Capítulo 11

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Hoy sería la dichosa salida con los ricos. No quería ir. Salir nunca es mi mejor plan. Pero, aquí estoy, en medio de una heladería rodeada de millonarios. Ok, no quiero estar aquí. Aunque, me puse mi mejor vestido siento que ando como una vagabunda.

La heladería por fuera -y por dentro también- era toda una obra de arte. Había una parte con césped y unas paletas derritiéndose como adorno. Como era víspera de Halloween, del techo colgaban globos con forma de esqueleto y otras cosas. Cerca de la entrada habían calabazas con sombreros de brujas.

Por dentro, había poca gente, en el mostrador había un adorno con el logo de la heladería. En una de las paredes había un letrero que decía el nombre del lugar adornado con rastros de sangre falsa y telarañas. Del techo interior colgaban calabazas y telas blancas simulando ser fantasmas, además de ojos y más esqueletos.

Sofía, Axel, Andreik, Miley, Lizt, Julia y yo nos sentamos en la última mesa del local. Una chica vestida con ropa negra y un delantal blanco atado a su cintura se nos acercó con una pequeña libreta en su mano y en la otra agarraba un lápiz que apuntaba a la libreta. Ella llevaba el cabello corto y rizo y como accesorio un sombrero de bruja.

Se veía agradable.

-Mal día para todos. ¿Qué desean pedir? ¡Hoy todo es gratis! -enunció la chica mostrando una sonrisa.

Tenemos mucha suerte, pequeña Ara.

Pues sí.

-Yo pediré helado de vainilla, fresa y frutos del bosque con chocolate encima -Andreik fue el primero en hablar.

Cada uno de nosotros pidió algo diferente. Y exquisito. Nos fuimos de allí al mediodía. El próximo lugar del paseo fue nada más y nada menos que el parque de diversiones.

Fuimos en autobús. Que humilde todo.

La humildad nos persigue.

***

Una, dos, tres, cuatro, cinco vueltas y se viene una sexta. No sabía que las montañas rusas me gustaban tanto. Todos se divierten. Voy al lado de Andreik en los últimos asientos del alargado vehículo que se mueve sobre los raíles de la montaña rusa. Todo son vueltas y más vueltas.

Ya está atardeciendo. Nuestros gritos de emoción se escuchan por todo el parque, sin embargo, los gritos de Andreik son más de horror que de emoción. Y se entiende, el pobre nunca se ha montado en una montaña rusa.

Pobre alma en desgracia.

El recorrido inicia nuevamente. Esta cosa va muy rápido. Y se detiene de golpe. Por inercia nos vamos hacia adelante y casi golpeamos las cabezas contra los asientos del frente. Además, estábamos de cabeza.

Ya casi todo estaba oscuro. Lizt pidió ayuda a gritos. Julia se sumó y luego lo hizo Miley.

-Vamos a mantener la calma -ordenó Sofía en un falso tono de serenidad.

Su voz sonaba en pánico.

Andreik no dejaba de agitarse con ferocidad y en el acto movía todo el carrito. Presentía que en cualquier momento se iba a caer un tornillo y ahí acabaríamos con nuestras vidas.

-¡Nos moriremos aquí! -soltó el mismo chico.

-¡No podemos morir, carajo! -gritó Axel en respuesta.

Creo que aquí somos las más calmadas.

Eso parece, mi querida conciencia.

-¡VAMOS A MORIR AQUÍ! -Creo que me quedé sorda gracias a Dreik.

-ESTO NO ES DESTINO FINAL PARA MORIRNOS EN UNA MONTAÑA RUSA -explicó el otro chico.

-No quiero morir con tanta gente fea a mi alrededor -planteó Andreik, llevándose un pequeño empujoncito de mi parte.

Si empujoncito para tí es dejarle el hombro rojo pues está bien.

La desesperación de todos podía sentirse a kilómetros de distancia. Miley no dejaba de pedir ayuda. Intentamos llamar a alguien con los celulares pero no funcionó. Extrañamente no había señal. Al menos cuarenta minutos después apareció un guardia del parque -justo unos minutos después de que un tornillo se cayera y el vehículo rechinara además de tambalearse-, puso en marcha la montaña rusa y logramos terminar el último recorrido.

Absolutamente todos estábamos traumados con la experiencia. Me sentí como en Destino Final. Fue adrenalina pura, pero el trauma no lo quita nadie. En todo caso, el día de paseo había llegado a su fin.

Sin embargo, lo siguiente era pijamada en casa de Andreik, quien continuaba traumado, aunque un poquito mejor.

Un taxi nos llevó hasta la mansión del tatuado. Era enorme todo. Una gran reja negra era la entrada y unos muros se extendían alrededor de la mansión. El jardín era lo más extenso y habían varias rosas plantadas. La casa era al estilo antiguo. Parece el castillo de un rey, sin exagerar.

Por fuera la casa está pintada de blanco. Los marcos de las ventanas son azules. Al entrar, el vestíbulo es bastante amplio. Al fondo hay tres pasillos. A mi derecha hay unas escaleras que conducen a algún lugar. A la izquierda hay una puerta que conecta el vestíbulo con el comedor y la cocina. También había un perchero junto a la puerta para colocar abrigos y sombreros. Un poco anticuado, sí.

-Ara, ya que nunca has estado aquí, puedes explorar toda mi humilde morada. Cada rincón si así lo deseas -aclaró el dueño de la casa.

-¿"Humilde morada"? Si esto es humilde, mi casa es de vagabundos -bromeé yo y comencé a caminar mirando todo a mi alrededor.

Del techo colgaba un candelabro gigantesco que iluminaba toda la sala. Atravesé el primer pasillo del fondo y me encontré con una sala de música. En el centro había un piano y me acerqué a este. Se encontraba ligeramente empolvado. Eliminé algo de polvo y tomé lugar en el taburete.

Retiré la tapa con cuidado. Pasé mis manos por las teclas del instrumento musical. Sin pensarlo ni un segundo comencé a tocar una pieza de nombre desconocido. Una canción bastante triste en realidad.

La melodía resonó por toda la casa. Esto me traía muchos recuerdos. No tocaba un piano desde que tenía ocho años. No lo hacía desde que mis padres murieron en ese trágico accidente de tráfico.

Mi madre era experta tocando el piano y ella me enseñó a dominar el instrumento y otros también. Pero, en especial, el piano.

Cuando terminé de tocar la pieza me di cuenta de que seis pares de ojos me observaban. El sonido de los aplausos se metió en mi cabeza. Ellos me aplaudían.

-Tocas muy bien, Ara. -Me elogió Dreik.

-Gracias. -Sonreí.

-¿Sabes de dónde proviene esa canción? -preguntó el mismo.

-Fue compuesta en Europa durante el siglo XVI por una mujer. La canción cuenta la historia de un gran amor prohibido. Al final la pareja es separada a la fuerza, pero la chica quedó embarazada y tuvo una hija sin que el otro lo supiera... -expliqué yo.

-...Sin embargo, de una forma u otra, el chico se enteró, aunque ya estaba casado con otra y también tenía hijos con esa mujer -completó Andreik.

Asentí.

Axel comenzó a aplaudir.

-Realmente conmovedor -murmuró él.

-¿Y dónde aprendiste a tocar así? -intervino Julia.

-Mi madre me enseñó. Ella era muy buena en esto, sin embargo, cuando murió abandoné el piano porque me hacía recordar mucho y dolía que ella y mi padre no estuvieran -respondí con la voz entrecortada.

Hablar sobre esto me llenaba de dolor. Suspiré con tristeza. Miley me abrazó en ese momento.

Billonaire [Parte 1 y 2] (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora