, le preparó un té de manzanilla para ayudar a tranquilizarlo. No sabía si lo quería con o sin azúcar, así que sólo tomó un poco y lo puso otra taza más pequeña.

Deidara abrió la puerta y asomó el rostro por esa abertura. Itachi se encontraba aún recostado en su cama, no podía verlo bien, sólo se distinguía que estaba cubierto por sus cobijas.

—¿Itachi? —dijo en voz baja, tratando de no perturbar la aparente calma de la habitación.

El mencionado limpió su rostro y le dirigió la mirada. Sus ojos tenían un color rojo alrededor de ellos, además de las ojeras que aún no se habían borrado; la expresión que tenía lucía cansada, a pesar de haberse desahogado, seguía sin sentirse bien.

El rubio se le acercó con cuidado y se sentó en una de las esquinas de la cama. —¿Cómo te sientes? —le miró directo a los ojos, compadeciendo su sentir. Aquella pregunta le permitiría explicarle más sobre eso.

—Terrible... Nisiquiera sé por dónde empezar...

—¿Qué tal si empiezas por lo que pasa con tu esposa?

—Es toda una historia... Hace unos años nos casamos, yo la amaba y sentí que quería pasar el resto de mi vida con ella. Empecé a mencionarle sobre que quería tener una familia con ella, yo ya sabía que era infértil desde que era su novio, no me importó mucho. Yo quería hacer lo que sea, pero la noté tan incómoda que dejé de hablar sobre ello algún tiempo. Después volví a tocar el tema y siguió esa incomodidad, pero me decía tanto que sí que lo terminé haciendo: adoptar.

—Vaya coincidencia, hm. ¿Por qué te dijo que sí cuando no?

Itachi suspiró con dolor, recordando las palabras de su ex esposa—Ella me dijo varias veces que sólo fue por complacerme, mas nunca deseó ser madre.

—Imagino que después admitió todo y se divorciaron, ¿no?

—Sí, exacto. Aunque fue ella quien se quiso ir, nunca quise perderla... —luchaba con todo lo que había en él para no llorar frente a Deidara. Aquella situación aún lo agobiaba, le hacía sentir que quería librarse de ese sentimiento de cualquier forma.

—Itachi... —no hizo falta el llanto para que se diera cuenta del gran dolor del mayor. Tuvo instinto de acercarse más y tomar su hombro con delicadeza.

—Te juro que sigo amándola mucho, que sigo sintiendo por ella lo mismo que alguna vez sentí cuando me enamoré.

—Lo sé —le sonrió —. También sé que podrás superarla, tú y yo sabemos que no fue la mejor madre de todas y que estuvo dispuesta a hacer con tal de no serlo, incluso dejarte.

—Sí... Las cosas que le dijiste fueron parcialmente ciertas, ¿cómo supiste todo eso? No te dije mucho.

—No lo sé, me cayó mal con lo que me dijiste de que no le gustaba estar con ellos, sólo exageré después. Es decir, ¡son adorables! ¿Quién no querría, hm?

—Claro que lo son. —rió con debilidad.

—¡Ja! Te hice reír. —le sonrió.

—¿Qué tiene?

—Dejaste de llorar, ¿te vas sintiendo mejor?

—Un poco, me distraes de todo lo que me agobia.

—¿Hay más?

—Ah, ya sabes, todo este asunto de Tobi está consumiéndome por completo. Hoy en el trabajo, supe de cosas horribles.

—¿Qué pasó? —preguntó sorprendido.

~ Destino ~ [ITADEI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora