Capítulo 13

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Pasaron unos dos días y Halloween por fin llegó y estoy invitada a la fiesta de disfraces que los ricos con los cuales interactuaba a diario harían para celebrar dicha fecha. La fiesta sería en la mansión de Andreik.

Y bueno, aquí estoy ya. La casa que era normal que ya tuviera un aspecto espeluznantemente antiguo, cuando entré todo estaba peor.

Habían letreros escritos con sangre falsa en las paredes diciendo: "¡FUERA DE AQUÍ!" o cosas como "Huye mientras puedas". La canción de fondo era terrorífica, aunque parecía agradable.

La melodía me recordaba mucho a la película "Krampus", pero, no era esta canción. Era una voz arrastrada la que se escuchaba cantar. También habían unas luces con forma de fantasma. Además, cada vez que la puerta principal se abría, un grito desgarrador se escuchaba por toda la casa. Un grito realmente aturdidor.

Los invitados estaban disfrazados de creepypastas y demás. Yo fui de Harley Quinn, sin embargo, no era la única disfrazada así. Me encontré con un ángel en mi camino, mientras vagaba con un bate por toda la residencia. Ese ángel era nada más y nada menos que Julia, quien me sonreía.

Su cabello iba atado en una trenza. Ella llevaba la diadema de oro y las alas blancas. Vestía ropa blanca, en su brazo tenía un accesorio dorado y traía unos zapatos de tacón blancos. Llevaba una blusa de cuello alto y sin mangas que se ataba detrás, llevando la espalda al descubierto, acompañada por una falda tableada con pequeños detalles en dorado.

Parecía un verdadero ángel vestida así. Ahora que lo pienso, ella y sus hermanas no tienen un apodo.

Pues no. Debemos encontrarle uno.

Tomé una bebida sin alcohol —no quería emborracharme de nuevo— que me fue difícil encontrar y seguí caminando. Me encontré con el Tigre Traumado —así llamaría a Andreik por el trauma de la montaña rusa y su tatuaje—, anfitrión de la fiesta. Al principio no lo reconocí puesto que llevaba una máscara tipo El Enmascarado de la serie "Riverdale". Él vestía de negro. Iba disfrazado de ladrón de Bancos en realidad.

Y sí, de ladrón de Bancos.

Tan solo espero que no se le ocurra salir así porque en cuanto lo haga llamarán a la policía.

Reí en silencio gracias a mi querida conciencia.

Continué caminando, ignorando las miradas de todos. Había un pequeño círculo de chicas alrededor de alguien y decidí acercarme solo por curiosidad.

Y chismear obviamente.

Exactamente, cariño.

Por encima del tumulto divisé cabello tintado de verde. Un chico. Supuse que estaría disfrazado del Joker o el Guasón. Y solo había uno en la fiesta.

No quería ser asociada a quien quiera que fuese el chico que estaba de espalda. Seguí mi camino a través de toda la mansión.

Merodeando me encontré con una Cleopatra, una mujer demonio y una diosa griega —Miley, Lizt y Sofía respectivamente— atravesadas en mi camino y charlamos un buen rato sobre nada en particular.

***

No recordaba tan grande esta casa desde la última vez que vine. Intento llegar a la cocina desde hace por lo menos media hora. Definitivamente nunca más en mi vida vuelvo a venir a una fiesta de estas ni aunque sea la última cosa que haga en mi vida. Además de que me aburro como nunca lo he hecho en mi estúpida existencia.

Después de un rato más de caminar —y de casi morir deshidratada— por fin encontré la maldita cocina. No tengo la menor idea de cómo logré atravesar las escaleras, pero lo hice.

Abrí el refrigerador sin problemas para encontrar solo cervezas y botellas de vino. En el fondo logré divisar una triste y abandonada botella de agua.

Metí la mano para alcanzarla cuando mi mano y otra más se tocaron. Miré a mi lado para encontrarme a nada más y nada menos que al Joker de la fiesta.

¿Y quién era el Guasón? Pues Axel LeBern Smith lo era.

—Hola, Ara. Quiero decir, Harley Quinn —saludó él con un tono algo coqueto, apartando su mano de la mía.

Agarré la botella de agua sin perder el tiempo e intenté abrirla pero no lo logré.

—Hola, Axel. —Le sonreí, ignorando su tono.

Una vez más intenté abrir la botella de agua, sin resultado puesto que la botella se hallaba sellada y me era imposible retirar la tapa. Llegó un punto —cinco segundos después— en el que me estresé y deje de intentarlo para colocar con brusquedad, la botella de agua sobre la isla de la cocina.

El chico a mi lado sonrió de lado y negó con la cabeza, divertido.

—¿Qué te divierte tanto? —pregunté con irritación.

—No es nada —aseguró él, agarrando la botella que yo intentaba abrir anteriormente.

Axel abrió la botella de agua sin ningún tipo de problemas.

—Yo la había aflojado antes —informé yo, aún irritada y cruzándome de brazos.

El chico bebió un poco de agua sin pegarse a la botella y yo quedé hipnotizada por unos segundos.

Comencé a imaginar que se echaba el agua encima, la camisa blanca que traía se mojaba, pegándose a su piel y el agua chorreaba por todo su sexy abdomen.

Mi corazón empezó a latir más rápido. Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos de mi mente.

Axel estaba muy ocupado bebiendo agua y por esta simple razón no se dió cuenta.

Tienes buena suerte después de todo.

Lo sé, querida conciencia. Ya lo sé.

El chico me tendió la botella de agua, casi por la mitad. Me la llevé a los labios para beber lo que quedaba. Poco a poco fui dejando sin nada a la botella. Axel me miraba atentamente.

—¿Lo estáis pasando bien, chicos? —cuestionó el anfitrión de la fiesta justo detrás de mí, gritando un poco por la música alta.

Tuve un pre-infarto cuando vi al Tigre Traumado de ladrón de bancos.

—Muy bien hasta que llegaste tú. —El chico a mi lado respondió.

—Axel. —Le reproché con la mirada.

—¿Qué? Solo era una broma —protestó Axel.

Andreik solo nos observaba en silencio.

—Admitiré que no me gustan las fiestas y pienso que son un verdadero asco, aunque con esta hago una excepción —comenté al anfitrión para ser amable.

—Eso es bueno —proclamó el Tigre traumado y creo que me sonrió con esa sonrisa que derrite.

Incluso esa sonrisa hace que te mojes las bragas involuntariamente.

Ay, estamos rodeadas de papuchos.

De repente mi celular se escuchó sonar dentro de mi bolsillo. Lo saqué y en la pantalla se reflejaba el número de la vecina. Esto me extrañó muchísimo ya que ella nunca me llama. Descolgué rápidamente y me llevé el teléfono a la oreja.

—¿Oigo? —emití yo.

Me dijo algo que no pude entender.

—Un momento, por favor. No escucho nada. —Le hice saber.

No perdí el tiempo y me aparté lo suficiente para poder escuchar bien. Los chicos me seguían, supongo que quieren saber qué pasa.

—Ara, lo siento un montón por lo que debo contarte. Esto será bastante duro para ti. —Empezó ella a través de la línea telefónica.

Su voz se escuchaba temblorosa, nerviosa, con pesar. A medida que la señora hablaba, adornando las palabras, quizás para hacerlo menos doloroso para mí, yo continuaba negándome lo que había ocurrido horas atrás.

Billonaire [Parte 1 y 2] (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora