Capítulo 9

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Paseo por el restaurante, de aquí para allá. Cuesta creer que todo esto es mío. Aunque lo recordaba más sencillo. Ahora la decoración es diferente, se nota que ahora pertenece a un millonario.

Me enteré de que Axel está recurriendo a procesos legales para que el restaurante pertenezca legalmente a mí de nuevo. Olivia es quien me lo dijo.

Los hermanos Ilianov llamaron la atención de todos los presentes en el AMBERY'S PLACE. De una forma casi artística ambos se quitaron las gafas de sol.

Son unos egocéntricos.

Observaron todo el lugar. Las personas comiendo volvieron a lo suyo al igual que los meseros. La vista de los dos se clavó en mí y con sonrisas vinieron a mi lugar en las sombras.

—Ara —pronunció mi nombre el castaño.

—Cédrick —sonreí y le di un abrazo, miré al otro—. Vladymir.

A él también lo abracé. No los veía desde la última función en el Teatro Falls.

Y se ven espléndidos.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarles? —la voz de Olivia llamó mi atención—. Oh, hola, Doña Ara.

Rodé los ojos, suspirando con fastidio. Le he dicho cientos de veces que no debería llamarme así y que sólo Ara está bien. Pero no me hace caso.

De reojo vi al rubio darle un codazo a su hermano. Miré al frente. El castaño parece un idiota, casi está babeando por Olivia.

Contuve la risa.

—¿Estás bien? ¿Necesitas un vaso con agua? —dijo ella algo preocupada y extrañada.

Me llevé el pulgar y el índice al puente de la nariz. Ahora no sé cuál de los dos es más idiota.

El castaño recuperó su postura elegante y carraspeó.

—No, no, nada —murmuró, avergonzado.

Olivia se fue a hacer su trabajo en cuanto llegaron más clientes y otros se fueron.

Antes aquí no habían meseros, eran las mismas personas para todo quienes cocinaban, llevaban la comida, recogían todo, entre otras cosas. Mi mente viajó a mi tía y a mi prima. Todavía dolía que no estuvieran, pero se aprende a vivir con eso.

***

La felicidad que sentí al saber que el restaurante es oficialmente mío de nuevo no puedo describirla.

Axel me dió la gran noticia. Estaba tan emocionada que no pude evitar abrazarlo. Claro, después fue un poquito incómodo.

Para celebrarlo, decidimos salir a algún lado con sus hermanas y los Ilianov. Lamentablemente, Sofía, Miley, Lizt y Julia no pudieron ir porque tenían cosas que hacer o ya tenían planes. El rubio no pudo asistir tampoco. Pero Cédrick si podría e invitó a Olivia.

Finjamos que no sabemos que es una cita.

Ya luego nos hacemos las sorprendidas.

Olivia alegremente también fue con nosotros. Sólo nosotros cuatro.

Ahora estamos en un local lleno luces neón moradas y rosadas. Se escucha música electrónica. Al fondo hay un DJ. Hay algunas mesas, sirven comida y bebidas. A un lado de la pista de baile está la barra. La bola esa de las discotecas da vueltas en el techo sobre la pista. Mucha gente baila y salta.

Estamos en el Club Libélula. En la entrada hay un cartel con el nombre del local y una libélula negra. Todo es muy bonito.

—Esto es genial —dice Olivia, gritando para escucharse.

Estamos bastante cerca y aún así no se escucha casi nada.

—Lo es —grité de vuelta.

—¿Qué tal si pedimos unas bebidas? —sugiere el castaño.

—Me parece bien —gritó Axel.

—Yo iré por ellas a la barra —informé. De tanto gritar se me está secando la garganta.

Me levanté de mi asiento en la mesa. Choqué con varias personas, sin embargo, no me prestaron atención.

AXEL

Ara se ha demorado demasiado. Estoy preocupado. Podría haberle pasado algo. Alguien podría haberla secuestrado, tengo entendido que esto era un club de mafiosos y no me sorprendería que aún merodeen por aquí.

—Iré a buscar a Ara, regreso pronto —anuncié, levantándome.

Ellos asintieron. Me dirigí hacia donde fue la chica de los gatos. Me abrí paso entre la gente. Vi a un chico vomitar sobre otro tipo, eso fue asqueroso. Puse una mueca de desagrado.

Continué mi camino. Encontré a una Ara sonriente y muy cómoda hablando con el bartender. Pensé antes de acercarme. No quería arruinar su felicidad.

Al diablo, esa es mi chica.

Me acerqué. Miré atentamente al bartender. Ara ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia.

Carraspeé y nada. La chica seguía en su mundo riendo con el chico que parece tener intenciones con ella. Ah, no, con mi chica de los gatos, no.

—Ara, deberíamos volver —emití.

Aquí la música no era tan fuerte así que no tenía la necesidad de gritar. Ella se volteó hacia mí con los ojos entrecerrados, tratando de reconocerme. Sus mejillas están rosadas.

Genial, está borracha.

—¡Axeeeel! —soltó ella, con felicidad desbordante.

Sentada se lanzó a mis brazos. La agarré antes de que se hiciera daño. Por un momento no reaccionó. La sacudí un poco. ¿Se habrá dormido?

Ella se levantó de un sobresalto. Me sobresalté también. Esta mujer me va a matar. Ara me miró directo a los ojos, señalándome con el índice.

—¡Tú!

—¿Yo? —enarqué una ceja.

—¡Eres un idiota! —ella hizo el intento de golpearme pero se tambaleó.

Escuché la risita del bartender. Le dediqué una mirada asesina y se calló.

—¿Ahora qué hice mal? —suspiré, negando con la cabeza.

Compré las bebidas para los demás y volvimos. Siempre le echaba miraditas a Ara para ver cómo estaba. Ella fue la primera en emborracharse y caer rendida sobre la mesa.

Olivia y Cédrick también se emborracharon. Yo me puse contento. Reía de cualquier estupidez que decía el castaño.

Esos dos se fueron por su lado. Desperté a la chica de los gatos, la apoyé en mí pasando su brazo por mi cuello. Ella no se esforzaba en caminar. Apenas se podía mantener de pie. La estaba arrastrando. Exitosamente la saqué del Club Libélula y después tomamos un taxi hasta la casa.

Eran como las 2:00 de la mañana. Me sentía agotado y mi cabeza duele un poco. Tenía que hacerme cargo de la chica de los gatos.

La llevé hasta su habitación y la dejé sobre la cama. Casi iba a salir cuando escuché la voz de Ara:

—Axel... No te vayas.

Me volteo hacia ella. La chica se levantó y pude ver la súplica en sus ojos. Me acerqué.

—Está bien, no me iré —enuncio, sonreí.

Fue ella quien vino a mí. Acortó la distancia entre nosotros. Sabía a alcohol. La aparté de mí con suavidad. No sabe lo que está haciendo.

—¿No te gustó? —preguntó, dolida.

—Sí, me gustó, pero no puedo hacer esto si estás en este estado —hablé, colocando mis manos en sus hombros—. No quiero aprovecharme de ti, chica de los gatos.

—Quiero que te aproveches de mí.

Bueno, me dió permiso.

Creo que se me subió el alcohol a la cabeza cuando la besé de nuevo y nos tumbamos en la cama, deshaciéndonos de la ropa.

Billonaire [Parte 1 y 2] (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora