CapÍtulo XII -. Amigos

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Deidara descansaba sobre el sofá, ya que recién había terminado de hacer sus quehaceres. Iruka no solía pedírselo, y mucho menos se necesitaba mucho, después de todo ahora sólo vivían dos y el desorden no era tan pronunciado, pero le ayudaba a sentirse útil.

Su mente era una tormenta de pensamientos, ya que seguía estresado por todo aquello con Obito. Pronto sería el cumpleaños de sus hijos y se sentía solo. Sentía que se perdía gran parte de sus vidas, ya habían pasado casi 2 años sin verlos o saber de ellos. Nisiquiera sabía sus nombres o cómo eran después tanto tiempo.

Habían muchas cosas que quería saber, cosas que aún no podía responderse. Esperaba con ansias a que Itachi haya cumplido con su promesa, porque se sentía encerrado de cierto modo en ese lugar. No sabía nada de lo que estaba pasando allá afuera.

Si se mantenía lejos de Obito era para protegerse y seguir vivo para al menos ver sus rostros, pero poco a poco sentía que eso sería en vano. ¿Y si se protegía para nada? ¿Qué le aseguraba que todo estaba saliendo bien con Itachi y sus hijos? ¿Qué le impedía entregarse a la policía y de paso delatar a Obito?

El miedo.

Pensaba demasiado, pero no terminaba por hacer nada y eso lo volvía más loco, porque se sentía culpable, porque se sentía impotente ante lo que vivía y aún si podía hacer algo se sentía incapaz, luego más culpable por no hacer nada al respecto.

Ese día en especial, se levantó del sofá y le llamó a Iruka desde el teléfono que había en casa.

—Hola, ¿qué tal vas en el trabajo?

—Todo bien, como siempre. ¿Qué tal tú?

—Te llamaba para decirte que... voy a salir, me voy a entregar a la policía. Estoy harto de todo ésto, sólo quiero... sentirme seguro con la policía, no quiero ocultarme de la mafia toda mi vida. Quiero volver con mis hijos, quiero escapar, ¡lejos de todos! Espero y lo entiendas...

—Deidara... ¿te parece si mejor voy por ti y vamos juntos?

—Bien. —sonrió. Con la compañía de Iruka se sentía más seguro con su decisión. Tendría a alguien que le ayudara a defenderse si algo malo sucedía.

El tiempo pasó, e Iruka llegó a casa algo más temprano para eso; más exactamente una hora.
Se encontró con Deidara. No le dijo ninguna palabra, pero en su mirada y los movimientos repetidos de sus manos notaba la ansiedad que sentía en aquel momento. Se cambió el uniforme y volvió con él, que se encontraba en la sala esperándolo pacientemente.

—¿Estás listo? —le preguntó en tono amable buscando calmarlo.

—Sí... —se levantó algo temeroso, pero firme en querer hacerlo.

Iruka abrió la puerta y se dirigió a su auto, siendo seguido por Deidara. Ambos subieron y el mayor se dedicó a conducir hacia la comisaría. Fue un paso grande para el rubio, pero aún así, importante.

Los dos venían perdidos en sus pensamientos, viendo cómo el sol se escondía tras los árboles que estaban frente a ellos. Iruka vivía algo apartado del centro de la gran ciudad de Konoha, por lo que fue un camino largo por recorrer.

La carretera iba rápidamente consumiéndose debido a la velocidad del automóvil. Después de poco, ya habían llegado a la ciudad.

—Estamos por llegar, ¿quieres que nos detengamos un poco a que pienses las cosas? Te veo muy nervioso. Tienes el tiempo que necesitas, no tiene que ser hoy.

—... Bien, aquí cerca, por favor.

Cuando el auto estaba bajando la velocidad, el rubio vio algo que le heló la sangre. Era Rin, vio claramente cómo ella lo vio también. Aquella mujer que le había hablado cuando estaba tirado en las calles. No sabía muy bien quién era, pero de algo estaba seguro: escuchó a Obito tener conexión con ella, y quizá hasta estaba involucrada en su trabajo. La última vez que la vio, llamó a Obito para que se fuera con él el día en el que lo encontró en la calle.

~ Destino ~ [ITADEI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora