3. Intrigas en Beacon Hills

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Lydia Martin había sido encontrada y era la completa sensación esta mañana.

Mientras sacaba mis libros, la puerta de la entrada se abrió, revelando a Allison junto a la peli fresa. Fue casi de película ver cómo todo el mundo se congelaba ante su entrada. Lydia parecía algo afectada, pero retomó su compostura y entró con su caminado de diva que recordaba.

Las chicas iban pasando detrás de mí hasta que Lydia detuvo sus pasos en seco y se dio la vuelta en mi dirección.

—¿Sidney?— giré a verla. La chica inmediatamente se acercó a mí, y Allison, un poco desconfiada, dio un paso al frente —Allison, mira, ella es la prima de Scott, Sidney Ross. Creí que no volverías de Alemania— sonrió con sus perfectos dientes.

—Solo estaba en un intercambio de un año. Es un gusto volver a verte, Lydia. Al igual que conocer a la chica de la que Scott tanto hablaba— la peli negra soltó una pequeña sonrisa y miró a un lado. Lydia rodó los ojos ante esa acción —Como sea, debo ir a entrenamiento, las veo luego— me despedí con un movimiento de mano y me alejé.

Nunca fui muy unida a Lydia, pero en mi primer día de primaria, fui reconocida por la peli fresa al llevar una falda que le había encantado, a pesar de que nada más en mi outfit fuera rescatable. Y a partir de ahí, me reconocía como una igual, ignorando las veces que casi quemó mi ropa al ver lo espantosa que era.

Caminé a los vestidores de mujeres para cambiarme y luego fui al de los chicos que terminaban de colocarse el uniforme. En una esquina vi a Isaac e inmediatamente me le acerqué. Él se terminó de atar los zapatos y alzó la vista con una sonrisa. Mi mandíbula casi cae al suelo al ver lo cambiado que estaba.

¿Cómo demonios hizo eso de la noche a la mañana?

—Wow, te ves bien. Algo... diferente.

—Gracias, Ross, tú también te ves bien.

¿Además de guapo ahora tenía confianza? Increíble.

Abrí la boca para preguntar qué demonios le había pasado, hasta que un estruendoso ruido llamó nuestra atención. Era una cadena de metal infinita saliendo del casillero de Stilinski. Alcé una ceja incrédula a la situación.

—Una parte de mí tiene duda, la otra parte dice que saber será más perturbante de lo que jamás imaginé. Así que... solo me alejaré.

—Muy bien, sabia decisión, entrenador— rodé los ojos. Por alguna razón, ese par siempre tenía que pasar por situaciones extrañas.

—¡Muy bien, princesitas, apúrense!— grité al ver que el entrenador observaba a todos exasperado por su lentitud para cambiarse —¡Mi abuela muerta se cambiaría más rápido!— inmediatamente me arrepentí de mis palabras y me disculpé con mi abuelita en mi cabeza. Era el efecto Finnstock.

PRAGMA - Stiles StilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora