Capítulo 2

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En el punto del primer día de clases, esta escuela era exactamente igual a todas las demás. El día de hoy era para conocer a los compañeros de aula y todo ese rollo aburrido. La campanada del recreo resonó por toda la Universidad. Todos los alumnos se dirigieron con calma al patio, no como en mi antigua escuela que para salir debías tener cuidado de no ser aplastada por una estampida de monos.

En los pasillos me encontré con una de las hermanas, la que tenía más o menos mi edad o algo así.

—Oh, hola —saludó ella, amablemente.

—¿Cómo estás? —pregunté sin ninguna razón.

Educación, Ara.

—Muy bien —respondió con simpleza y se encogió de hombros.

Me imagino. Es rica y por ende no tiene nada de qué preocuparse.

Pues si, pero es parte de la vida. Unos tienen lo que otros solo pueden soñar.

—Por cierto, no me dijiste tu nombre. —Me recordó Miley, creo que así se llama.

—Claro. Lo había olvidado.

Dios mío que estúpida soy.

—Soy Ara Montez —mencioné, un poco avergonzada.

—Es un nombre exótico, nunca lo había escuchado pero me gusta —afirmó la chica y me sonrió—. Mejor nos vamos con mis hermanas y mi hermano.

—Sí, deben estar esperándonos. —Sonreí con nerviosismo y jugueteé con los dedos de mis manos.

Atravesamos el pasillo hasta llegar a la salida. Nos escabullimos para poder llegar en paz a la zona rodeada de árboles, perfecta para picnics. Por lo tanto había mucha sombra y bancas por doquier. Se respiraba un aire puro agradable para los pulmones.

Rápidamente divisamos a Sofía, Lizt, Julia y AxL en la distancia. Nos dirigimos hacia allí. A nuestro alrededor todos estaban sentados, compartiendo bocadillos sobre mantas de cuadros. La menor de las hermanas abrazó a Miley en cuanto llegamos.

Saludé, incómoda.

—Siéntate, por favor —pidió Lizt, señalando con su mano un espacio vacío entre la mayor y el siguiente.

Asentí y me senté entre Axel y Sophie.

No acepté los bocadillos por mucho que insistieran. No me generaban confianza puesto que son los populares y no se puede confiar en los populares.

Tu vida no es una novela, querida.

Son sólo suposiciones.

Exactamente por eso, querida.

El día transcurrió con normalidad de ahí en adelante. En la tarde me indicaron quien sería mi compañera de cuarto en la residencia para chicas. Y adivinen qué. Debía compartir habitación con Miley.

La chica me ayudó a instalarme sin dificultad. Casi a las once de la noche tocaron la puerta. Eran las otras tres hermanas. Yo, hecha todo un desastre, abrí la puerta. Ellas me miraron de arriba a abajo, atónitas. Tragaron saliva y las hice pasar.

—Chicas, manos a la obra —dijo Sofía.

Claro, la fiesta a la que no quiero ir pero debo asistir.

Cada una de las hermanas tenía un vestido diferente puesto. La mayor traía uno amarillo corto y sin tirantes. Miley se vistió con uno azul oscuro casi negro, de mangas largas y con la espalda al descubierto. Lizt tenía uno verde claro pegado al cuerpo y Julia se puso uno morado que le llegaba a las rodillas pero enseñaba una pierna. Todas parecían diosas griegas.

Billonaire [Parte 1 y 2] (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora